“Y entonces Eneas, que a su lado marchar veía a un joven de hermoso aspecto y armas brillantes, mas con su frente ensombrecida y los ojos en un rostro abatido, preguntó ¿Quién padre, es aquel que así acompaña el caminar del héroe? ¡Qué estrépito forma su séquito! ¡Qué talla la suya! Pero una negra noche de triste sombra vuela en torno a su cabeza. A lo que el padre Anquises sin contener las lágrimas repuso:. ¡ay, hijo! No preguntes por el que será un gran duelo entre los tuyos; los hados lo mostrarán a las tierras solamente un instante y que más sea no habrán de consentir. ¡Pobre muchacho, ay! Si puedes quebrar un áspero sino, tú serás Marcelo. Dadme lirios a manos llenas, que he de cubrirlo de flores”.
Eneida. Virgilio. Libro VI
Marco Claudio Marcelo. Siglo I a.C. Nápoles. Museo Arqueológico Nacional
Si había algo que irritaba enormemente a Livia en relación a Augusto era el excesivo favoritismo y devoción que siempre profesó a sus descendientes varones, primero a su sobrino Marcelo y después a sus nietos Cayo y Lucio.
Marco Claudio Marcelo fue el único hijo varón de Octavia, fruto de su primer matrimonio con Cayo Claudio Marcelo, descendiente del famoso general que destacó durante la Segunda Guerra Púnica; nació en el 43 a .C. y desde el primer momento que vino al mundo fue la debilidad de su madre y de su tío, el futuro Augusto, que a falta de un descendiente varón, volcó en él todas las atenciones a la vez que lo educó como un futuro heredero. Por las venas de Marcelo corría la sangre de dos de los linajes más antiguos y poderosos de Roma: la gens Claudia y la gens Julia; a ellas se unía la ascendencia Octavia, familia de origen plebeya pero inmensamente rica que lo ataba directamente al vínculo más importante de su vida, su tío Octavio.
Marcelo. 25-20 a.C. Roma. Fundazione Sorgente Group
Habituado a acompañar al futuro Príncipe en actos oficiales desde su tierna infancia, con tan sólo 14 años desfiló a caballo a su derecha en el triple triunfo que éste celebró tras la batalla de Accio por las calles de Roma; desde entonces fue aún más frecuente verlo junto a su tío, quien a finales de ese mismo año lo llevó con él en su viaje a la Galia e Hispania como tribuno militar para supervisar de cerca su educación militar durante el tiempo que permaneciera alejado de la capital del Imperio. En el viaje les acompañaba Tiberio, el hijo mayor de Livia, aunque Augusto siempre lo mantuvo en un segundo plano.
En 25 a .C., Augusto enfermo en Tarragona envío a los jóvenes de vuelta a Roma con la finalidad de que contrajeran matrimonio; una vez más quedó muy claro su apuesta por Marcelo, al casarlo con su única hija, Julia. De esta forma pretendía que Marcelo y los hijos que tuviera con Julia prosiguieran la obra de su vida cuando él ya no estuviera y asegurarse así que sólo su sangre rigiera los destinos de Roma. No obstante, al recaer de su enfermedad de regreso a la gran urbe, causó consternación en el joven y en los que lo rodeaban el hecho de que entregara su sello a Agripa, lo que equivalía entregar las llaves del Imperio a su colega más íntimo.
Busto de Marcelo. 29-25 a.C. Roma. Museos Capitolinos
En el año 24 a .C., con Agripa lejos de Roma (según algunos para evitar rivalidades con Marcelo), Augusto trató de compensar a su sobrino, colmándolo de honores. Lo primero que consiguió es que el Senado rebajara en 10, la edad legal de 37 años para acceder al Consulado; de este modo se aseguraba que Marcelo pudiera alcanzar la magistratura con 27 años. Igualmente lo propuso para el cargo de edil, lo que le permitiría encargarse de la celebración de juegos y de las construcciones en la ciudad. Gracias al apoyo de su tío, Marcelo consiguió el puesto con facilidad al mismo tiempo que contó con un presupuesto sin precedentes por lo que los juegos que organizó fueron de los más fastuosos que se recordaban en aquella época; por ejemplo fue muy aplaudido que cubriera el Foro romano durante el verano para celebrar luchas de gladiadores. La popularidad de Marcelo subió hasta límites insospechados.
A ello contribuyó también la personalidad y apariencia del joven pues a la belleza heredada de su madre y tío se unía un excelente físico; su carácter alegre y abierto tan diametralmente opuesto a la forma de ser de Tiberio hizo granjearse desde bien pronto las simpatías del pueblo de Roma. Pero inevitablemente ante tanta adulación era imposible que no fuera un poco arrogante y altanero, de ahí sus desavenencias con Agripa, al que en alguna ocasión pudo haber tratado con desdén.
Pero la gloria de Marcelo fue tan efímera como la de una estrella fugaz. A fines del año 23 a .C. Augusto recibió uno de los golpes más dolorosos de su vida al ver enfermar a su yerno; a pesar de que lo asistió el mismo médico que lo había atendido a él durante su más grave dolencia, Antonio Musa, no puedo hacer nada para salvar la vida de Marcelo que murió cuando apenas contaba 20 años dejando desolados a su tío, a su adolescente viuda Juliay, por encima de todos, a su madre Octavia, que jamás pudo reponerse del golpe y que a partir de entonces vivió recluida y alejada de la vida pública.
Escultura heroica de Marcelo como Hermes. Siglo I a.C. París. Museo del Louve
Detalle
Desde el momento surgieron rumores de una posible funesta intervención de Livia para favorecer el ascenso de su hijo Tiberio tal y como apuntaban algunos historiadores como Tácito o Dión Casio, pero como ya expuse en mi reseña sobre la emperatriz, no es nada probable por lo que seguramente Marcelo fue una víctima desafortunada entre la tantas que sucumbieron ante la terrible epidemia que asoló Roma aquel año.
Epígrafe de Marcelo y Octavia
Virgilio lee La Eneida a Augusto y Octavia. Jean J. Taillasson. 1787. Lóndres, National Gallery
Para la perpetuidad quedan los bellísimos versos de Virgilio que provocaron el desmayo de Octavia cuando el poeta los leyó en privado a la familia imperial, la biblioteca que su madre patrocinó en su honor en el Pórtico de Octavia y, sobre todo, el magnífico teatro que le dedicó Augusto y que aún exhibe parte de la majestuosa fachada que serviría de inspiración a la obra más admirada de Roma, el Coliseo.
Teatro Marcelo. Roma 2013