Cartel del Bimilenario. Detalle del Augusto de Prima Porta. Siglo I d.C. Roma. Museos Vaticanos
Fuente: Takashi Okamura. www.amazon.es
Un día como hoy, hace 2080 años, en una casa ubicada en la ladera del Palatino vino al mundo un niño, en una familia muy rica pero de origen oscuro. Cuando su padre lo recogió del suelo, reconociéndolo así como hijo suyo, recibió el relativamente modesto nombre de Cayo Octavio. Sin embargo, el precioso bebé de ojos grises azulados y cabello dorado, era nada más y nada menos que el sobrino nieto del hombre más poderoso de la tierra: Cayo Julio César, y por ese motivo, desde que abrió los ojos al mundo se supo que estaba predestinado a la más grande de las gestas: seguir la estela de Rómulo para hacer inmortal el bien más preciado que aquel legó al mundo: Roma y su cultura.
En estos días, diversas circunstancias me han llevado a pensar mucho en Augusto y a reflexionar sobre la inmensa mediocridad de la mayoría de los que hoy en día detentan el poder, ya sea a nivel local o en las más altas esferas de los gobiernos; por eso, observando las turbulencias que en la actualidad sacuden cada día al solar que otrora fue su Imperio, la grandeza del Príncipe permanece intacta, aún después de más de dos milenios de su paso por este mundo. Pues él, a pesar de los errores que su naturaleza humana le llevó a cometer, sigue siendo el más grande político, porque al mismo tiempo fue el más incansable trabajador, pues infatigablemente estuvo al pie del cañón como el más humilde de sus ciudadanos, hasta el último día de su vida, a fin de garantizar la paz y prosperidad a su pueblo, para mayor gloria de Roma.
Restos de la Casa natal de Augusto en el Palatino. Roma
Una Roma que sabe que sigue siendo la ciudad de la antigüedad que mejor ha envejecido gracias a los sólidos pilares que para sostenerla construyó su hijo predilecto. Por eso, se vuelca cada día en la conservación de su legado. Así, la Ciudad Eterna espera con gran expectación la finalización de las obras que le devolverá el lugar de descanso de su eterno Padre de la Patria.Para hacer más corta la espera diversas iniciativas se están encargando de que el monumento esté presente cada día. Una de ellas es la publicación de unas fotos, de gran valor histórico, que recogen la historia del monumento durante este siglo XX.
Giuseppe Garibaldi en 1875en un banquete en su honor dentro el Mausoleo cuando se usaba de anfiteatro
El mismo banquete de 1875
Vista del interior en 1936. Al fondo la cúpula de la Basílica de los Santos Ambrosio y Carlos
1936: Demolición del teatro construido sobre las ruinas del Mausoleo
Las fotografía son propiedad de Roma Ieri e Oggi.