“Administró los asuntos del Estado de tal forma que es justamente considerado por encima de todos los demás príncipes. Resume en su persona, en forma particularmente destacada la doble característica del administrador y del soldado. Extendió a lo largo y ancho el Imperio romano, que después de Augusto había sido defendido más que ampliado”.
Eutropio. Siglo IV
Trajano es uno de los gobernantes mejor valorados de todos los tiempos, tanto que su reputación ha permanecido intacta durante casi dos mil años. Entre sus contemporáneos ya lo comparaban con Augusto por lo que recibió el título de Optimus Princepspor parte del Senado; se le consideraba el mejor de los Príncipes, además de por sus conquistas, por su forma de llevar la política y por las buenas relaciones que mantenía tanto con el pueblo, como con los soldados y los senadores.
En los siglos posteriores, en el Imperio Romano e incluso en el Bizantino, cuando un emperador ascendía al trono, el Senado lo recibía con el siguiente saludo: Felicior Augusto Melior Traiano (que seas más afortunado que Augusto y mejor que Trajano), pues ambos gobernantes eran considerados los mejores y los modelos a seguir.
En época cristiana, su figura fue objeto de debate pues algunos pensadores opinaban que alguien tan virtuoso debía abrazar la fe cristiana, así que Gregorio I resucitó a Trajano a través de la intercesión divina y lo bautizó. No obstante, otros pensaban que a pesar de poseer todas las virtudes naturales que poesía Trajano, carecía de fe cristiana y del bautismo, por lo que fue considerado por algunos, como Santo Tomás de Aquino, como ejemplo de pagano virtuoso. Por ello, el mismo Dante en la Divina Comedia lo colocó en el Paraíso, en la sexta esfera donde se hallan los buenos gobernantes, debido a su sentido de la justicia, siendo el único César que el gran escrito florentino colocó allí.
En el siglo XVIII Edward Gibbon lo incluye dentro de los cinco emperadores buenos que incluye a Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio.
Traian se usa como nombre de pila en la Rumanía actual y el himno de este país evoca a Trajano en una estrofa que dice ¡Y que en nuestros corazones guardamos con orgullo un nombre triunfante en las batallas, el nombre de Trajano!”. Trajano es considerado en ese país como el Padre de la Patria que les llevó la civilización y la cultura.
La fama de Trajano traspasa fronteras siendo el único gobernante extranjero que tiene un monumento en Argentina, más concretamente en Buenos Aires.
En cuanto a las fuentes clásicas sólo han llegado hasta nuestros días dos testimonios que aportan datos sobre la vida de Trajano: las Cartas de Plinio el joven, donde el pensador transmite al emperador su preocupación ante el gran crecimiento del cristianismo en el Imperio Romano y la Historia Romana de Dión Casio, escrita un siglo después de la muerte del emperador. Imposible encontrar ninguna opinión negativa al Principado de Trajano.
Pero, ¿Cómo era el emperador hispano en realidad? Según Dión Casio “Trajano gozaba del mayor prestigio por su justicia, su valentía y por la sencillez de sus costumbres” (Historia Romana. Libro LXVIII). Otros afirman que era magnánimo y generoso. No tenía la impulsividad de la juventud ni la debilidad de la vejez. No odiaba a nadie e ignoraba las calumnias. Era sereno y de espíritu tranquilo.
Además, era cercano con la gente, tanto que colocó en la puerta de su residencia la inscripción Palazzo Pubblico, para que todo el mundo pudiese entrar en él libremente. Solía recibir sin cita y personalmente a todos los que recurrían a él. Tenía una gran preocupación social que le llevo a impulsar la creación de fondos públicos para alimentar e instruir a niños huérfanos.
En cuanto a su formación, su oratoria, según Dión Casio no era perfecta pero conocía su fundamento y lo aplicaba. Era además muy trabajador y disciplinado.
Solamente le atribuyen las fuentes un gran vicio, pero que en su época no podía considerarse como tal, y éste era el gusto por el vino, licor que ingería en exceso, si bien siempre se mantenía sobrio y hasta esa adicción intentó corregir pues “había moderado, por prudencia su excesiva afición al vino […] habiendo prohibido que se tuvieran en cuenta las órdenes que había dado después de una comida que se hubiera prolongado mucho” (Aurelio Víctor. Vida de los Césares).
A pesar de haber ascendido al Principado a una edad avanzada para la época (45 años) gozaba de gran fortaleza física y mental, y nunca estuvo enfermo, salvo los problemas neurológicos que padeció al final de su vida que desembocarían en la apoplejía que paralizó parte de su cuerpo varios días antes de morir.
No tenemos descripciones físicas del emperador, salvo el testimonio que nos dejan sus innumerables representaciones tanto en esculturas, bustos, relieves o monedas, que lo personalizan la mayoría de las veces como un soldado. Su rostro es agradable aunque carece de la belleza serena y eterna de Augusto. Las imágenes de Trajano lo muestran tal y como era: un hombre llano y del pueblo, un militar austero y de gran físico, que nunca se consideró un dios.
En cuanto a su vida conyugal, estuvo casado con Pompeya Plotina, con la que no tuvo descendientes; Dión Casio alude a su afición por los muchachos, si bien precisa que nunca dañó a ninguno. Hombre sensato como era nunca dejó que sus pasiones se interpusieran a su papel de gobernante del mundo romano, salvo en una ocasión que según relata Dión Casio, favoreció al rey de Edesa por apego al joven y atractivo hijo de éste.
Más que a su esposa, estaba muy unido a sus hermanas y a sus sobrinas y sobrinas nietas, a las que trataba como si fueran sus hijas. No tanto, a su sobrino segundo Adriano, por lo que aún se debate el motivo que le llevó a elegirlo como sucesor, si bien fue toda una declaración de intenciones promover su matrimonio con Vibia Sabina, hija de su sobrina Matidia la mayor. Pero eso es otro capítulo de esta historia.