La figura de Augusto, a pesar de su enorme influencia en la cultura europea posterior, ha sigo desgraciadamente muy maltratada por la literatura en general y, sobre todo, por la televisión y el cine. Eso se debe esencialmente a que Augusto, dentro de su estatus de poder, era una persona de gustos normales que carecía del anhelo conquistador de Alejandro y Julio César y, al contrario que éstos, no tuvo una muerte trágica, sino que murió de anciano plácidamente en su cama. A ello se une que tampoco vivió una historia de amor épica a lo Marco Antonio y Cleopatra, ni basó su vida en la realización de atrocidades y escándalos que rodean a Calígula, Nerón o Cómodo, que son sin duda los personajes más mediáticos de la antigua Roma.
La historiografía latina nos describe al primer emperador como un hombre de su época (en la que nadie era del todo bueno o malo), es decir, justo pero con la falta de escrúpulos necesarios para sobrevivir en el sangriento mundo que le tocó vivir. La mayoría coinciden en que fue un buen gobernante.
Ya en los inicios del siglo XVII, William Shakespeare, lo convierte en un personaje secundario en sus obras Julio César y Antonio y Cleopatra. Sobre todo en ésta última, retrata a un hombre manipulador que persigue el poder a toda costa, responsable de arruinar la historia de amor de los protagonistas. Así y todo, el poeta inglés refleja al final de la tragedia el buen corazón del aún llamado Octavio, que consiente en que los amantes reciban sepultura juntos.
Octavio. 40 a.C. Roma, Museos Capitolinos y Roddy McDowall como Octavio en Cleopatra. 1963
Este patrón es el que se ha reiterado en muchísimas ocasiones en la filmografía, en la que siempre aparece Augusto en su etapa de triunviro. Ejemplos importantes son la Cleopatra de J.L. Mankiewicz (interpretado por Roddy McDowall) o la miniserie, nuevamente sobre la reina egipcia de 1999, al que da vida Rupert Graves.
Rupert Graves como Octavio en Cleopatra, 1999
Ya como emperador romano, tenemos en 1979 la famosísima serie Yo, Claudio, basada en las novelas de Robert Graves. Tanto en la versión televisiva como en el libro, Augusto (Brian Blessed), nuevamente un personaje secundario, se nos presenta como buen gobernante, simpático y cercano, aunque títere en manos de su esposa Livia.
Brian Blessed en Yo, Claudio, 1979
Más actual es la serie Roma (2005). En ella el personaje del Príncipe va tomando protagonismo a medida que avanzan los capítulos; al principio es retratado como un niño que se mueve entre bambalinas (interpretado por Max Pirkis) pero poco a poco se va convirtiendo en un joven cada vez más despiadado, manipulador, frío e incluso sádico (en la segunda temporada el personaje es interpretado por Simon Woods).
El adolescente Octavio. Siglo I a.C. Roma. Museos Vaticanos y Mark PIrkis en Roma, 2005
Sólo hay una miniserie, Augusto, el primer emperador (2003) en el que el protagonista absoluto es un anciano Augusto (Peter O’toole) que recuerda a través de flashbacks los acontecimientos de su vida, centrándose sobre todo en a relación conflictiva con su hija Julia. En su juventud Octavio es interpretado por Benjamin Sadler.
Augusto Bevilacqua. Siglo I a.C. Munich, Gliptóteca (Foto propiedad de Francisco Javier Díaz Benito. 2016)
y Benjamin Sadle como Octavio en Augusto el primer emperador
Según mi opinión ninguna de estas películas o series están a la altura del personaje pues tratan de debilitar su figura para ensalzar otras, ya sea la de Marco Antonio, la de Cleopatra o incluso la de Livia. En cuanto a los actores escogidos, físicamente siempre están acorde con la descripción de Augusto que nos han legado los cronistas de la época, en especial Suetonio: son hombres de cabellos dorados y aspecto delicado (salvo Brian Blessed que con su corpulencia nos da una imagen del emperador muy poco creíble). Sin embargo, ninguno transmite el aura y el magnetismo que le atribuyen sus biógrafos y que aún hoy podemos contemplar en sus múltiples retratos.
Simon Woods en la serie Roma, 2005 y Augusto Pontifex Maximus. Siglo I d.C., Roma, Museo de las Termas
En cuanto a la literatura moderna, hay muchas obras, algunas biográficas otras noveladas en diferentes idiomas sobre el emperador algunas más afortunadas que otras, y en muchas protagonizadas por Cleopatra o Marco Antonio vuelve a ser un secundario vil y manipulador.
De entre las biografías centradas en él, me quedo con la de Anthony Everitt (2006) aunque de ella no me gusta el hecho que, al estilo Robert Graves, el autor acusa nuevamente a Livia de envenenar a Augusto en su lecho de muerte o la más reciente de Adrián Goldsworthy publicada en 2014 para honrar el bimilenario de la muerte del emperador.
Peter 0’toole como un anciano Augusto en Augusto el primer emperador
No obstante, sólo en la serie de novelas sobre la Antigua Roma de Colleen McCullough puedo reconocer al personaje que tanto he estudiado y a quien tanto admiro. La autora nos lo refleja como un joven tenaz que conquistó con su inteligencia y perspicacia la admiración de su tío abuelo, César, que no dudó en nombrarlo como su heredero y único hijo reconocido. También se captan las sombras del personaje, que no hay que olvidar, saltó a la primera línea política con tan sólo 17 años, soportando una carga sobre sus hombros que la mayoría de adolescentes de nuestra época sería incapaz de sobrellevar. Lástima que el relato de la escritora acabe tras la batalla de Accio. Me hubiera gustado una lectura del Principado a través de su pluma.
También aparece el personaje de Augusto en cómics como Las Águilas de Roma de Enrico Marini (2006) o Alix senator (2012) de Jacques Martin, o incluso en videojuegos como Shadow of Rome (que coprotagoniza con Agripa) o Civilization IV o V junto a César.
Las Águilas de Roma. Enrico Marini