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Tú serás...Marcelo

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“Y entonces Eneas, que a su lado marchar veía a un joven de hermoso aspecto y armas brillantes, mas con su frente ensombrecida y los ojos en un rostro abatido, preguntó ¿Quién padre, es aquel que así acompaña el caminar del héroe? ¡Qué estrépito forma su séquito! ¡Qué talla la suya! Pero una negra noche de triste sombra vuela en torno a su cabeza. A lo que el padre Anquises sin contener las lágrimas repuso:. ¡ay, hijo! No preguntes por el que será un gran duelo entre los tuyos; los hados lo mostrarán a las tierras solamente un instante y que más sea no habrán de consentir. ¡Pobre muchacho, ay! Si puedes quebrar un áspero sino, tú serás Marcelo. Dadme lirios a manos llenas, que  he de cubrirlo de flores”.
Eneida. Virgilio. Libro VI

Marco Claudio Marcelo. Siglo I a.C. Nápoles. Museo Arqueológico Nacional

Si había algo que irritaba enormemente a Livia en relación a Augusto era el excesivo favoritismo y devoción que siempre profesó a sus descendientes varones, primero a su sobrino Marcelo y después a sus nietos Cayo y Lucio.
Marco Claudio Marcelo fue el único hijo varón de Octavia, fruto de su primer matrimonio con Cayo Claudio Marcelo, descendiente del famoso general que destacó durante la Segunda GuerraPúnica; nació en el 43 a.C. y desde el primer momento que vino al mundo fue la debilidad de su madre y de su tío, el futuro Augusto, que a falta de un descendiente varón, volcó en él todas las atenciones a la vez que lo educó como un futuro heredero. Por las venas de Marcelo corría la sangre de dos de los linajes más antiguos y poderosos de Roma: la gens Claudia y la gens Julia; a ellas se unía la ascendencia Octavia, familia de origen plebeya pero inmensamente rica que lo ataba directamente al vínculo más importante de su vida, su tío Octavio.


Marcelo. 25-20 a.C. Roma. Fundazione Sorgente Group

Habituado a acompañar al futuro Príncipe en actos oficiales desde su tierna infancia, con tan sólo 14 años desfiló a caballo a su derecha en el triple triunfo que éste celebró tras la batalla de Accio por las calles de Roma; desde entonces fue aún más frecuente verlo junto a su tío, quien a finales de ese mismo año lo llevó con él en su viaje a la Galiae Hispania como tribuno militar para supervisar de cerca su educación militar durante el tiempo que permaneciera alejado de la capital del Imperio. En el viaje les acompañaba Tiberio, el hijo mayor de Livia, aunque Augusto siempre lo mantuvo en un segundo plano.
En 25 a.C., Augusto enfermo en Tarragona envío a los jóvenes de vuelta a Roma con la finalidad de que contrajeran matrimonio; una vez más quedó muy claro su apuesta por Marcelo, al casarlo con su única hija, Julia. De esta forma pretendía que Marcelo y los hijos que tuviera con Julia prosiguieran la obra de su vida cuando él ya no estuviera y asegurarse así que sólo su sangre rigiera los destinos de Roma. No obstante, al recaer de su enfermedad de regreso a la gran urbe, causó consternación en el joven y en los que lo rodeaban el hecho de que entregara su sello a Agripa, lo que equivalía entregar las llaves del Imperio a su colega más íntimo.


Busto de Marcelo. 29-25 a.C. Roma. Museos Capitolinos

En el año 24 a.C., con Agripa lejos de Roma (según algunos para evitar rivalidades con Marcelo), Augusto trató de compensar a su sobrino, colmándolo de honores. Lo primero que consiguió es que el Senado rebajara en 10, la edad legal de 37 años para acceder al Consulado; de este modo se aseguraba que Marcelo pudiera alcanzar la magistratura con 27 años. Igualmente lo propuso para el cargo de edil, lo que le permitiría encargarse de la celebración de juegos y de las construcciones en la ciudad. Gracias al apoyo de su tío, Marcelo consiguió el puesto con facilidad al mismo tiempo que contó con un presupuesto sin precedentes por lo que los juegos que organizó fueron de los más fastuosos que se recordaban en aquella época; por ejemplo fue muy aplaudido que cubriera el Foro romano durante el verano para celebrar luchas de gladiadores. La popularidad de Marcelo subió hasta límites insospechados.
A ello contribuyó también la personalidad y apariencia del joven pues a la belleza heredada de su madre y tío se unía un excelente físico; su carácter alegre y abierto tan diametralmente opuesto a la forma de ser de Tiberio hizo granjearse desde bien pronto las simpatías del pueblo de Roma. Pero inevitablemente ante tanta adulación era imposible que no fuera un poco arrogante y altanero, de ahí sus desavenencias con Agripa, al que en alguna ocasión pudo haber tratado con desdén.


Escultura heroica de Marcelo como Hermes. Siglo I a.C. París. Museo del Louve


Detalle

            Pero la gloria de Marcelo fue tan efímera como la de una estrella fugaz. A fines del año 23 a.C. Augusto recibió uno de los golpes más dolorosos de su vida al ver enfermar a su yerno; a pesar de que lo asistió el mismo médico que lo había atendido a él durante su más grave dolencia, Antonio Musa, no puedo hacer nada para salvar la vida de Marcelo que murió cuando apenas contaba 20 años dejando desolados a su tío, a su adolescente viuda Juliay, por encima de todos, a su madre Octavia, que jamás pudo reponerse del golpe y que a partir de entonces vivió recluida y alejada de la vida pública.
Desde el momento surgieron rumores de una posible funesta intervención de Livia para favorecer el ascenso de su hijo Tiberio tal y como apuntaban algunos historiadores como Tácito o Dión Casio, pero como ya expuse en mi reseña sobre la emperatriz, no es nada probable por lo que seguramente Marcelo fue una víctima desafortunada entre la tantas que sucumbieron ante la terrible epidemia que asoló Roma aquel año.

Epígrafe de Marcelo y Octavia

         Augusto le ofició un funeral de Estado en el que desfilaron todas las máscaras funerarias de la gens Julia, Claudia y Octavia, a excepción de la de César por estar deificado. El propio emperador pronunció el discurso funerario y colocó la urna con las cenizas de su sobrino en un nicho del colosal Mausoleo que se había construido en el Campo de Marte. Marcelo fue el primer miembro de la familia imperial enterrado allí. Todavía se conserva la lápida que cubría su sepultura en la que aparece en el epígrafe junto a su madre, fallecida y enterrada junto a él en el año 11 a.C.


Virgilio lee La Eneida a Augusto y Octavia.  Jean J. Taillasson. 1787. Lóndres, National Gallery

Para la perpetuidad quedan los bellísimos versos de Virgilio que provocaron el desmayo de Octavia cuando el poeta los leyó en privado a la familia imperial, la biblioteca que su madre patrocinó en su honor en el Pórtico de Octavia y, sobre todo, el magnífico teatro que le dedicó Augusto y que aún exhibe parte de la majestuosa fachada que serviría de inspiración a la obra más admirada de Roma, el Coliseo.


Teatro Marcelo. Roma 2013

El Mausoleo de Augusto

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“El más notable entre los monumentos es el conocido como Mausoleo (de Augusto), gran túmulo que surge sobre una alta base de mármol en las cercanías del río (Tíber), cubierto por todos lados, desde la cima, por árboles de hoja perenne. En la cúspide se encuentra una escultura en bronce de César Augusto, mientras bajo el túmulo está la tumba del mismo emperador, de sus parientes y de sus amigos más íntimos. Detrás hay un gran bosque sagrado que permite espléndidos paseos. En medio del campo hay un recinto de mármol blanco, construido en torno a la tumba de Augusto, que tiene una balaustrada circular de hierro cuyo interior está cubierto de álamos”.
Estrabón. Geografía. V.3.8.


Mausoleo de Augusto. Roma 1998

Lo que más impresionó a Augusto de la cultura egipcia fue su eterna búsqueda de la vida después de la muerte; por ello, a pesar de que los romanos en general, prácticos como eran,  no esperaban encontrar nada tras la existencia terrena, al volver a Roma en el 29 a.C. tras los suicidios de Marco Antonio y Cleopatra acaecidos después de la batalla de Accio comenzó a construir en el Campo de Marte, el que sería el mayor Mausoleo de todo el Mediterráneo, para albergar sus cenizas y la de los miembros de su familia. De alguna manera, como los grandes faraones, Augusto anhelaba alcanzar la inmortalidad más allá de esta vida.

Reconstrucción del Mausoleo según grabado de Luigi Canina. 1851

La gran tumba circular medía 87 metrosde diámetro y 40 de alta seguía modelos helenísticos (inspirados en la tumba de Alejandro) y etruscos. Se apoyaba en un gran basamento de travertino quizás rematado con un friso dórico adornado con metopas y triglifos sobre el cual se elevaba el imponente edificio compuesto por siete anillos concéntricos unidos entre ellos mediante de muros radiales.



Reconstrucción y planta

La parte interior estaba formada por cinco estructuras concéntricas que se iban elevando progresivamente a medida que se acercaban al centro, donde un gran pilar contenía una estancia cuadrada donde probablemente estaría la sepultura de Augusto. Ésta aparecía rodeaba de tres nichos donde se depositaron las urnas funerarias del resto de sus familiares. La zona superior cubierta por vegetación se coronada por una escultura colosal de Augusto en bronce que quedaba justamente encima de la urna con las cenizas del príncipe. A la cámara funeraria se accedía a través de un gran pasillo abovedado.

Interior

La puerta, situada al sur del edificio, estaba enmarcada por dos obeliscos que aún se alzan en las Plazas del Quirinale y Esquilino. En sus laterales exhibía en dos placas de bronce las Res Gestae divi Augusti, biografía oficial de Augusto.
Todo el monumento estaba rodeado de grandes jardines que por deseo de Augusto estaban abiertos al público.

Reconstrucción 


     Se tiene constancia que aquí fueron enterrados además del mismo emperador: su sobrino Marcelo, su  madre Atia, Agripa, su hermana Octavia, su  hijastro Druso, sus nietos Cayo y Lucio, su sobrino nieto Germánico, su nieta Agripina junto sus hijos Nerón, Druso, Livila y Drusila, el hijo de Tiberio, Druso el menor, y la emperatriz Livia; entre los sucesivos emperadores también fueron sepultados en el Mausoleo Tiberio, Calígula (de noche y a escondidas), Nerva y quizás Claudio; las que no fueron enterradas junto a la familia imperial fueron las dos Julia, hija y nieta de Augusto como él mismo estipuló en su testamento, ni el emperador Nerón al cual se le negó este derecho. En el siglo II d.C. fue enterrada allí Julia Domna, esposa de Antonino Pío, descendiente de la ilustre gens.
El monumento que en la actualidad está cerrado al público y se encuentra en un deplorable estado de abandono ha experimentado muchos cambios a lo largo de los siglos. Una vez saqueado  y expoliado fue convertido en una fortaleza medieval en el siglo XII por parte de la familia Colonna, después fue un jardín renacentista, un anfiteatro, un Auditorium para representaciones teatrales (con una capacidad entre 3000 y  3500 espectadores) e incluso una plaza de toros en el siglo XVIII. Entre 1936-1938, Benito Mussolini ordenó demoler todos los edificios que rodeaban la imponente tumba para intentar devolverle su estructura original.

Reconstrucción del Mausoleo como jardín

El Mausoleo ha sido la gran espina del bimilenario de Augusto pues no se pudieron empezar las obras de restauración, cuyo inicio están ahora previstos durante esta primavera. Cuando éstas concluyan (presumiblemente a lo largo del año 2016) junto a la rehabilitación de la Piazza AugustoImperatore que lo precede se reabrirá al publico. En muy pocas ocasiones se ha podido visitar, la última vez el mismo día del bimilenario, el pasado 19 de agosto, y desgraciadamente la apertura extraordinaria estuvo deslucida por la rotura de una tubería propició que el Mausoleo se anegara.

Roma 2005

Roma 2005

Yo he tenido la suerte de poder visitarlo en el año 2005 al encontrarse el monumento abierto casualmente. La experiencia estuvo cargada de emotividad pues a la grandiosidad de las estructuras se une la certeza de estar rindiendo homenaje en su último lugar de reposo al más grande emperador romano. 

Roma 2013
Totalmente aislado, visto desde el Ara Pacis, única visión que se puede obtener en la actualidad

Res Gestae Divi Augusti

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“Entre las disposiciones que (Augusto) dejó en poder de las Vírgenes Vestales, había una relación de sus hechos, en la que manifestaba el deseo de que fuera grabada en dos tablas que debían colocarse delante de su mausoleo”
Suetonio. Vida de Augusto. 101

Texto original de las Res Gestae Divi Augusti hallado en Ankara

Una faceta de Augusto no muy conocida es la de escritor. Al primer emperador romano le gustaba escribir tanto en prosa como en verso. Su estilo era directo pues su intención era transmitir un mensaje claro e inteligible. Según Suetonio “tenía un estilo oratorio elegante y moderado, evitando las estupideces y el artificio de las frases hechas y como él decía “los hedores de las palabras anticuadas”. Ante todo le preocupaba expresar sus ideas con la mayor claridad posible. Para conseguirlo con mayor facilidad y para que nada perturbase o petrificase al lector o al oyente, nunca vaciló en poner preposiciones ante los nombres de ciudades y en hacer frecuente uso de conjunciones que cuando se omiten oscurecen algo la frase pero aumentan su encanto” (Suetonio. Vida de Augusto. 86).
Durante su estancia obligada en Tarragona, a causa de su enfermedad, para entretenerse escribió una biografía narrada en 13 libros que alcanzaba hasta el final de las Guerras Cántabras en el año 25 a.C., De vita sua; desgraciadamente tanto la obra como los comentarios que escribió Asinio Polión sobre ella se han perdido. Tampoco han llegado hasta nosotros otras obras suyas aunque se tienen referencias de varios poemas y un texto contestando al Catón de Marco Junio Bruto. Una anécdota curiosa es que comenzó a escribir con gran entusiasmo una tragedia pero como su realización no acabada de gustarle, la destruyó. Cuando le preguntaban por su Áyax (protagonista de su obra) les respondió con gran sentido del humor que se había arrojado sobre la esponja (Suetonio. Vida de Augusto. 85).
Solamente se han conservado completas las Res Gestae Divi Augusti, testamento político que el Príncipe hizo grabar en bronce a las puertas de su mausoleo y cuyas copias se reprodujeron por varias ciudades del Imperio. La versión que ha llegado hasta nuestros días es la hallada en un monumento en Ankara  a mediados del siglo XVI, escrita en griego y latín, por lo que una permitió eliminar las lagunas que existían en la otra. En Antioquía y Apolonia han aparecido otras transcripciones idénticas por lo que corrobora la teoría de que se trata de las memorias oficiales de Augusto escritas por él e impuesta como modelo único para uso público y propagandístico. El propio emperador nos indica su fecha de realización al final del texto "cuando escribí estos hechos estaba en el septuagésimo sexto  año de mi vida"(Capítulo 35) o sea en el año 13 d.C., un año antes de su muerte.

Monumento Ancyranum en Ankara

El relato, dividido en cuatro partes, consta de 35 capítulos, además de una breve introducción y una conclusión final añadida tras su muerte en tercera persona, a diferencia de lo escrito por Augusto que narra sucesivamente los distintos aspectos de la tarea de su gobierno, siempre en primera persona.
En la primera parte (Capítulos 2-14) se resume la carrera política de Augusto junto con las magistraturas que ostentó. La segunda (Capítulos 15-24) la dedica a enumerar las donaciones que realizó a expensas de su fortuna personal tanto en dinero como en tierras a sus legiones y a los ciudadanos de Italia así, como las grandes inversiones que destinó a obras públicas y a juegos y espectáculos de gladiadores. La tercera parte (Capítulos 25-33) se centra en las guerras y alianzas con otros pueblos que llevó a cabo. Para terminar, la cuarta parte (Capítulos 34-35) recuerda los honores que le fueron concedidos por el Senado, el ejército y el pueblo de Roma.
El apéndice en tercera persona plasma que los gastos invertidos por el Príncipe para salvar al Estado que ascinderían a 2.400.000 sestercios (lo que equivaldría a unos 3.192.000 € pues un sestercio sería más o menos 1,33 €) al mismo tiempo que refiere la imposibilidad de cuantificar el montante que gastó y restauración de edificios.
Por supuesto, las Res Gestae (como denominó Augusto el texto, el resto del título fue obra de Livia y Tiberio) no son una narración objetiva porque su finalidad era sobre todo propagandística siendo en esto una obra maestra. En el exterior del nuevo edificio que protege el Ara Pacis desde el año 2006 se puede ver una copia del texto augusteo. 

Res Gestae en el exterior del Ara Pacis Augustae

La Conspiración de Murena

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A pesar del terrible dolor que le causó la muerte de Marcelo, Augusto no pudo dedicar mucho tiempo al duelo público, pues sus responsabilidades de gobierno se lo impedían, por tanto al poco tiempo de enterrar a su joven sobrino se vio obligado a buscar otras alternativas para dar perdurabilidad a su obra política, que estuvo en serio peligro algunos meses después, ya en 22 a.C., con la conocida como Conspiración de Murena.

Busto de Augusto. Siglo I a.C. Centuripe. Sicilia

El origen de esta conjura está en la acusación contra el gobernador de Macedonia, Marco Primo, imputado por haber iniciado una guerra contra Tracia sin autorización del Senado (era un delito muy grave sacar un ejército de una provincia, más en este caso al tratarse de una bajo tutela senatorial). Primo alegó que había recibido órdenes de Marcelo, que a causa de su fallecimiento no pudo declarar en el juicio. Augusto asistió a las sesiones por decisión propia (pues consideraban que podría ser una afrenta hacia él hacerlo testificar) y cuando el presidente del tribunal le preguntó si él había dado tal orden a Marcelo, el Príncipe contestó que no. A continuación, el abogado defensor de Primo, Lucio Terencio Varrón Murena, también cuñado de Mecenas empezó a hacer comentarios irrespetuosos contra el emperador y le preguntó descaradamente: “¿Qué estás haciendo aquí y quién te ha pedido que venga?”. “El interés común”fue su respuesta.

Reconstrucción de la Basílica Julia, sede del Tribunal durante la época de Augusto

 Primo fue condenado al exilio, lo que provocó cierto malestar entre algunos miembros de la alta aristocracia que encabezados por Fanio Cepión se unieron para acabar con la vida de Augusto; entre los conspiradores se encontraba Murena. La conspiración fue rápidamente descubierta y los implicados condenados a muerte; no obstante Murena, avisado por Mecenas consiguió huir aunque fue condenado en ausencia y posteriormente asesinado por las tropas de Augusto.
Una consecuencia triste de estos acontecimientos fue que Augusto, aunque no tomó represalias contra Mecenas lo apartó de su círculo de íntimos por lo que la bonita relación existente entre ambos desde la adolescencia se enfrió. A pesar de ello, en alguna ocasión el Príncipe siguió acudiendo a Mecenas en busca de consejo, pero no con la misma confianza de antes. 

Cayo Cilnio Mecenas

Agripa y Julia

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“Le has hecho tan poderoso que (Agripa) debe convertirse en tu yerno o ser asesinado”
Consejo de Mecenas a Augusto. Dión Casio. Historia Romana. 54, 6-5 

Tal cúmulo de acontecimientos negativos acaecidos en tan poco espacio temporal motivaron que Augusto, ansioso de recuperar su estabilidad tanto personal como política, reclamara a Agripa (que se encontraba en Oriente desde hacía un par de años). Siguiendo el consejo de Mecenas, el Príncipe le ofreció en matrimonio a su hija Julia, una vez finalizado el período de luto estipulado tras la muerte de su primer esposo, Marcelo. Esta opción también fue promovida por una desolada Octavia (aunque supuso el divorcio de su hija Marcela casada con Agripa) pues amargada por la muerte de Marcelo y resentida con Livia (que siempre había puesto impedimentos a la promoción de aquel) deseaba evitar a toda costa que fuera el hijo de la emperatriz, Tiberio, el elegido para sustituir al desventurado joven. Fue la última intervención en política de Octavia, pues a continuación se retiró de la vida pública para vivir su luto en soledad hasta su muerte.

Agripa y Julia junto a su hijo Cayo ocupan un lugar preeminente en el Ara Pacis Augustae. 9 a.C.
Roma 2013

 Agripa aceptó encantado tan grande honor que no sólo le suponía entrar de lleno en la familia imperial sino que materializaba por parte de un plebeyo una aspiración imposible en cualquier otra circunstancia: tener como esposa a un miembro de una de los linajes más antiguos y poderosos de Roma, descendiente del divino Julio y de la mismísima diosa Venus. La ceremonia se celebró el año 21 a.C. y como regalo de bodas, la mano derecha del Príncipe obsequió a su flamante esposa con una villa a orillas del Tíber, cuyas preciosas pinturas murales aún se conservan en el Museo de las Termas de la capital italiana.

Villa de Agripa y Julia conocida como Casa de la Farnesina. 21 a.C. 
Museo de las Termas. Roma 2011

No sabemos, en cambio, cómo puedo haber reaccionado la joven de 18 años obligada a casarse con un hombre de la edad de su padre, o sea, 24 años mayor que ella;aparentemente no mostró rechazo, no obstante el hecho de que el comportamiento licencioso de Julia, que marcaría su vida y destino, comenzara a manifestarse desde su segundo matrimonio es indicativo de que no debió digerirlo muy bien, no tanto por la diferencia de edad (algo muy habitual en la antigua Roma) sino a causa de la baja estirpe de su esposo (algo que aborrecían también algunos de sus descendientes como su nieto Calígula). Así y todo, de esta unión nacieron 5 hijos, el germen de la famosísima dinastía julio-claudia: Cayo, Lucio, Agripina (madre de Calígula y abuela de Nerón), Julia la Menory Agripa Póstumo.
El primero de ellos, Cayo, vino al mundo en el año 20 a.C., regalando a Augusto uno de los momentos más felices de su vida. El pequeño, (al que el Príncipe apodaba cariñosamente como su burrito) ocupó con facilidad el gran vacío que había dejado Marcelo en su corazón y desde el primer momento su cariño por él fue infinito. Tres años después nació Lucio, momento que aprovechó Augusto para adoptar a los dos niños, lo que equivalía a  nombrarlos sus herederos. Al vivir sus padres se celebró una curiosa ceremonia que implicaba una compra simbólica: Augusto golpeaba tres veces una balanza con una moneda de poco valor en presencia de un pretor. El Príncipe volvía  a vivir sereno sintiendo asegurado el futuro de Roma.

Cayo César niño. Copia de busto en mármol. Museo del Ara Pacis. Roma 2013

Por ello, y a pesar del profundo desprecio que muchos de los nobles profesaban a Agripa, debido a sus orígenes, su suegro lo colmó de los máximos honores, por lo que su estatus sobrepasaba con diferencia a la de cualquier senador: entre estos destacan que en 18 a.C. se le concedió un proconsulado de cinco años que se transformaría en  maius (mayor de los de cualquier gobernador) al mismo tiempo que se le concedió la tribunicia potestad por cinco años, algo que sólo Augusto (éste con carácter permanente) había poseído. Como yerno de aquel y padre de los príncipes, ocupaba el segundo puesto del Estado por lo que en el caso de que el emperador falleciera, Agripa habría ocupado su lugar como regente de sus hijos.

Julia, el mayor fracaso de Augusto

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“A sus amigos decía que tenía dos hijas caprichosas a las que adoraba: la República y Julia”
Macrobio. Saturnales. 2,5,4
  
Supuesto busto de Julia encontrado en Aranova (cerca de Fiumicino)

Julia era la única hija biológica de Augusto, nacida a finales del año 39 a.C. del breve matrimonio entre el Príncipe y su segunda esposa Escribonia (de la que se divorció el mismo día que nació la niña) que fue educada por su padre y su madrastra Livia siguiendo las rígidas costumbres del antiguo patriciado romano. Su instrucción, que incluía el trabajo de la lana, estaba sometida a severas reglas, entre las que destacaba la prohibición de entablar una conversación o llegar a cabo ninguna acción que no pudiera recogerse en el diario de la casa imperial. No obstante, teniendo en cuenta su posición, también recibió la más esmerada educación en retórica y griego. Por ello, Julia se convirtió en una mujer culta y refinada con amplios conocimientos en arte y literatura.


Frances White interpreta a Julia en Yo, Claudio. Fotograma de la serie. 1976

     Utilizada siempre por su padre como pieza política (con dos años ya estaba prometida  a Antilo, hijo mayor de Marco Antonio), la joven se vio obligada a casarse tres veces por razón de Estado. Su primer matrimonio con su primo Marcelo (acaecido en 25 a.C.) prometía una relación idílica: ambos eran jóvenes, guapos, ricos y descendientes de un linaje ejemplar que se remontaba a la diosa Venus. Julia contaba tan sólo 14 años cuando se celebró el enlace, interrumpido sólo dos años después a causa de la muerte inesperada de su prometedor esposo.
Pasado el luto, Augusto la casó con Marco Vipsanio Agripa, su mano derecha y el más grande general romano del momento. Julia debió sentirse desilusionada y confusa pues tras haber tenido un marido de ensueño se encontraba con otro 24 años mayor que ella y de dudosa estirpe. A pesar de ello, fruto de esta unión nacieron 5 hijos.

Julia con Agripa y su hijo Cayo. La sigue de cerca Tiberio. Ara pacis Augustae. 13- 9 a.C. Roma 2013

Al morir Agripa en el 12 a.C., Julia contrajo nuevas nupcias con su hermanastro Tiberio. La disparidad de caracteres de la nueva pareja y otras circunstancias (como la amargura del hijo de Livia que se vio obligado a divorciarse de su amada esposa Vipsania) provocó que la unión fuera un absoluto fracaso, a pesar de que en su juventud la hija de Augusto se había sentido atraída por Tiberio.
Durante su segundo matrimonio, Julia, cansada de estar sometida a los intereses de Roma y aprovechando las largas ausencias de su marido, se unió a un grupo de intelectuales en los que no sólo se debatía sobre poesía y política sino que también  celebraban fiestas hasta altas horas de la madrugada por lo que, en un acto de rebeldía, Julia empezó a coleccionar numerosos amantes jóvenes, con los que conseguía sentirse una mujer y no sólo un objeto al servicio de la sucesión imperial.
La joven, de gran belleza y personalidad, sabía disfrutar de su posición de hija de Augusto. Después de dar a luz a sus dos hijos mayores, Cayo (en 20 a.C.) y Lucio (en 17 a.C.) empezó a sentirse la mujer más poderosa del mundo, por encima incluso de Livia, pues de sus hijos (adoptados inmediatamente por el emperador) pendían todas las esperanzas de continuidad del Imperio. Acostumbrada al lujo y a la exhuberancia cuando le preguntaban por qué no seguía el ejemplo de modestia de su padre ella siempre contestaba: “Él no se acuerda que es el César, pero yo nunca olvido que soy la hija del César”. (Macrobio.Saturnales.2,5, 5, 7).

Moneda con Augusto en el anverso y Julia entre Cayo y Lucio en el reverso. Siglo I a.C.

Es difícil saber si Augusto, empeñado en imponer a la sociedad romana una estricta moralidad propia de los inicios de la historia de Roma, conocía el alcance de las diversiones de Julia, que él entendía como simples chiquilladas de una joven consentida a la que, a pesar de todo, quería con locura. Si alguna vez le asaltaban las dudas sobre la fidelidad de su hija hacía su yerno, se tranquilizaba al ver cuánto se parecían todos sus nietos a Agripa. No obstante, cuando en una ocasión un amigo le preguntó a Julia, cómo lo lograba, ella replicó que “sólo aceptaba pasajeros cuando la nave estaba completa”, (Macrobio Saturnales. 2,5,9), es decir, que sólo mantenía relaciones con otros hombres estando embarazada de su marido.

Escena erótica del Prostíbulo. Siglo I d. C.  Pompeya 2011

De carácter extrovertido e ingenioso siempre tenía una réplica a punto para cualquiera que osara reprocharle cualquier cosa, incluido su padre. Las fuentes narran multitud de anécdotas sobre este asunto: por ejemplo una vez presidió junto a Livia unos juegos de gladiadores, mientras la emperatriz se rodeó de hombres notables en torno a Julia se dieron cita un grupo numerosos de jóvenes irrespetuosos. Cuando Augusto le recriminó tal desfachatez por escrito comparando la actitud de las dos mujeres más importantes de Roma, ella le contestó mordazmente atacando sutilmente la edad de la emperatriz “estos se harán viejos conmigo” (Macrobio. Saturnales. 2,6,7,9). En otra ocasión el emperador no supo disimular su disgusto al verla aparecer en una recepción con un vestido muy atrevido aunque no le dijo nada. Al día siguiente Julia se presentó ante el Príncipe con un vestido más recatado. Él, feliz le dijo: “Cuánto más adecuado es este vestido para la hija de Augusto” Nuevamente la joven replicó con descaro “En efecto, hoy me he vestido para los ojos de mi padre, ayer para los de mi marido” (Macrobio. Saturnales. 2,5,5).
Además de los dos príncipes herederos Agripa y Julia tuvieron tres hijos más: Julia la menor (nacida en 19 a.C.), Agripina la mayor (nacida en 14 a.C.), y ya fallecido su padre, en el 12 a.C. vino al mundo el último vástago de la pareja, al que Augusto llamó Agripa Póstumo, en un homenaje a su amigo con la finalidad de que no se perdiera su nombre.

Lucio César niño. Copia de busto en mármol. Museo del Ara Pacis. Roma 2013

A partir de aquí y tras su tercer matrimonio con Tiberio la conducta de Julia comenzó a ser escandalosa y de dominio público. Al principio se mostró dócil e incluso acompañó embarazada, aunque obligada, a su marido a sus campañas militares en Panonia y Germania; allí dio a luz a un niño prematuro que murió casi de inmediato. Julia, que independientemente de su conducta, era una buena madre que adoraba a sus hijos, sufrió una gran conmoción por lo que volvió a Roma decidida a vivir su vida junto al único hombre que había amado de verdad, Julo Antonio, el último superviviente de los hijos habidos en el matrimonio entre Marco Antonio y Fulvia. Ambos niños se habían criado juntos desde que Octavia (tercera esposa de Antonio) acogió en su casa a los hijos de su marido, y se habían vuelto a reencontrar en los círculos que frecuentaba la joven surgiendo una gran pasión entre ellos, que apenas se molestaban en ocultar. En el año 6 a.C., Tiberio, convertido en el segundo hombre más poderoso de Roma, abandonó todas sus funciones políticas, exiliándose voluntariamente a Rodas, contra la voluntad de Augusto, para huir de la humillación a la que lo sometía su esposa.


Julia junto a Julo Antonio en un fotograma de la serie Augusto, el primer emperador. 2004

     Por su parte, Julo Antonio y Julia se unieron a una conjura que pretendía acabar con la vida de Augusto durante el 30 aniversario de la batalla de Azio. Es difícil saber si Julia estaba al tanto del objetivo final de ésta, pues amaba a su padre; probablemente lo único que pretendía era forzar su divorcio para poder contraer matrimonio con su amante y promover los intereses de sus hijos frente a Tiberio y Livia. Cuentan que en una fiesta nocturna que derivó en orgía por las calles de Roma, ella subida en los hombros de Julo Antonio, coronó una estatua de Marsias (símbolo de la libertad) para reivindicar su propia libertad. Es curioso que Marsias era un sátiro que sufrió castigo por enfrentarse a Apolo, dios con el que se identifica Augusto.
Cuando se descubrió la conjura en 2 a.C, Julia fue acusada de traición y adulterio (se decía que por su cama habían pasado hombres de todas las razas y condición social, algo poco probable por lo elitista que era la joven que despreciaba incluso a Tiberio a causa de su familia paterna, los Claudio Nerón). Augusto había promulgado en 17 a.C. una ley que castigaba severamente la infidelidad conyugal, la Lex Iulia de adulteriis coeercendis, por lo que no tuvo más remedio que aplicarla a su propia hija que salvó la vida pero fue desterrada a la pequeña isla de Pandataria. Sus amantes e implicados en la conjura fueron juzgados y condenados al destierro, a excepción de Julo Antonio (a quien Augusto había proporcionado una educación digna de un príncipe) que fue obligado a suicidarse.


Julo Antonio acaricia la cabeza de Julia Menor en el Ara Pacis. 13-9 a.C.

 Con la única compañía de su madre, Escribonia, Julia partió hacia el exilio. En la inhóspita isla, los únicos hombres con quien podía tener contacto eran los soldados obligados a vigilarla que tenían prohibido acercarse a ella. No disponía de ningún lujo e incluso la comida era de lo más frugal. Las pocas visitas que podía recibir eran las supervisadas por Augusto que solicitaba incluso informes sobre el aspecto físico de los hombres para que no le resultaran atractivos a Julia.
Algunas fuentes hostiles a Livia apuntan la implicación de la emperatriz en la caída en desgracia de Julia. No obstante es poco probable una intervención suya más allá de intentar advertir a Augusto sobre el comportamiento de su hija.
El Príncipe soportó mucho peor la deshonra de Julia que la muerte de sus seres queridos, pues acostumbrado a imponer su voluntad se sintió humillado y ridiculizado además de llegar a la conclusión de que había fracasado como padre. Estuvo largo tiempo recluido alejado de la vida pública. Incluso no compareció en el Senado para acusarla sino que envío una carta con los delitos que se le atribuían y con los nombres de todos los implicados en la conjura. Cuando se enteró que la liberta encargada del cuidado de su su hija, Febe, se había suicidado, exclamó que “Desearía haber sido el padre de Febe”. (Suetonio. Vida de Augusto. 65,2-3). Augusto comunicó a Tiberio el divorcio de su hija, pero ni le perdonó su abandono ni le permitió volver del exilio pues en el fondo lo culpaba de la degeneración de la conducta de Julia. 


Julia (Vittoria Belvedere) en la miniserie Augusto, el primer emperador. 2004

A pesar de todo, el pueblo romano sentía una gran simpatía por la joven, de carácter dulce y muy humano por lo que continuamente reclamaban a Augusto su perdón. Este contestaba airado “¡que los dioses os castiguen con hijas o mujeres que se comporten del mismo modo!”(Dion Casio.Historia Romana. 55,13,1)o “antes se mezclarán el fuego y el agua que se le permita volver”;  algunos seguidores de Julia lanzaron antorchas encendidas al Tíber en señal de protesta (Suetonio. Vida de Augusto. 65,3).
Después de cinco años, Augusto cedió y la trasladó a la isla de Reghium a la vez que ordenó que se suavizaran un poco sus condiciones de vida. Aún así nunca volvió a pronunciar su nombre y dejó estipulado en su testamento que si le sobrevivía no la enterraran en su mausoleo.
A los pocos meses de la muerte de Augusto, Julia falleció a la edad de 53 años, amargada por las noticias que les llegaban de Roma comunicándole una tras otras las desgracias acaecidas a sus hijos: primero las muertes de Cayo y Lucio, después el destierro de Agripa Póstumo y su posterior muerte además de la deshonra de su hija menor, Julia, que al igual que ella moriría 20 años después desterrada en otra Isla. Según Tácito, Tiberio (que había vuelto a Roma tras la muerte prematura de los nietos de Augusto y que heredó el trono imperial) “dejo morir (a la que fuera su esposa) lentamente de hambre, exiliada y deshonrada”. (Anales. 1,53). Todas sus esculturas fueron destruidas, de ahí que se haga tan difícil la identificación de retratos suyos.


Busto de Tiberio. Siglo I a.C. Copenhage, Carlsberg Glyptotek

      Por mi parte, pienso que Augusto que controlaba hasta el más mínimo detalle lo que ocurría en cualquier lugar de su vasto Imperio, debía conocer hasta cierto punto las costumbres disolutas de su hija, y de alguna manera las consentía; sólo actuó duramente cuando sus acciones empezaron a ser de dominio público y a tener consecuencias políticas. En ese momento se vio obligado a elegir entre sus dos hijas y pese al gran dolor que sufrió en su corazón, sacrificó a Julia en aras de lo que él creía que era lo mejor para Roma: "Cuando se gobierna no se puede admitir ningún tipo de debilidad a pesar de tu propio sufrimiento y del que puedas inflingir a los tuyos" (Así Augusto se despide de Julia en la MIniserie Augusto, el primer emperador, 2004). Es curioso que la familia divina retratada magistralmente en el Ara Pacis sólo unos años antes, en 2 a.C. se hubiera desintegrado casi al completo en tan poco tiempo.

Hacia Oriente (22-20 a.C)

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Mapa del Imperio romano en tiempos de Augusto. Tomado de H. Kinder y W. Hilgemman, Atlas Histórico Mundial (tomo I). ISBN: 84-7090-005-6. Ediciones Istmo. Madrid

Un Imperio tan extenso como el romano requería la presencia de su máximo representante en cualquier territorio del mismo para supervisar de primera mano el cumplimiento de la leyes impuestas por Roma; por este motivo, tanto Augusto como Agripa alternaban estancias en Roma con visitas a las provincias. Como consecuencia, el Príncipe no se encontraba presente en la capital cuando se celebró la boda entre su colega de gobierno y su hija Julia pues en el momento de su celebración hacía meses que había partido hacia Oriente. Agripa, por su parte, tras la ceremonia nupcial marchó hacia Hispania y la Galia donde reanudó con éxito las campañas militares allí pendientes. En 19 a.C., acabó con las guerras cántabras y se dedicó a fundar ciudades al mismo tiempo que a patrocinar grandes obras públicas en estas provincias.
En su nuevo viaje, Augusto hizo una primera parada en Sicilia, la más antigua provincia romana de ultramar y que era una de las que permanecía bajo la tutela del Senado (de todas maneras la auctoritas del emperador impedía que el gobernador de la isla pudiera oponérsele). Todas las provincias independientemente de su tipología se habían acostumbrado a solicitar audiencia al Príncipe para tratar directamente con él cuestiones que se escapaban a la esfera del gobernador.
El emperador (que siempre fue una persona muy cercana que trataba de escuchar a todo el mundo) permaneció en esta ocasión en Sicilia durante el invierno del 22-21 a.C. No visitaba la isla desde las luchas contra Sexto Pompeyo, motivo por el cual los sicilianos (que gozaban de derechos latinos desde los tiempos de Julio César) habían pagado un alto precio: tras la batalla de Nauloco, el entonces Octavio arrasó ciudades, confiscó tierras, ejecutó a los cabecillas que habían apoyado al hijo de Pompeyo y probablemente revocó a la población la categoría de latinos. Sin embargo, ahora, en su afán pacificador, Augusto estaba dispuesto a recuperar la estabilidad de la zona (a pesar de que el suministro de grano ya no dependía tanto de Sicilia  sino más bien de Egipto y el Norte de África). En esta línea fundó 6 nuevas colonias entre las que se incluían Siracusa, Catania (Catina) y Palermo (Panormus). En realidad las ciudades (de origen griego) ya existían pero se aumentó la población de las mismas con veteranos del ejército, en un intento de enraizar más profundamente allí la cultura romana. Al mismo tiempo, devolvió la categoría de latinos a muchos de sus habitantes a la vez que ordenó importantes proyectos constructivos animando a las élites locales a seguir su ejemplo, empeñado como estaba en que cada rincón del Imperio fuera un reflejo de su Roma de mármol. Así. Sicilia llegó a ser considerada como una parte de Italia, si bien se mantuvieron sus cultos y costumbres locales de raigambre griega. Como consecuencia, el comercio comenzó a fluir por todas las localidades costeras lo que otorgó una gran prosperidad a la zona.

Restos de los pilares del Arco Augusteo. Siglo I a.C. Siracusa
  Di Codas2 - Opera propria. Con licenza CC BY-SA 3.0 tramite Wikimedia Commons Fuente: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Arco_augusteo_di_Siracusa.JPG#/media/File:Arco_augusteo di_Siracusa.JPG

Desde aquí, en 21 a.C., Augusto se dirigió a Grecia. Allí desde su victoria en Accio se le había considerado como un monarca. Ya en 27 a.C. se erigió un templo en su honor en la Acrópolis; él permitió el culto siempre que fuera dedicado junto a la diosa Roma. Igualmente en Efeso se consagró un altar a Augusto y a la diosa que personificaba a la capital del mundo. A pesar de que Augusto no era especialmente religioso ni aspiraba a la divinización en vida, permitió ese culto como una forma de acercamiento de los habitantes de las provincias a su persona y a la idea de Roma, pues facilitaba que estas gentes entendieran que él era quien gobernaba sobre ellos bajo la autoridad de la Ciudad Eterna pero a la vez era quien velaba por su prosperidad. Por su parte las provincias intentaban así captar la atención del César que se veía obligado a recibir a sus benefactores y a escuchar sus peticiones de primera mano.
A pesar del apoyo que Grecia había prestado primero a los asesinos de Julio César y después a Marco Antonio y Cleopatra, el gran respeto y veneración que Augusto y la civilización romana en general profesaban hacia la cultura griega  le llevó  a ser más magnánimo con estos territorios que con otros aliados de sus enemigos. De hecho Augusto y Agripa invirtieron grandes cantidades de dinero con el deseo de imprimir su sello en la capital helénica. Agripa, siguiendo sus grandes dotes constructivas,  diseñó un Odeón muy alabado (un teatro cubierto erigido en medio del antiguo Ágora o mercado). Del mismo modo, ambos patrocinaron la creación de un nuevo mercado. Al igual que en Sicilia esto animó a la población local a realizar proyectos constructivos lo que conllevó que se volvieran a celebrar festivales y competiciones atléticas en nuevos teatros y estadios. También se levantaron anfiteatros, pero las luchas de gladiadores no contaron con tanto entusiasmo entre la población griega.

Ágora romana. Siglo I a.C. Atenas

En el año 21 a.C. Augusto pasó el invierno en la isla de Samos y luego en 20 a.C. se dirigió hacia Asia y Bitinia en dirección a Siria. En todos los lugares por los que iba pasando, Augusto siguió recibiendo a todos los que querían acercarse a él. Como consecuencia de esto algunas ciudades como Esparta consiguieron ampliar su autoridad pero otras, en cambio, como Cizio en Asia perdió categoría cívica y algunos de sus ciudadanos fueron esclavizados por haberse rebelado contra el poder de Roma y haber ejecutado a varios ciudadanos romanos.

Cesárea Romana en Israel. Fundada en el Siglo I a.C. por Herodes el Grande

Uno de los reyes clientes que acudió a rendir pleitesía a Augusto fue Herodes el Grande, uno de los más grandes aduladores del poder imperial. Dedicó más de una ciudad con el nombre de Cesárea y multitud de santuarios fueron consagrados por él a Roma y Augusto. Por ello en 20 a.C. se le concedieron nuevos territorios y se le  permitió a varios de sus hijos estudiar en Roma bajo la tutela directa del emperador. De hecho uno de sus nietos, Herodes Agripa (que recibió su sobrenombre para honrar al yerno de Augusto) fue muy querido por la familia imperial llegando a trabar una gran amistad con Calígula y Claudio, quien lo coronó rey de Judea.
A pesar de encontrase lejos de su amada ciudad, Augusto no abandonaba los asuntos de Roma por lo que ordenó a Agripa trasladarse hacia allí para resolver algunos desordenes que estaban teniendo lugar en la gran urbe.
La última escala del viaje oriental del emperador fue Partia, donde conseguiría un gran logro diplomático: la devolución de las águilas arrebatadas a Craso en 53 a.C. tras su derrota en la batalla de Carras. El momento de la entrega de los estandartes nuevamente a Roma fue inmortalizado para la posteridad en la coraza que cubre el pecho de la escultura más sublime del Príncipe, el Augusto de Prima Porta.

Restauración del Mausoleo de Augusto

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Proyecto restauración Piazza Augusto Imperatore

El pasado 16 de abril, el alcalde de Roma Ignazio Marino anunció una bellísima noticia que en los círculos artísticos romanos se esperaba desde hace tiempo: los trabajos de restauración del Mausoleo de Augusto y de la Piazza Augusto Imperatore, en la que se ubica, comenzarán en octubre de este mismo año y tendrán una duración de 600 días. El arquitecto encargado del diseño es Francesco Cellini.
El proyecto (en marcha desde diciembre del año 2006) ha sufrido multitud de vicisitudes sin olvidar que ha sido la gran espina del bimilenario de la muerte del emperador celebrado el año pasado; no obstante parece que será una realidad antes de finales del 2017. Así, no sólo se dará un nuevo perfil a la plaza que Roma dedicó al Padre de la Patriasino lo que es más importante se reabrirá al público el segundo monumento funerario más grande del mundo antiguo, sólo superado por las pirámides egipcias, último lugar de reposo del más grande emperador romano así de cómo casi todos los miembros de la mítica dinastía julio-claudia.


Proyecto restauración Piazza Augusto Imperatore

La plaza pretende conjugar lo antiguo y lo moderno, aunque tendrá una definición fundamentalmente arqueológica, es decir, se situará en un nivel más bajo que el actual, recuperando y restaurando la pavimentación original del siglo I. El Mausoleo, que por primera vez podrá contemplarse en sus proporciones reales, dominará la plaza, que se conecta en altura con la ciudad a través de dos escalinatas contrapuestas: una hacia el oeste (desde Via di Ripetta entre la fuente del Ara Pacis) y otra hacia el este (desde el ábside la iglesia de San Carlo al Corso). Al sur cerrará la plaza una cafetería.
Las labores de restauración del Mausoleo se desarrollarán en tres fases:
1ª Fase: Consistiría en una restauración conservativa de consolidación de los muros antiguos algo que no se puede demorar mucho más. Con ella el Mausoleo quedará a la vista y podrá ser visitado por el público.
2ª Fase: se completaría la instalación: iluminación, antiincendio, seguridad y vídeo vigilancia y climatización.
3ª. Fase: Se completaría el conjunto con un museo donde se expondría todo el material encontrado in situ, nunca antes expuesto al público que se conserva en los almacenes de la Sovrintendeza(Departamento de bienes culturales).


Roma 2013

El anuncio me ha llenado de alegría pues no hay mejor regalo de Roma a la memoria de Augusto que perpetuar su obra para que la disfrute toda la humanidad y las generaciones futuras. Los discursos bonitos se olvidan, el hormigón romano perdura más allá del tiempo. 

Fuente: 
http://www.comune.roma.it/PCR/do/jpsite/Site/detail;jsessionid=9C85A39F833758127C31815905FD82FD?contentId=NMS848857


Atenas en época de Augusto

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“Los griegos fueron trascendentes; los romanos, prácticos. Los griegos se preguntaban sobre el ser; los romanos, sobre el estar. Los primeros tendían puentes de sabiduría y arte; los segundos, puentes para agrandar su imperio terrenal. Aquellos quisieron un pensamiento racional para comprender el mundo; a estos sólo les interesaba conquistarlo. Por eso la filosofía de ambas culturas es tan diferente. Mientras los griegos crearon la metafísica, los romanos inventaron, por ejemplo, el derecho civil ¿qué es más útil?. Que cada cual ofrezca su respuesta”.
Javier Reverte. Un otoño romano.

Acrópolis de Atenas

Las comparaciones entre Grecia y Roma han sido una constante a lo largo de la historia, quedando en general mal parada la segunda. Yo particularmente por más que ame la belleza y las proporciones helénicas, me considero eminentemente práctica y romana hasta la médula por lo que me cuesta digerir el menosprecio hacia la cultura y el arte romanos por parte de muchos círculos académicos; lo sufrí en mis propias carnes durante los cinco años que duró mi carrera universitaria de Geografía e Historia y Arte en los que sólo me mostraron de pasada breves esbozos de la civilización a la que más debemos. La primera vez que contemplé los frescos de la Villa de Livia, actualmente en el Museo de las Termas de Roma lloré de rabia al no entender cómo podía desconocer la existencia de las pinturas antiguas más hermosas que jamás había visto, si bien en la asignatura de Arte Clásico tuve que sufrir durante cinco eternos meses cada una de las tipologías de la cerámica griega.
Está claro que los romanos se embebieron de influencias helenas del mismo modo que lo hicieron de las etruscas; a sabiendas de que no podían superar la perfección tomaron lo que les interesaba de ambas para crear cosas si cabe más hermosas, porque además de encerrar una belleza sublime estaban destinadas en gran medida a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, siendo por encima de todo, duraderas. Por eso mientras que Atenas desgraciadamente languidece víctima de los embistes del capitalismo, Roma, la favorita de los dioses, ha resistido mucho mejor el devenir de los siglos.
No obstante, no pretendo quitar méritos al arte y la cultura griegas que amo tanto como los amaron mis antepasados romanos, incluido el propio Augusto que en su periplo por Oriente hizo una parada en Atenas para rendirse ante la grandiosidad de la ciudad de Pericles. Como ya apunté, a causa de esa admiración sin límites, Augusto fue magnánimo con Atenas (ciudad que no recibió castigo por apoyar a sus enemigos durante las guerras civiles) protegiéndola y custodiándola, siendo el iniciador de una tendencia entre los emperadores y las élites romanas que hicieron gozar a la capital de Grecia de una gran prosperidad durante el Imperio Romano.
El Príncipe quiso imprimir su sello en la ciudad más loada de la antigüedad en dos monumentos construidos bajo su mandato: el Ágora romana y el Odeón de Agripa.

  • Ágora romana de Atenas

Ágora Romana de Atenas
             Fue mandada construir por Augusto entre los años 19 y 11 a.C. al este del Ágora antigua de Atenas que se remonta al siglo VI a.C. El Ágora era un lugar de mercado y reunión en las ciudades griegas, equiparable al Foro Romano.
            De forma rectangular, el Ágora romana (situada al norte de la Acrópolis en el barrio de Plaka) medía 111 x 98 metros. Estaba rodeada de stoas (pórticos) que albergaban negocios. Tenía dos entradas: una por el oeste  a través de la puerta de Atenea Arqueguetis y otra por el este a través de un propíleo (entrada monumental con columnas).
            La puerta de Atenea Arqueguetis (dedicada a la patrona ateniense) era de grandes dimensiones. En ella un amplio frontón se apoya sobre cuatro columnas dóricas; el zócalo está realizado con mármol del pentélico. El propíleo por su parte estaba compuesto por 4 columnas jónicas  de mármol gris de Himeto.

Puerta de Atenea Arqueguetis

            Quedan también algunos restos del Agoranomion del siglo I (tal como menciona una inscripción edificio dedicado a culto al Divino Augusto y a Atenea Arqueguetis) pertenecientes a la fachada, que tenía tres puertas con dinteles en arco y una amplía escalera; del mismo modo se conservan las letrinas públicas (sala cuadrada con bancos en sus cuatro lados provistos de agujeros y una tubería de desagüe por debajo).
            El emperador Adriano en el siglo II amplío el Ágora construyendo una biblioteca.

  •  Odeón de Agripa

Reconstrucción del Odeón de Agripa

          Agripa también quiso dejar su huella en Atenas construyendo un edificio diseñado por él mismo que volvía a dejar de manifiesto sus impresionantes dotes constructivas. Éste (levantado entre 16-14 a.C) era el Odeón una sala para conciertos y conferencias ubicado en el centro del Ágora antigua.
            De planta cuadrada, medía 51,4 x 43,20 metros. Era una gran sala cubierta de dos pisos dominada por una cavea dividida en dos sectores. Comprendía además un escenario decorado con mármol coloreado decorado con esculturas y la orchestra pavimentada con mármoles de colores.

Planta del Odeón de Agripa

            La iluminación la recibía a través de una apertura en la parte alta de las paredes y de una columnata doble compuesta por 6 grandes columnas corintias abiertas en la parte posterior.
            Tenía dos entradas: una norte que llevaba directamente a la orchestra (para los actores seguramente) compuesta por pilares decorados con grandes esculturas de gigantes y tritones  y otra sur, precedida por dos filas de columnas corintias.

Esculturas de gigantes

           Agripa lo regaló a los atenienses, por lo que éstos en agradecimiento le  dedicaron un monumento erigido en la entrada de los Propíleos de la Acrópolis.
            En la actualidad apenas quedan restos del Odeón sustituido en el siglo V d.C. por un edificio bizantino. 

La devolución de las águilas

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Augusto de Prima Porta. Siglo I d. C.. Museos Vaticanos. Roma 2005

Uno de los principales objetivos de Augusto en Oriente (además de consolidar las fronteras) era llegar a un acuerdo con el rey Fraates IV de Partia con la finalidad de recuperar las Águilas arrebatadas a Marco Licinio Craso, a Marco Antonio y durante la invasión de las provincias romanas de los años 41-40 a.C.Lás águilas eran la más importante insignia de las legiones romanas.

Águilas romanas en un relieve del Arco de Constantino. 312-315 d.C. Roma

Para llegar a un acuerdo el Príncipe utilizó la baza del hijo del rey que estaba de rehén en Roma, entregado por un opositor al trono parto y reclamado por su padre. Del mismo modo inició una campaña en Armenia para derrocar a un rey antiromano, Artaxias II,  y nombrar a uno afín con el objetivo de rodear y así presionar a los partos,  Para dirigir el ejército nombró general a su hijastro Tiberio, que entonces tenía 21 años, que no tuvo que plantear combate pues los mismos armenios derrocaron a su rey. El sucesor fue coronado por el hijo de Livia.
Esta situación y la devolución del hijo de Fraaetes a Partia propiciaron que el soberano entregara los estandartes y los prisioneros que aún estaban en su poder, pues ninguno de los dos bandos deseaba un enfrentamiento directo: Roma porque se encontraba ya dominada por su política de pacificación y consolidación del Imperio y no quería correr riesgos; Partia porque tenia otros frentes abiertos en territorios limítrofes y una nobleza rebelde en contra.

Fraates IV entrega las águilas probablemente la diosa Roma acompañada de la loba en un detalle de la coraza del Augusto de Prima Porta. Roma 2011

El retorno de las águilas fue uno de los logros más ensalzados del Principado pues por un lado mostraba los frutos de la proclamada Pax Augusta y por otro se reconocía la superioridad de Roma ya que el rey parto dio mucho más de lo que recibió. El acontecimiento fue difundido a través de las imágenes como ningún otro antes; la representación más famosa del mismo quedó grabada para la posteridad en la coraza de la escultura más famosa de Augusto. También se acuñaron monedas que recogían el regreso de tan sagradas insignias al mismo tiempo que el Senado concedió al emperador el derecho de construcción de un nuevo arco del triunfo. Parece ser que Augusto prefirió modificar el que ya se alzaba en su honor junto al templo del divino Julio añadiendo motivos de la vuelta de las águilas, por ejemplo como una escultura colosal suya guiando una cuadriga seguido por la Victoriajunto a unos partos devolviendo los estandartes.

Arco de Augusto en una moneda romana

No sólo esto, Augusto rechazó casi todos los numerosos honores que le concedieron, incluido un triunfo que quedó recogido en las monedas acuñadas antes de conocerse el rechazo del mismo por parte del emperador. Agradecía todos los nuevos honores que le llovieron por la hazaña pero su modestia le impedía desear más pues ya era suficientemente poderoso y respetado.
Las águilas fueron depositadas en el templo de Marte Vengador en el grandioso Foro de Augusto. 

Cesárea Marítima

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 “Pero venciendo el rey (Herodes) con liberalidad y gastos muy grandes a la naturaleza, hizo allí un puerto mayor que el de Pireo, y más adentro hizo lugar apto y muy grande, adonde se pudiesen recoger todas las naves que viniesen. Aunque el lugar le era manifiestamente contrario, quiso él todavía contender con él de tal manera, que la firmeza de sus edificios no pudiese ser quebrada por los ímpetus de la mar, ni por el poder de la fortuna: y era la gentileza de ellos tanta, que parecía no haber sido jamás contraria la dificultad del lugar a la obra y ornamento; porque habiendo medido el espacio conveniente,  echó veinte varas en el hondo y arrojó muchas piedras, de las cuales había muchas que tenían cincuenta pies de largo, nueve de alto y diez de ancho, y aun hubo algunas que fueron mayores. Habiendo levantado este lugar, que solía ser antes cubierto con las ondas, ensanchó doscientos pies el muro, de los cuales quiso que fuesen para resistir a las bravas ondas que venían y echarlas.
Había también edificadas muchas bóvedas y lugares para recoger todo lo que se trajese al puerto, y cerca de ellos una lonja de piedra muy ancha, para pasear, y adonde se recibían las naos que salían: la entrada de esta parte estaba hacia el Septentrión, porque, según el asiento de aquel lugar, era el más próspero viento el de Boreas. A la puerta había tres estatuas, las cuales, por ambas partes, afirmaban sobre unas columnas, y éstas sustentaban una torre a la entrada a mano izquierda: a la derecha dos piedras de extraña grandeza y altura, más altas aun que la torre que estaba en el otro lado edificada. Las casas que estaban juntas con el puerto, de piedra muy blanca y muy clara, con igual medida de los espacios, llegaban hasta el puerto. En el collado que está antes de la entrada del puerto edificó un templo a César muy grande y muy hermoso, y puso en él una estatua de César no menor que es la de Júpiter en Olimpia, a cuyo ejemplo y manera fue hecha, igual a la que está en Roma, y a la de Juno que está en Argos. Dedicó la ciudad a toda aquella provincia, y el puerto a las mercaderías que viniesen, y a César la honra del que lo edificó, por lo cual quiso que la ciudad se llamase Cesárea.
Todas las otras obras y edificios, la plaza, el teatro, el anfiteatro, hizo que fuesen dignas del nombre que les ponía; y habiendo ordenado unos juegos y luchas que se hiciesen cada cinco años, púsoles también el nombre de César”.
Flavio Josefo. Las Guerras de los Judíos. Capitulo XVI

Vista de Césarea Marítima

Cesárea fue fundada a orillas del Mediterráneo por el rey Herodes el Grande en el siglo I a.C. en honor del emperador César Augusto. Era una ciudad amurallada que poseía el puerto más grande del Mediterráneo oriental, llamado Sebastos (nombre griego de Augusto). En la actualidad se encuentra entre Haifa y Tel Aviv.
Herodes, que convirtió a Cesárea en la capital de Judea, mandó edificar los monumentos típicos de las urbes romanas, incluyendo los destinados a espectáculos públicos como un teatro, un anfiteatro o un circo. En el sur construyó su palacio que colgaba directamente sobre el mar. Dominaba el horizonte un grandioso templo que se elevaba hacia el puerto sobre un alto podio dedicado a Roma y Augusto.


Restos del Templo de Roma y Augusto

En el 6 a.C. la ciudad se convirtió en la sede de los procuradores romanos de Judea y de los cuarteles de la X Legión romana. Desde el principio logró una gran prosperidad que se incrementó en siglos posteriores convirtiéndose en una de las urbes principales del Oriente romano. Las ruinas de los edificios romanos se encuentran hoy dentro del Parque Arqueológico.

  • Teatro



Es el primer edificio destinado a espectáculos públicos construido en el reino de Herodes entre los años 22-10 a.C. Con una capacidad para 4.000 espectadores se alza majestuoso frente al mar. Para su construcción se trajeron columnas de granito desde Asuán (Egipto). Se ha reconstruido casi en su totalidad, aunque no se conserva el frons scaenae por lo que se abre al mar. En su suelo se encontró una inscripción en la que se menciona a Poncio Pilatos como promotor de un templo dedicado al emperador Tiberio (el Tiberium), interesante por el ser único vestigio arqueológico que menciona al prefecto romano que intervino en la crucifixión de Cristo.
  • Circo de Herodes

Se conserva su planta y los muros que delimitaban la arena. Tenía cabida para 15.000 espectadores. Posteriormente se usó para luchas de gladiadores.

  • Acueducto


        Abastecía de agua a la población que traía desde el Monte Carmelo situado a 9 kms al noroeste de Cesárea. Cuando la ciudad creció fue ampliado con un canal doble. En algunas secciones estaba sostenido por hileras de arcos y posteriormente cruzaba las lomas paralelas a la costa a través de un tunel.

  • Palacio de Herodes


Consta de dos partes diferenciadas: una inferior, situada junto al mar, en la que una gran piscina excavada en la roca domina el peristilo central y la superior, construida en la zona más alta de un promontorio planificada alrededor de un patio central. 


Piscina


Patio central

Virgilio, el poeta de Augusto

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“Después de Dios, tú fuiste el primero que me iluminaste. Tú actuaste, sin saberlo, como un hombre que lleva tras sí una luz iluminando a quienes te siguen”.
             Palabras que Dante Alighieri dirige a Virgilio a través de Estacio.
                                                                                Canto XXII, Divina Comedia

Virgilio entre las Musas. Mosaico del Siglo III d.C. Túnez. Museo del Bardo

El regreso desde Oriente fue lento porque Augusto iba recibiendo en audiencia a todas las comunidades que salían a su encuentro con el afán de solicitarle favores, que él intentaba atender en la medida de lo posible. Volvió a recalar durante varias semanas en Atenas coincidiendo en la capital helena con el poeta Virgilio que se encontraba viajando por Grecia cotejando datos y localizaciones de su gran epopeya “Eneida” en la que llevaba trabajando desde hacía más de 10 años.
Publio Virgilio Marón era uno de los poetas del círculo de Mecenas y el favorito de Augusto, quien probablemente le sugirió la idea de su obra maestra. Es uno de los poetas más influyentes de la historia, admirado en todas las épocas y reverenciado ya en vida. Nació el 15 de octubre de 70 a.C. en Andes, una pequeña población cercana a Mantua, llamada hoy Virgilio en su honor.

Monumento a Virgilio. Mantua

La fuentes no se ponen de acuerdo sobre si su padre era un campesino o un pequeño terrateniente, pero lo cierto es que debía ser lo bastante rico para poder dar al único hijo que le sobrevivió una educación esmerada, primero con un pedagogo en su localidad natal y después en Cremona con un grammathicus; allí Virgilio amplió sus estudios en griego, gramática, historia y literatura. Su padre, reconociendo sus altas capacidades, adelantó en dos años la ceremonia de asunción de la toga virilis. Así pues, con 15 años fue reconocido legalmente como mayor de edad y partió hacia Milán para iniciar sus estudios en retórica pues su progenitor había proyectado para él un futuro en política. Al poco tiempo (en el año 54 a.C.) se instaló en Roma,  no teniendo éxito en sus primeras intervenciones como abogado, pues su voz demasiado dulce unida a su precaria salud y  a su gran timidez le impidieron destacar en el Foro.
La visión de la gran urbe, donde se encontraba cuando estalló la guerra civil entre César y Pompeyo, debió impresionarlo bastante como recoge en un diálogo entre dos pastores en la Égloga I de sus Bucólicas“A la urbe que llaman Roma, ingenuo de mí, la había imaginado, Melibeo, semejante a la nuestra, donde con frecuencia acostumbramos los pastores destetar de las madres las tiernas crías. Igual que los cachorros se asemejan a sus madres, así, a partir de las pequeñas cosas, acostumbraba yo a imaginar las cosas grandes. Pero tanto ha destacado ésta (Roma) entre las demás ciudades como los cipreses suelen descollar de los flexibles juncos”.

Virgilio en un grabado. Anónimo
Fuente:  http://www.buzzle.com/articles/virgil-publius-vergilius-maro-roman-poet.html. 
Con licenza Pubblico dominio tramite Wikimedia Commons - http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Virgil_.jpg#/media/File:Virgil_.jpg

Aunque partidario de César no es seguro que participase en la contienda debido a su débil salud. No obstante, todos los acontecimientos de la guerra afectaron profundamente al alma sensible del poeta que marchó, tras la batalla de Farsalia, a Nápoles (ciudad que se convertiría en su segunda patria), donde se unió al círculo del epicúreo Sirón, frecuentado por filósofos y artistas e incluso por el mismísimo vencedor de la contienda, Julio César. Tras el asesinato de éste, Virgilio vio como sus tierras eran confiscadas por los triunviros, sin embargo, el entonces conocido como Octavio, gracias a la intervención de Mecenas, le devolvió sus propiedades, lo que creó un lazo indisoluble entre ambos, y una gran devoción de Virgilio hacia el que sería el primer emperador romano.


Escenas de pastores en las Bucólicas

Poco después, en 39 a.C. fueron publicadas las Bucólicas, sugeridas por Asinio Polión, partidario de Marco Antonio. Esta obra, dedicada a la vida y trabajo de los pastores, gozó de un gran éxito desde el principio lo que brindó a Virgilio una inmensa fama y popularidad que digirió mal debido a su carácter retraído, poco proclive a la vida mundana. En 38 a.C. comenzó a escribir por mediación de Mecenas, sus Geórgicas (publicadas en 29 a.C.), cuatro libros de poesía didáctica relacionada con la vida en el campo que escondía implícitamente un canto a la reconstrucción de la madre Italia devastada por las guerras civiles. El poema lo dedicó a Mecenas fervorosamente. También recoge alabanzas al gobierno de Augusto comparándolo con la labor que realizan las abejas en sus colmenas.


Escenas agrarias en las Geórgicas

Física y psicológicamente es poco lo que sabemos del poeta. Era alto y moreno, de aspecto campesino y rudo. Desconocemos el alcance de sus dolencias pero al parecer padecía del estómago, de la garganta y de grandes dolores de cabeza a lo que se sumaba frecuentes hemorragias. Probablemente tenía problemas del pecho y respiratorios. Estas circunstancias debieron influir notablemente en su carácter melancólico, tímido e introvertido que le llevaba a rehuir el trato con la gente por lo que siempre que pudo llevó una vida solitaria prefiriendo la vida alejada en el campo antes que al ajetreo y el bullicio de la gran urbe. Nunca se casó ni se le conocen romances, por lo que en Nápoles, lo llamaban Parthenias (la virgen). Eso no le impidió ser el poeta que con más sensibilidad ha tratado las emociones amorosas en sus obras; sus personajes están exentos del fuego de la pasión, pero los domina la ternura y los sentimientos más profundos, como plasma por ejemplo en los amores entre Dido y Eneas o en los conmovedores versos dedicados al fallecido Marcelo, ambos fragmentos de la “Eneida”.

Virgilio lee la Eneida a Augusto.Vincenzo Camuccini. 1836

No obstante, cuando narra las gestas de Augusto, lo hace con un enardecimiento sin límites, como se aprecia en los versos que encabezan este blog. Su relación con el Príncipe fue la más incondicional de su vida pues incluso de Mecenas y Horacio, con quienes en algunas etapas mantuvo una estrecha amistad, acabó alejándose, probablemente debido a la disparidad de caracteres entre ellos pues los dos primeros eran unos hedonistas amantes de todo tipo de placeres tan alejados del gusto del poeta de Mantua. Augusto siempre protegió y mimó a Virgilio aunque este no participara activamente en asuntos políticos (le regaló incluso una villa en Roma). Hasta tal punto era su devoción por su obra que al volver de vencer a Marco Antonio y Cleopatra en Accio se paró en Atella donde Virgilio le leyó alternando con Mecenas, durante cuatro días seguidos, las Geórgicas.
En su viaje a Grecia Virgilio enfermó debido a una insolación, por lo que al coincidir con Augusto en Atenas, decidió regresar con él a Italia. Al desembarcar en Brindisi y sintiendo próximo su final, el poeta mandó traer el manuscrito de la Eneida prácticamente acabado, pidiéndole a Augusto que lo quemara, única súplica que le negó el Príncipe, que mandó publicar el texto tal como estaba, tras la muerte del poeta acaecida en de septiembre del 19 a.C., cuando contaba 52 años. Fue enterrado en Nápoles junto a la via Puteolana. Sella su lápida el famoso epitafio: “Mantua me genuit. Calabrae rapuere; tenec nun Parthenope. Cecini pasqua, rura, duces”(“Mantua me engendró. Calabria me arrebató la vida. Para siempre me quedaré en Nápoles. Canté a los pastores, a los campos, a los caudillos”).

Tumba de Virgilio  en el Parque Virgiliano. Nápoles

En cuanto a estilo poético, Virgilio aúna como nadie la tradición literaria griega (era un gran admirador de la métrica alejandrina) y el patriotismo romano con una elegancia sublime sin precedentes, que lo encumbró como el más grande poeta latino. El marcado carácter platónico de su lírica, dota a su obra de un alto grado de misticismo. Es grandioso el reflejo que hace de la época en que le tocó vivir y el estudio psicológico de sus personajes capaces de emocionar a través de los siglos. En su poesía expresa sus grandes anhelos de paz, de ahí, su gran admiración hacia el hombre que estaba pacificando el mundo romano, a pesar de ser consciente de que era una paz sustentada por las armas y de no estar siempre de acuerdo con la forma de actuar del Príncipe.
Aunque contó con detractores, la influencia posterior de Virgilio fue inmensa. Ya en vida tuvo el inusual honor de que las Bucólicas y las Geórgicas fueran usadas como textos en los libros de las escuelas. La Edad Media y el cristianismo casi lo santificaron al reconocer en él un nuevo profeta que anunció en la Égloga IV de sus Bucólicas el nacimiento de Jesucristo. En el Renacimiento el poeta es definitivamente encumbrado por los grandes escritores italianos del momento sobre todo por Dante Alighieri que lo eligió como su guía en el descenso a los infiernos y al purgatorio en su Divina Comedia, obra que tiene grandes reminiscencias del Libro VI de la Eneida (Eneas es llevado a los infiernos por la Sibila de Cumas) y por Petrarca, devoto Virgiliano que convirtió al poeta latino en todo un referente en el humanismo lo que le supuso una gran difusión en la literatura moderna europea.

Dante y Virgilio en el infierno. William A. Bouguereau. 18250. París. Musée D'Orsay 

Eneida o la predestinación de Roma

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Eneas, Anquises y Ascanio. Gian Lorenzo Bernini. 1618-19. Roma. Galleria Borghese

           La Eneida, el mayor poema europeo que se escribía desde la Ilíadade Homero, es la más sublime expresión de las letras latinas y la obra cumbre de Virgilio. Parece ser que Augusto le sugirió la idea del poema, lo que no obligaba al poeta, pues ya habían rechazado tal empresa otros escritores del círculo de Mecenas, como Horacio y Propercio. Corrobora esta teoría el hecho de que en principio la intención del autor era escribir sobre el propio emperador, idea que finalmente rechazó a favor de la historia de Eneas, superviviente de la guerra de Troya, que le permitía crear un pasado glorioso para el pueblo romano y, especialmente, para la gensJulia que se decía descendiente del héroe troyano a través de su hijo Iulo, ambos respectivamente hijo y nieto de la diosa Venus. “Canto las armas y a ese hombre que de las costas de Troya llegó el primero a Italia, prófugo por el hado y a las playas lavinias, sacudido por mar y por tierra por la violencia de los dioses a causa de la ira obstinada de la cruel Juno, tras mucho sufrir también en la guerra, hasta que fundó la ciudad; y trajo sus dioses al Lacio; de ahí el pueblo latino y los padres albanos y de la alta Roma las murallas” (Libro I. 1-7).
Ya en el proemio del Libro III de las Geórgicas anuncia Virgilio su futuro poema “construiré un templo de mármol. Colocaré al César (Augusto) en el centro y él presidirá el templo”.


Lápix cura a Eneas acompañado de Venus y su hijo Ascanio. Fresco de la Casa de Sirico. Siglo I d.C. en Pompeya. Nápoles. Museo Arqueológico Nacional

Probablemente comenzó a escribir la obra en 29 a.C. tras la publicación de las Geórgicas. Se tiene constancia de que Augusto en el 26 a.C., mientras dirigía las guerras cántabras en Hispania solicitó al poeta un resumen de lo que llevaba escrito. Virgilio no pudo ofrecerle nada aún pues se sentía desbordado por la tarea que había emprendido. Eso, unido a que no escribía más de un verso al día. Esta circunstancia aumentó el ansia del Príncipe por el poema, transmitido a toda Roma, que esperaba con impaciencia los versos del poeta de Mantua. Incluso el poeta Sexto Propercio escribió: ¡Haceos a un lado, escritores romanos!¡Abrid paso, griegos! ¡Está naciendo algo más grande aún que la Iliada”.
       No muchos años después Virgilio pudo satisfacer las demandas del emperador ofreciéndole una lectura pública de los Libros II, IV y VI, los más impresionantes, que conmovieron profundamente a la familia imperial, especialmente a Octavia al escuchar los bellísimos versos dedicados a su fallecido hijo Marcelo, y al propio Augusto “Y entonces Eneas, que a su lado marchar veía a un joven de hermoso aspecto y armas brillantes, mas con su frente ensombrecida y los ojos en un rostro abatido, preguntó ¿Quién padre, es aquel que así acompaña el caminar del héroe? ¡Qué estrépito forma su séquito! ¡Qué talla la suya! Pero una negra noche de triste sombra vuela en torno a su cabeza. A lo que el padre Anquises sin contener las lágrimas repuso:. ¡ay, hijo! No preguntes por el que será un gran duelo entre los tuyos; los hados lo mostrarán a las tierras solamente un instante y que más sea no habrán de consentir. ¡Pobre muchacho, ay! Si puedes quebrar un áspero sino, tú serás Marcelo. Dadme lirios a manos llenas, que  he de cubrirlo de flores”. (Libro VI. 860-884).
          En el año 19 a.C. Virgilio había finalizado provisionalmente el trabajo, por lo que decidió partir hacia Grecia para pulir los versos buscando inspiración en los ambientes en los que se desarrollaba su magna obra. Antes de partir dejó el manuscrito a sus amigos Vario Rufo y Plocio Tuca, con el encargo de que si algo le ocurriera debían destruirlo. Augusto impidió que se cumpliera la voluntad del poeta, ordenando a la muerte de éste que se publicara sin añadir ni una sola coma.


Eneas huyendo de la destrucción de Troya. Federico Barocci. 1598. Roma. Galeria Borghese

             El poema se divide en 12 Libros con dos partes claramente diferenciadas:
- Libros I a VI.- Eneas, hijo del mortal Anquises y de la diosa Venus, huye de Troya junto con su padre y su hijo, Iulo (Ascanio). Su esposa Creúsa ha quedado atrás, al desaparecer entre la multitud que corría despavorida intentando abandonar la ciudad arrasada por los griegos. Las naves del héroe acaban recalando en las costas africanas donde pasa una temporada junto a Dido, reina de Cartago, con la que vive un apasionado romance. A la reina, relata Eneas en un banquete la caída de Troya y de cómo alentado por el fantasma de Héctor (que se le apareció en sueños) partió con sus barcos para buscar unas nuevas murallas para la ciudad. En ese trayecto desde las Costas de Épiro a Sicilia, en el que pasa multitud de vicisitudes, ve morir a su padre Anquises en el puerto de Drépano.


Eneas cuenta a Dido las desgracias de Troya. Pierre Narcisse Guerin. 1815. París. Museo del Louvre
- The Yorck Project: 10.000 Meisterwerke der Malerei, DVD-ROM, 2002, ISBN 3936122202. Distributed by DIRECTMEDIA Publishing GmbH (permission). Image renamed from Image:Pierre-Narcisse Guérin 001.jpg. Disponible bajo la licencia Dominio público vía Wikimedia Commons - 

           El Libro IV, uno de los más bellos de todo el poema, narra los amores de Dido y Eneas con una sensibilidad y un estudio psicológico de los personajes jamás conseguido en la literatura antigua. Cuando Eneas, espoleado por los dioses debe partir a continuar su misión, la reina (quizás el personajes más potente del poema) se suicida, maldiciendo al héroe y a toda su descendencia. Siempre se ha querido ver en este hecho la gran rivalidad entre Roma y Cartago, enfrentadas históricamente por el dominio del Mediterráneo. 


Eneas se despide de Dido. Guido Reni. 1630. 


          “Cuando (Dido) el lecho conocido contempló (el que había compartido con Eneas), en breve pausa de lágrimas y recuerdos, se recostó en el diván y profirió sus últimas palabras: “dulces prendas mientras los hados y el dios lo permitían, he vivido y he cumplido el curso que Fortuna me había marcado, y es hora de que marche bajo tierra mi gran imagen. He fundado una ciudad ilustre, he viso mis propias murallas, castigo impuse a un hermano enemigo tras vengar a mi esposo; feliz, ¡Ah! Demasiado feliz habría sido si a nuestras costas nunca hubiesen tocado los barcos dardanios”. Dijo, y la boca pegada al lecho “Moriremos sin venganza, mas muramos” añade “Así, así me place bajar a las sombras. Que devore este fuego con sus ojos desde alta mar al troyano cruel y se lleve consigo la maldición de mi muerte” (Libro IV. 648-662).


La muerte de Dido. Gian Battista Tiepolo. 

          De nuevo en ruta, Eneas llega hasta Cumas donde el fantasma de su padre Anquises lo guía por el infierno por expreso deseo del héroe y le muestra hechos futuros de la historia de Roma. “Sólo esto te pido, llegar a la presencia de mi querido padre y tocar su rostro. Y a él, entre las llamas y los dardos a miles que nos seguían, lo rescaté sobre mis hombros y lo libré de las manos del enemigo; él siguiendo mi camino, todos los mares conmigo y todas las amenazas del piélago y del cielo soportaba, sin aliento, más allá de sus fuerzas y  de la suerte de sus años”. (Libro VI. 106-114). 



Eneas y la Sibila de Cumas. François Perrier. 1646. Varsovia. Museo Nacional
Fuente: Trabajo propio (BurgererSF). Disponible bajo la licencia Dominio público vía Wikimedia Commons - http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Perrier_Aeneas_and_the_Cumaean_Sibyl.jpg#/media/File:Perrier_Aeneas_and_the_Cumaean_Sibyl.jpg

             Es desgarrador el reencuentro con Dido: “la fenicia Dido, reciente aún su herida, errante andaba por la gran selva; el héroe troyano cuando llegó a su lado y la reconoció oscura entre las sombras, como el que a principio de mes, ve o cree haber visto alzarse la luna entre las nubes, lágrimas vertió y le habló con dulce amor: “Infeliz Dido, ¿así que era cierta la noticia que me llegó de que habías muerto y buscado el final con la espada? ¿Fui entonces yo ¡ay! la causa de tu muerte? Por los astros juro, por los dioses y por la fe que haya en lo profundo de la tierra; contra mi deseo, reina me alejé de tus costas. Que los mandatos de los dioses, que ahora a ir entre sombras, por lugares desolados me fuerzan y una noche cerrada, me obligaron con su poder; y creer no pude que con mi marcha te causara un dolor tan grande. Detente y no te apartes de mi vista. ¿de quién huyes? Por el hado, esto es lo último que decirte puedo” Con tales palabras  Eneas trataba de calmar el alma ardiente de torva mirada, y  lágrimas vertía. Ella, los ojos clavados en el suelo, seguía de espaldas, sin que más mueva su rostro el discurso emprendido que si fuera de duro pedernal o de roca marpesia. Se marchó por fin y hostil se refugió en el umbroso bosque donde su esposo primero, Siqueo, comparte sus cuitas y su amor iguala. Eneas por su parte emocionado con el suceso inocuo y mientras se aleja, llorando la sigue de lejos y se compadece”. (Libro VI. 450-476). Son conmovedoras las lágrimas del héroe vertidas por amor, en un tiempo en que el que no era habitual mostrar lo sentimientos; sólo un alma sensible como la de Virgilio podía plasmar esas escenas sin que Eneas perdiera su heroicidad.



Eneas y la Sibila en el inframundo. Jan Bruegher el joven. 1600. Viena. Kunsthistoriches Museum

          También en el Libro VI realizó el poeta la preciosa alabanza a Augusto que encabeza este blog: “Éste es, este es el hombre que a menudo escuchas te ha sido prometido, Augusto César, hijo del divo, que fundará los siglos de oro de nuevo en el Lacio por los campos que un día gobernara Saturno, y hasta los garamantes y los indos llevará su Imperio; se extiende su tierra allende las estrellas, allende los caminos del año y del sol, donde Atlante portador del cielo hacer girar sobre sus hombros un eje tachonado de lucientes astros. Ante su llegada, ahora ya se horrorizan los reinos caspios con las respuestas de los dioses y la tierra meotia; Ni aún Alcides recorrió tanta tierra” (Libro VI 791-801). 

- Libros VII a XII.- Por fin llega Eneas a las costas de Italia y desembarca en el río Tíber, reconociendo en sus orillas la patria predestinada. “Y ya enrojecía con sus rayos el mar y desde el alto éter la Aurora brillaba de azafrán en su bigas de rosas, cuando se posaron los vientos y se detuvo de repente todo soplo y se esfuerzan los remos en el tardo mármol. Y ve entonces Eneas un enorme bosque desde el mar. Aquí el Tíber de amena corriente y rápidas crestas  y rubio de la mucha arena irrumpe en el mar. Alrededor y en lo alto frecuentan aves diversas sus orillas y el curso del río endulzando el aire con su canto y volaban por el bosque. Torcer el rumbo ordena a sus compañeros y volver las proas a tierra y alegre se adentra en la corriente umbrosa” (Libro VII. 25-31). Allí se compromete en matrimonio con Lavinia, la hija del rey Latino, lo que provoca enfrentamiento con otros reyes locales, especialmente con Turno, rey de los rútulos, a quien Latino había ofrecido con anterioridad la mano de su hija. 


Eneas en la corte de Latino. Ferdinand Bol. 1661-63. Amsterdam. Rijksmuseum
Fuente: www.rijksmuseum.nl: Home - info - pic. Disponible bajo la licencia Dominio público vía Wikimedia Commons - http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Bol-aeneas.jpg#/media/File:Bol-aeneas.jpg

           Tienen lugar (motivadas por ello) numerosas batallas en el Lacio por lo que Venus entrega a su hijo un escudo labrado por Vulcano en el que se recogen escenas de la futura batalla de Accio que enfrentaría a Augusto con Marco Antonio y Cleopatra. “A este lado César Augusto guiando a los ítalos al combate con los padres y el pueblo romano, y los Penates y los grandes dioses, en pie en lo alto de la popa, al que llamas gemelas le arrojan las espléndidas sienes y el astro de su padre brilla en su cabeza. En otra parte Agripa con los vientos y los dioses de su lado guiando altivo la flota; soberbia insignia de la guerra, las sienes rostradas le relucen con la corona naval.  Al otro lado con una tropa variopinta de bárbaros, Antonio, vencedor sobre los pueblos de la Aurora y el rojo litoral,  Egipto y las fuerzas de Oriente y la lejana Bactra arrastra consigo, y le sigue, ¡oh, sacrilegio!, la esposa egipcia. Todos se enfrentaron a la vez  y espumas echó todo el mar sacudido por el refluir de los remos y los rostros tridentes. A Alta mar se dirigen; creería que las Cícladas flotaban arrancadas por el piélago o que altos montes con montes chocaban, en popas almenadas de moles tan grande se esfuerzan los hombres. Llama de estopa con la mano y hierro volador con las flechas arrojan, y enrojecen los campos de Neptuno con la nueva matanza. La reina en el centro convoca a sus tropas con el patrio sistro, y aún no se ve a su espalda las dos serpientes. Y monstruosos dioses multiformes y el ladrador Anubis empuñan sus dardos contra Neptuno y Marte y contra Minerva. En medio del fragor Marte se enfurece  en hierro cincelado, y las tristes Furias desde el cielo, y avanza la Discordia gozosa con el manto desgarrado acompañado de Belona con su flagelo de sangre. Apolo, viendo esto, tensaba su arco desde lo alto;  con tal terror todo Egipto y lo indos, toda la Arabia, todos los sabeos su espalda volvían. A la misma reina se veía, invocando a los vientos, las velas desplegar y largar amarras. La había representado el señor del fuego pálida entre los muertos por la futura muerte, sacudida por las olas y el Yápige; al Nilo, enfrente, afligido con su enorme cuerpo y abriendo su seno y llamando con todo el vestido a los vencidos a su regazo azul y a sus aguas latebrosas” (Libro VIII. 678-713).
            Turno y Eneas deciden enfrentarse en duelo por la mano de Lavinia. El rey de los rútulos muere a manos del héroe troyano. Así concluye el poema aunque nunca sabremos si ese era el final deseado por el Virgilio “le hunde furioso en pleno pecho la espada; a él (Turno) se le desatan los miembros de frío y se le escapa la vida con un gemido, doliente, a las sombras” (Libro XII. 950-953).


Eneas vence a Turno. Luca Giordano. 1688. Madrid. Museo del Prado

           La Eneidase inspira claramente en la Iliada y la Odisea de Homero, en Argonaúticadel Apolonio de Rodas y en los Analesde Quinto Ennio. No obstante, a diferencia de las grandes epopeyas griegas, que contienen muchos recursos de la tradición oral anterior, la Eneidano se remonta a ninguna tradición oral pasada sino al contrario es el fruto del anhelo de crear un pasado glorioso para Roma y para su Príncipe, enlazando con el mundo de héroes y dioses de las obras homéricas. Es un poema profundamente patriótico cargado de épica y de predestinación. “Bajo el rubio manto de una loba nodriza, Rómulo se hará cargo del pueblo y alzará las murallas de Marte y por su nombre les dará el de romanos. Y yo no pongo a éstos ni meta ni límites de tiempo; les he confiado un imperio sin fin. Y hasta la áspera Juno, que ahora fatiga de miedo el mar y las tierras y el cielo, cambiará su opinión para mejor, y velara conmigo por los romanos, por los dueños del mundo y el pueblo togado” (Libro I. 275-279). La belleza y precisión técnica de sus versos es tal que lo convierten en un modelo de perfección literaria.

El Imperio de la moralidad y la virtud

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Augusto pretor. Siglo I a.c. París. Museo del Louvre

Ya avanzado el año 19 a.C., muerto el poeta Virgilio y publicada la Eneida, Augusto regresó finalmente a Roma. Para evitar un recibimiento formal del Senado entró en la ciudad de noche y discretamente. En cambio, sí aceptó, en las cercanías de la Puerta Capena (por la que había entrado en la ciudad) un Templo dedicado a Fortuna Redux (diosa de los retornos afortunados). Allí, desde ese momento cada 12 de octubre se celebrarían sacrificios durante la Augustalia (fiesta que conmemoraba su regreso).
Durante su ausencia Roma había estado intranquila, a pesar incluso de la supervisión de Agripa, que tuvo que evitar que eligieran al Príncipe cónsul cada año, algo a lo que él se negaba; no obstante, usaba los símbolos del consulado, como ir acompañado por la ciudad de 12 lictores y ocupar su propia silla curul en el senado entre los dos cónsules.
En el año 18 a.C. reformó el Senado restringiendo sus miembros a 300 (anteriormente lo había reducido de 1000 a 800). Su método de elegir a 30 senadores, que a su vez elegían a otros y éstos a otros tantos acabó irritando a todo el mundo por lo que finalmente Augusto tuvo que realizar personalmente la selección. Al mismo tiempo, compensó a los senadores expulsados con numerosos privilegios.

Boda Aldobrandini. Siglo I a.C. Roma. Museos Vaticanos

No obstante,  la mayor preocupación de Augusto en estos años fue promover el matrimonio y la moralidad, con el doble fin de restaurar las antiguas virtudes romanas y que las familias, fundamentalmente aquellas nobles, siguieran proporcionando jóvenes que pudieran servir al Estado. Es reseñable que las guerras civiles y las proscripciones generaron un alarmante descenso de la población patricia.

Escena de parto. Relieve encontrado en Ostia Antica

En este contexto se presentó en el Senado y pronunció el discurso que Quinto Metelo Macedónico había pronunciado 100 años antes: “Si nosotros. ¡Oh ciudadanos!,  pudiéramos vivir sin mujeres, ninguno de nosotros, sin duda aceptaría el fastidio del matrimonio. Pero como la naturaleza ha querido que no se pueda vivir con las mujeres sin tener problemas, y también ha querido que no se pueda vivir sin ellas, es necesario que nos preocupemos por la tranquilidad perpetua, en lugar de hacerlo por el placer de corta duración. La Lex Iulia de maritandis ordinibus aprobada ese mismo año 18 a.C. prohibía a los senadores que se casaran con libertad, algo que sí se permitía al resto de ciudadanos. Igualmente premiaba la fecundidad más que el matrimonio en sí. El premio principal era el ius liberorum que se concedía a mujeres que habían tenido 3 o más hijos. Este privilegio es la única vía que consentía la mujer liberarse de la tutela perpetua del pater familiae o del marido, pues les permitía disponer de su patrimonio por testamento y las eximía de determinados impuestos. A pesar de tener una finalidad política, por primera vez en la historia se concedieron estas prerrogativas a la mujer. Del mismo modo las familias que en Roma tenías tres hijos, cuatro en Italia y cinco en las provincias estaban exentas de algunos impuestos.

Cornelia madres de los Graco y sus hijos. Pier Jules Cavalier. 1861. París. 

En cambio, los solteros y las parejas sin hijos eran penalizados. Los primeros no podían recibir herencia alguna, no se les permitía entrar en los juegos, no podían ocupar altos cargos ni podían disfrutar de exenciones fiscales.
Por su parte, los divorciados o viudos (especialmente las mujeres) estaban obligados a contraer nuevas nupcias en un período de tiempo estipulado. Si un testamento incluía una cláusula  que indicara que para heredar era imprescindible que el cónyuge no volviera a casarse, Augusto la declaraba nula.
El Príncipe, a pesar de las dudosas circunstancias en las que de tuvo lugar su matrimonio con Livia,  pretendió que la familia imperial diera ejemplo por lo que ordenó el matrimonio a muy corta edad tanto de su hija Julia (casada primero con su primo Marcelo en 23 a.C.  y después con Agripa en 21 a.C.) como de los hijos de Livia: Tiberio contrajo matrimonio en 20 a.C. con Vipsania (hija de Agripa) y Druso en 20 a.C. con Antonia Menor (hija de Octavia y sobrina de Augusto).
En el 9 a.C. la Lex Iulia de maritandis ordinibus fue revisada y bautizada como lex Papia Poppaea.
Esta reforma fue necesaria pues los senadores encontraron trucos para esquivarlas, por ejemplo, arreglaban compromisos matrimoniales con niñas, consiguiendo los beneficios del matrimonio sin llevarlo a cabo inmediatamente. Se modificó la legislación de tal manera que el compromiso matrimonial sólo se reconocía si la boda tenía lugar en los dos años siguientes.

Escena de matrimonio. Casa de la Farnesina. 21 a.C. Roma. Museo de las Termas

En torno a la misma fecha presentó la Lex Iulia de adulteriis coercendis, que castigaba el adulterio. Dión Casio recoge que Augusto descartó ser más radical, algo que propusieron algunos senadores. En la teoría un hombre podía acusar de adulterio en un tribunal especial. El castigo incluía el destierro y la confiscación de la mitad de los bienes del amante. Pero la esposa no podía ser procesada si el marido no se divorciaba  y muchos maridos, temiendo ser descubiertos también en adulterio preferían no denunciar. Es curioso un caso que fue presentado ante Augusto de un hombre que había contraído matrimonio con una mujer casada con la que previamente había cometido adulterio. Debido al propio comportamiento del emperador con Livia (con la que se casó embarazada de su primer marido) incómodamente dijo “Miremos al futuro para que nada parecido pueda volver a pasar” (Dión Casio. Historia Romana. 16, 6)
Igualmente los debates en la Curiapropiciaron algunos momentos embarazosos para Augusto, por ejemplo cuando animó a los senadoresa controlar mejor a sus cónyuges: “Debéis reprender e instruir a vuestras esposas como consideréis adecuado. Así como hago yo”. Algunos, conociendo el carácter terrible y autoritario de Livia pidieron a Augusto detalles de cómo regañaba a su mujer, algo que él evitó concretar y simplemente refirió que hacía sugerencias sobre los modales y ropas de las mujeres de su hogar (Dión Casio. Historia Romana. 16, 3-5)
Estas leyes fueron el gran fracaso de la política de Augusto pues parece ser que Lex Iulia de adulteriis coercendis sólo se aplicó con severidad, en la familia imperial, y especialmente en la persona de las dos Julia, hija y nieta del Príncipe. 

Los Juegos Seculares

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Después del retorno de las águilas arrebatadas por los partos, de la purga del Senado y de la promulgación de la leyes relativas a la moral (actuaciones encaminadas todas a recuperar los conceptos ancestrales de virtus, mores maiorem y familia numerosa), Augusto quiso atraer el favor de los dioses a la vez que brindar al pueblo un espectáculo único en el que dejar clara su propaganda mediante la celebración de los Juegos Seculares (Ludi saeculares), gran celebración religiosa en la que se llevaban a cabo sacrificios y representaciones teatrales. Tenían lugar durante 3 días y 3 noches cada 100 años. Los últimos se habían celebrado hacía 136 años, por lo que el Príncipe no dudó en recuperarlos para exaltar el advenimiento de una nueva Era (anunciada según Augusto por el cometa que reveló el ascenso de César al Olimpo). Tuvieron lugar entre los días 31 de mayo y 3 de junio del año 17 a.C.

Moneda conmemorativa de los Juegos Seculares

Meses antes de los juegos, heraldos vestidos a la antigua usanza fueron anunciando “una fiesta que nadie había contemplado ni volvería a contemplar”(Suetonio. Vida de Claudio. 21,2).
Los ritos tendrían lugar en la colina palatina (siendo el centro neurálgico el impresionante templo de Apolo) y en el Campo de Marte. A diferencia de anteriores juegos en los que se exhortaban a los dioses del inframundo, éstos estaban destinados a invocar a las Moiras (diosas del destino), a las Ilitías (diosas del nacimiento y las comadronas) y a Tellus (la diosa Tierra) pues las ofrendas eran para favorecer la fertilidad y el bienestar del pueblo romano. Además se hicieron sacrificios a Júpiter, Juno, Apolo y Diana.
El pueblo colaboró activamente. El día antes de la inauguración, los ciudadanos, portando antorchas encendidas con sulfuro y asfalto como símbolos de purificación, debían realizar ofrendas a los sacerdotes de productos del campo: trigo, frutas, habas, etc. en alusión a los orígenes campesinos de Roma. Incluso los solteros y las viudas (a los que las recientes leyes prohibían asistir a espectáculos públicos) pudieron concurrir, pues la prohibición fue levantada para la ocasión).
Augusto participó en los sacrificios infatigablemente. En los nocturnos guiaba solo la ceremonia mientras que en los diurnos estaba acompañado por Agripa. La primera noche, antes de sacrificar a las Moiras 9 corderos hembra y 9 cabras hembra, pronunció una oración de corte arcaico por el destino glorioso y la salud del pueblo romano, por las legiones, por el crecimiento de su imperio terrenal, por los sacerdotes y por la familia imperial, encargada de la custodia del legado romano. Durante las dos noches sucesivas, se sucedieron las ofrendas a las Ilitías (27 libum) y a Tellus (el sacrificio más espectacular llevado a cabo por el propio Augusto que consistía en una cerda preñada). Todos ellos se celebraron en el Campo de Marte.

Relieve que representa un sacrificio en el Altar de Enobarbo. Siglo I A.C. París. Museo del Louvre

Los sacrificios diurnos fueron dedicados a Júpiter (2 toros), a Juno (2 vacas) en sus templos del Capitolio y en el Palatino a Apolo y Diana (ofrenda de 27 libum). El espectáculo debió ser inolvidable.
Coros de matronas cantaban por la bendición del Estado y de la familia mientras que  niños y niñas vestidos de blanco entonaban ante el Templo de Apolo Palatino el Carmen Saeculare, escrito por Horacio para la ocasión, que hacía referencia a los ritos de los juegos y encerraban una glorificación de la política de Augusto. El cántico también se entonó en el Teatro Marcelo (que aún no estaba acabado).

Diosa Tellus en el Ara Pacis Augustae. 13-9 a.C. Roma 2013

Tras la finalización de los grandes sacrificios se siguieron rindiendo cultos a los dioses durante el mes de junio al mismo tiempo que se celebraron carreras de cuadrigas y luchas en el anfiteatro.

Coros de niños y niñas
¡Oh poderoso Febo, y tú, Diana, que en los bosques reina,
 astros brillantes del cielo, siempre adorados y siempre dignos de adoración,
 escuchad nuestras súplicas estos días!

¡Hoy consagrados por los versos de la Sibila, las vírgenes escogidas y los castos mancebos eleven sus cánticos en loor de los dioses protectores de las siete colinas!
Coros del pueblo y niños
¡Sol divino que en con fulgente carro descubres y escondes el día, siempre igual y diferentes naces, nada más hermoso que Roma podrás contemplar!
Coro de doncellas
¡Dulce Ilitía, que presides los alumbramientos felices, protege a las madres; ya seas llamada Lucina, ya Genital
¡Favorece, ¡oh diosa!, su fecundidad, y haz que prosperen los decretos de los senadores sobre los matrimonios y la ley conyugal llamada a multiplicar nuestra prole!
Así, transcurridos otros ciento diez años, volverán a resonar estos cantos y celebrarse estos juegos tres veces bajo la luz radiante del sol, y otras tantas
en la callada de la noche.
Coro del pueblo
Y vosotras, Parcas, siempre veraces al anunciar lo que el destino ha decretado, lo que guarda el orden estable de la naturaleza, añadid nuevas dichas a las ya logradas.
Que la tierra, fértil en granos y rica en rebaños, ciña con corona de espigas las sienes de Ceres, y fecunde sus gérmenes vitales las ondas cristalinas
y las auras de Jove.
Niños
Depón los certeros dardos, Apolo, y escucha grato y benévolo a los jóvenes suplicantes.
Niñas
¡Oh Luna, creciente reina de los astros, dígnate oír a las doncellas!
Coro general
Si la potente Roma es obra vuestra, si obedientes a vuestros mandatos abandonaron sus Lares y su ciudad y emprendieron próspero viaje hacia las playas de Etruria los habitantes de Ilión,
a quienes el piadoso Eneas, sobreviviendo a la catástrofe de su patria y fiel a sus promesas, abrió libre camino a través de la incendiada Troya para darles más de lo que abandonaban

 ¡Oh dioses!, conceded a la dócil juventud puras costumbres, plácido descanso a los ancianos, y al pueblo de Rómulo sucesión, riquezas y glorias envidiables.

Que el descendiente esclarecido de Anquises y Venus, que ahora os sacrifica los blancos toros, impere vencedor del enemigo belicoso, y clemente con el enemigo humillado a sus plantas.

Ya el medo reconoce su poder, tan grande en la Tierra como en el mar, y tiembla ante las segures de Alba; ya los escitas y los indos, antes tan soberbios, aguardan sus soberanos decretos.

Ya se atreven a volver el honor, la buena
fe, la paz, el antiguo pudor y la virtud tanto tiempo olvidada; ya aparece la feliz Abundancia
con su cuerno henchido de frutos.
Coro de niños
Y el profético Apolo, ornado de su aljaba rutilante, y siempre querido por las nueve hermanas, cuya ciencia saludable vigoriza los cuerpos que languidecen enfermos,
contempla orgulloso los alcázares del Palatino, la grandeza de Roma y la tierra feliz del Lacio, ¡que prolongue la inmortal gloria latina otro siglo con días siempre mejores!
Coro de doncellas
Que Diana, tan reverenciada en el Aventino y el Álgido, acepte los ruegos de los quince sacerdotes, y preste atento oído a los votos de los mancebos.
Coro general
Nosotros, que aprendimos a cantar en coro las alabanzas de Febo y Diana, nos llevamos a casa la firme y consoladora esperanza de que han atendido nuestras súplicas Jove y todos los dioses.

Horacio. Carmen Saeculare

Horacio, el triunfo del Carpe Diem

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Carpe Diem Quam minimun credula postero
Aprovecha el día, no confíes en el mañana
Horacio. Odas (Libro I, 11)

 Quinto Horacio Flaco nació el 8 de diciembre de 65 a.C. en Venusia (actual Venosa en la región de Basilicata). Era uno de los poetas del círculo de Mecenas, el que más unido estaba al consejero de Augusto.
De humilde cuna, era hijo de un liberto, que invirtió todo su dinero en la educación de su hijo, por lo que ambos marcharon a Roma donde Horacio recibió lecciones de gramática y retórica. A pesar de estar muy unido a su padre, en el año 20 a.C. partió hacia Atenas a estudiar griego y filosofía. Aquí se inició en el epicureismo (corriente filosófica que busca la felicidad a través de los placeres ya sean físicos o intelectuales) máxima que regiría no sólo su obra sino también su vida.

Monumento a Horacio en Venosa

Republicano convencido, en el año 42 a.C. luchó del lado de los asesinos de Julio César en la batalla de Filipos llegando a ser incluso tribuno militar; no obstante, tras la derrota de éstos tuvo que huir para salvar la vida, hecho del que no dudó en burlarse en un poema. A partir de ahí experimentó un gran aborrecimiento a la guerra rehusando participar en cualquier contienda bélica.
Cuando Octavio proclamó una amnistía para todos los que habían luchado contra él, Horacio volvió a Roma, encontrándose con la brusca realidad de la muerte de su padre y la confiscación de sus bienes. Tuvo que vivir un tiempo en la pobreza más absoluta pero sus grandes dotes intelectuales le permitieron salir pronto de ese pozo oscuro al trabajar como escribano de un pretor. Pero el momento clave de su vida se produjo cuando conoció a Cayo Cilnio Mecenas, quien impresionado por su arte poético, le abrió el camino hacia el que pronto sería único Príncipe del imperio romano.

El círculo de Mecenas. Stepan Bakalovich. 1890. Moscú. Tretyakov Gallery

Desde un primer momento colaboró en todo los proyectos de Mecenas; así en 37 a.C, lo acompañó junto a Virgilio y a otros poetas a Tarento a negociar con Marco Antonio. No obstante, al sentir próximo un nuevo enfrentamiento entre Octavio y Antonio no dudó en proclamar. “¿Por qué, por qué os apresuráis hacia esta funesta locura? ¿Por qué blandís espadas que acaban de ser envainadas? ¿Acaso no ha sido derramada por tierra y por mar suficiente sangre latina, y no para permitir a los romanos quemar la arrogante fortaleza de la celosa Cartago, o hacer que los britanos, tan alejados de nuestro alcance, recorran la vía Sacra encadenados, sino para asegurar una respuesta a las oraciones de los partos de que esta ciudad ha de perecer por su propia mano?” (Épodos. 7, 11). Sin embargo, no le valía la paz a cualquier precio pues era consciente que su anhelo de una Roma pacificada sólo podría lograrse a través la victoria del heredero de Julio César.

Horacio

Augusto, a pesar de la debilidad que sentía por Virgilio, desde el primer momento sintió gran simpatía hacia Horacio pues ambos compartían una concepción realista y tranquila de la vida. Incluso, después de la grave enfermedad que le aquejó, le ofreció que fuera su secretario personal para ayudarlo a escribir sus cartas, propuesta que el poeta rechazó. Esta negativa no afectó a la relación entre ambos pues Augusto siempre lo trató con gran cordialidad dirigiéndose a él de manera habitual con gran familiaridad y tono bromista, incluso cuando le recriminó irónicamente que no escribiera sobre él en sus Sátiras y Epístolas “Tengo que decir que estoy muy disgustado contigo porque en tus abundantes escritos de ese tipo conversas con otros y no conmigo ¿tienes miedo de que tu reputación ante las posteridad vaya a sufrir si parece que eres mi amigo?. Sí lo incluyó en su obra más lograda, las Odas dedicándole bellísimas palabras: “Oh tu (Hermes), alado hijo de la venerable Maya, si pretendes tomar en la tierra la figura de un heroico joven, será al que llamen todos el vengador de César. Ojalá retrases tu vuelta a los cielos, y permanezcas gozoso largo tiempo con el pueblo de Quirino, sin que huyas en alas del viento, ofendido por nuestras culpas. Aquí anheles conquistar solemnes triunfos y ser llamado príncipe y padre de la ciudad; y no toleres que siendo César (Augusto) nuestro caudillo, cabalgue impunemente el medo por donde quiera” (Odas. Libro I. 2)
Horacio era físicamente pequeño de estatura y rechoncho, de aspecto campechano. Él mismo se describe con humor “Ven a verme cuando desees reír. Soy gordo y pulcro. Mi salud es perfecta, soy un porquero en la piara de Epicuro” (Épodos. 1,4, 15-16)
 Su vida era un fiel reflejo del epicureismo pues vivía rendido a los placeres al igual que su inseparable amigo Mecenas. Nunca se casó, pero era de sobra conocida su afición al sexo, de ahí que Augusto lo apodara cariñosamente “hombrecillo lujurioso” o “pequeño pene”. Cuenta Suetonio que tenía una habitación recubierta por completo de espejos a los que llevaba frecuentemente a prostitutas, convirtiendo de ese modo el acto sexual en una imagen pornográfica (Vida de Horacio, 3). Esta anécdota nos indica cuánto se había enriquecido Horacio, pues los espejos eran muy caros. El poeta no tiene ningún problema en expresar su visión del sexo: “cuando tu órgano está duro, una criada o un chico del servicio doméstico está a tiro y tú sabes que puedes asaltarlos inmediatamente,¿preferirías explotar de la tensión? Yo no. A mí  me gusta tener sexo cuando y donde quiera” (Sátiras 1, 2, 116f).

Escena de sexo de la Casa del Centenario. Pompeya

            Tan profunda era la relación de Horacio con Mecenas (éste le regaló incluso una villa en las montañas sabinas en la que ambos se retiraban frecuentemente) que cumplió su promesa de seguirle más allá de la muerte, hecho que acaeció sólo dos meses después de que su protector falleciera. Corría el año 8 a.C. y los dos fueron enterrados juntos. Le dedicó su Libro I de Odas diciéndole tiernamente: “Mecenas, descendiente de antiguos reyes, refugio y dulce amor mío”. La devoción era mutua pues su patrón a su vez le dedicó un epigrama en verso: “Si no te amo, Horacio, más que a mi vida, que tu amigo sea tan flaco como una muñeca de trapo” (en alusión a su propia corpulencia). Una vez más Augusto le demostró su estima pues viendo enfermo al poeta le escribió “haz lo que te plazca en mi casa, como si estuvieras viviendo conmigo”.

Horacio. Anton Von Werner. 1905

Su creación poética la forman sobre todo cuatro grandes obras:

  • Sátiras. Son 18 composiciones críticas con intenciones moralistas que incluyen muchos elementos autobiográficos. Las escribió al regresar de la guerra civil por lo que están llenas de desilusión y rencor, aunque el tono es irónico más que de enfado. La crítica de Horacio es menos agresiva que la de otros como Lucilio. Ataca a los avaros, los usureros, los cazadores de herencia o a aquellos que nunca están contentos con su suerte. En alguno de los poemas alaba la vida en el campo frente a la vida en la ciudad.
  • Épodos. También encierran una crítica social. Son 17 piezas de transición entre la sátira y la lírica. Algunos son mordaces y otros más líricos. El más famoso es el Beatus ille, una alabanza a la vida rural.
  • Odas. Son sin duda lo mejor de su creación, algo de lo que era consciente el propio autor, convirtiéndose en la cumbre de la lírica latina. Son 104 odas  recogidas en 4 libros que abordan temas variados: alabanzas a Augusto, elogios a la amistad, temas filosóficos, canto al amor o la naturaleza, etc. En general de todas se desprende el anhelo de disfrutar la vida al máximo sin pensar en el mañana ni dejarnos vencer por las adversidades. Su Carpe Diem se convirtió desde su publicación en un tema de gran difusión.
  • Epístolas. Son dos libros que contienen 23 cartas con reflexiones filosóficas y morales, creando el género de la epístola poética. La más famosa es la Epístola a los Pisones, conocida también con Arte Poética.

          Su estilo poético está dominado por la obsesión por la perfección formal y la elegancia de sus versos, aunque carecen del hondo sentimiento que transmiten los de Virgilio. Horacio interpreta la función del poeta como educador moral y filosófico de ahí la concordancia absoluta entre su pensamiento y la expresión del mismo.
Horacio ha influido profundamente en las generaciones posteriores, sobre todo a partir del Renacimiento siendo encumbrado por Petrarca y Garcilaso de la Vega. Del mismo modo fueron fervientes horacianos Fray Luis de León, José Cadalso o Leandro Fernández de Moratín,  llegando su influencia a la generación del 27 y a algunos poetas ingleses. 

La pacificación de la Galia e Hispania

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La Galia e Hispania pacificadas en ambos costados de la coraza del Príncipe
Detalle del Augusto de Prima porta. Museos Vaticanos. Roma 2011


       A finales del 17 o comienzos del 16 a.C. varias tribus germanas crucificaron a varios mercaderes romanos. A continuación realizaron una incursión al otro lado del Rhin penetrando en la Galia romana. Para contener su avance, el legado Marco Lolio reunió un gran contingente, siendo a pesar de ello derrotado. Como consecuencia se perdió nuevamente un águila, el de la Legio V Alaudade. Lolio y la mayoría del ejército sobrevivió pero la pérdida del estandarte fue un duro revés.
Augusto abandonó inmediatamente Roma en dirección a la Galia (en la que sería su cuarta visita) pero cuando llegó Lolio ya había restaurado el orden en la zona y recuperado el águila. No obstante, el Príncipe aprovechó la ocasión para visitar nuevamente las provincias occidentales. Como siempre le acompañaba Livia y con posterioridad se les unió el hijo de ésta, Tiberio. Éste había sido nombrado pretor en el año 16 cuando contaba con 25 años gracias a un decreto senatorial que adelantaba la edad para presentarse a los cargos con 5 años de antelación. Con esta medida se volvieron a ocupar los cargos públicos importantes con las nuevas generaciones de las grandes familias romana devastadas durante las guerras civiles. Así, no sólo Tiberio, sino también el hijo pequeño de Livia (Druso) empezaron a tener una gran preeminencia en los asuntos de Estado.


Copia de busto de Tiberio. Ara Pacis Augustae. Roma


La Galia estaba romanizada en casi su totalidad a excepción de algunos poblados de los Alpes que se veían ayudados por las siempre rebeldes tribus germánicas. Augusto encargó a sus hijastros la conquista completa de la zona. Druso comenzó las operaciones en primavera del 15 a.C. avanzando desde Italia en varias columnas hasta el valle del Inn. Por su parte Tiberio avanzó desde posiciones en la misma Galia. Fue una campaña dura de escaramuzas y asaltos a fortificaciones. El 1 de agosto ambos unificaron sus fuerzas y vencieron en una batalla a gran escala, coincidiendo con el 15 aniversario de la batalla de Accio. En La Turbiese erigió un monumento conmemorativo  donde se mencionan los 45 pueblos derrotados en la campaña, según recogió Plinio el Viejo. Horacio dedicó sendos poemas a las gestas de Tiberio y Druso, que permitieron mejorar las comunicaciones entre Italia y la Galia.“Como el águila portadora del rayo a quien Júpiter, rey de los dioses, concedió el imperio sobre las demás aves por haber experimentado su fidelidad en el rapto del rubio Ganímedes, en otro tiempo los bríos juveniles, el aliento de sus padres y  la inexperiencia de los trabajos la hicieron abandonar el nido, y los vientos primaverales impulsaron en un cielo sin nubes sus primeros y vacilantes esfuerzos; después con ímpetu violento, se arroja como enemiga contra apriscos, y por último el afán ardoroso de presas y combates la precipita contra las irritadas serpientes; como la cabra que trisca en los alegres pastos contempla el cachorro que la roja leona acaba de criar, quitándole la leche, y con terror se ve ya devorada por sus finos y agudos dientes, así vieron los vindélicos al gran Druso mover la guerra en los Alpes de Retia. No pretendo averiguar de donde tomaron estos pueblos la costumbre de armar sus diestras con el hacha de las Amazonas, que no es lícito saberlo todo; pero las falanges vencedoras en cien combates, vencidas a su vez por el joven caudillo, probaron a su costa lo que puede una gran fortaleza, una índole excelente adoctrinada por sabios consejos y la solicitud paternal de Augusto en pro de los jóvenes Nerones (rama de la gens Claudia a la que pertenecían los hijos de Livia por vía paterna). Los fuertes son hijos de los fuertes y animosos. Los toros y caballos rebelan el esfuerzo de sus progenitores, y nunca el águila feroz ha engendrado a la tímida paloma. Mas la enseñanza perfecciona el buen natural, y el ejercicio de la virtud fortalece los bríos”. (Odas. Libro IV. VI).

Éstas, no fueron campañas vistosas pero sí muy ventajosas a la hora de favorecer el proceso de romanización a pesar de los escasos beneficios en botín que aportaban. Sólo alguien como Augusto dedicó tiempo a librarlas, pues eran imprescindibles para conseguir un Imperioromano estable y pacificado.
Desde la Galia, el emperador pasó a Hispania. Desde que Agripa acabó con las rebeliones en el norte en 19 a.C., la península estaba en paz. En ese momento  transfirió la provincia de la Bética al dominio senatorial, quedándose él con el control de la Lusitania y la Tarraconensis. En este viaje fundó la colonia de Caesaraugusta (Zaragoza) a orillas del Ebro. Del mismo modo mejoró la comunicación entre las diferentes provincias con una amplia red de carreteras lo que permitió un gran florecimiento del comercio dando lugar a grandes cambios económicos. Muchos de los veteranos recibieron tierras aquí, como fue el caso de Emerita Augusta (Mérida) que acogió a los licenciados de las guerras cántabras.

El Panteón de Agripa, la apoteosis del arte romano

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Vista exterior del Panteón de Agripa. Roma 2011
           
  Aunque la construcción más conocida y aclamada de Roma sea el Coliseo, sin duda alguna, la más amada por los romanos de todas las épocas y su mayor joya arquitectónica, es el Panteón de Agripa. No hay nadie que conozca que al volver de Roma no me haya comentando que lo que más le ha impresionado, de entre todas sus maravillas, es el templo circular diseñado por el yerno de Augusto y posteriormente reconstruido por Adriano, el único que es capaz de conectar el cielo con la tierra a través del óculo de la que aún sigue siendo una de las cúpulas más impresionantes que se puedan contemplar. Por eso y por tantos motivos, ningún rincón de Roma más adecuado para dedicarle la entrada número 100 de este blog. Desde aqui mi agradecimiento a Francisco Javier Díaz Benito por ayudarme a ilustrar una de la más hermosa obras arquitectónicas que existen.
           El Panteón es el monumento antiguo mejor conservado de la capital de Italia debido a que era tal su belleza que ni siquiera los bárbaros que invadieron la ciudad, tras la caída del Imperio romano, osaron derribarlo. Cuando Roma cayó bajo dominio eclesiástico, el emperador bizantino Focas lo regaló al Papa Bonifacio VIII que lo consagró como iglesia cristiana en honor de Santa María de los Mártires. Su esquema arquitectónico y su cúpula han sido fuente de inspiración durante todas las épocas posteriores convirtiéndose en uno de los modelos más imitados del mundo. Nada hace presagiar cuando lo contemplamos en la Piazza della Rotonda que ese edificio de genuino aspecto severo y de dimensiones relativamente pequeñas (si lo comparamos con el Coliseo o las Pirámides de Gizeh) pueda encerrar en su interior la inmensidad más absoluta, fruto de la ingeniería romana, la única capaz de crear el más bello y perdurable edificio de todos los tiempos.

Interior de la cúpula. Roma 2011

           Los historiadores del arte no se ponen de acuerdo sobre si el panteón que erigió Agripa  (destruido en incendio de 80 d.C.) tenía un esquema similar al que contemplamos hoy en día. Lo cierto es que debió ser un edificio excepcional para que Adriano se propusiera reconstruirlo y dejar inalterable en el frontón la inscripción que aludía a su constructor: “M. AGRIPPA. L. F. COS. TERTIUM. FECIT” (Marco Agrippa, hijo de Lucio lo construyó durante su tercer consulado). Esa referencia es la que hizo creer desde la antigüedad que el edificio se databa en el siglo I a.C., hasta que en el siglo XIX, unas tareas de investigación profundas estipularon que los materiales de construcción eran propios del siglo II d.C.

El Panteón de Agripa

Detalle de la inscripción. Roma 2013

            Marco Vipsanio Agripa, gran ingeniero y arquitecto, englobó la construcción del templo (pagado de su propio patrimonio) dentro del proyecto de urbanización que estaba realizando en el Campo de Marte. Datado en 27 a.C. se ubicaba entre la Basílica de Neptuno y la Saepta Julia en un terreno de su propiedad.
            La intención primera de Agripa era dedicar el templo a Augusto y a la gens Julia, creando un edificio destinado al culto imperial; por ello su idea originaria era colocar una imagen  del Príncipe junto a la de su padre adoptivo, el Divino Julio. Augusto desestimó está propuesta, pero permitió colocar una escultura de César divinizado en el interior flanqueado por Venus y Marte, mientras que la suya propia junto a una de Agripa se colocarían en el pórtico exterior en sendas hornacinas que flanqueaban la puerta de ingreso.



Maqueta del área de Agripa en el Campo de Marte

            Agripa levantó el edificio en el lugar donde se creía que Rómulo había subido a los cielos. Hay quien sostiene (pues existen vestigios arqueológicos de su primitiva orientación norte) que la entrada del Panteón conectaba con la entrada del Mausoleo de Augusto, creando un vínculo entre el fundador de Roma y el hombre que había devuelto la paz al mundo romano.
            Los expertos tampoco pueden asegurar si el edificio original era redondo o si en cambio era de planta rectangular. Lo que sí es cierto es que el ancho de la cella era prácticamente el mismo al del edificio actual aunque era más pequeño (la rotonda ocuparía la antigua plaza augustea que separaba el Panteón de la basílica de Neptuno).
         Plinio el viejo cuenta que sus capiteles eran de bronce y que su decoración comprendía cariátides y multitud de esculturas. Se piensa que el frontón estaba decorado por un águila imperial también en bronce sosteniendo la corona cívica.

El edificio de Adriano


Planta y corte transversal del Panteón de Adriano

            En el 80 d.C. el Panteón fue arrasado por un incendio; restaurado por Domiciano, en el año 110 fue nuevamente destruido por un rayo. Parece que los dioses se habían aliado para favorecer que de las cenizas surgiera el edificio más hermoso de la antigüedad cuya autoridad  se atribuye incluso al sirio Apolodoro de Damasco, arquitecto de Trajano, o como gustaba decir a Miguel Ángel, a los mismos ángeles.
            La generosidad de Adriano no tiene límites al volver a colocar el friso donde se indicaba la autoría de Agripa, algo muy poco común en una época, en la que borrar el legado anterior para engrandecer la propia gloria, era un comportamiento muy habitual. Al reconocer la valía de Agripa, tan querido aún hoy por el pueblo romano, el emperador de origen hispano se glorificó más aún.

Exterior

Foto propiedad de Francisco Javier Díaz Benito. Roma 2014

            El nuevo Panteón se data en 121 d.C. Su fachada es de corte clásico, octástila, compuesta por filas de columnas monolíticas (hasta un total de 16) de orden corintio, realizadas algunas en granito egipcio rosa y otras en gris que alternan con el mármol blanco de la basa. Las columnas, colocadas unas delante de la otra, dan forma a un pórtico, en el que se abren, flanqueando la entrada, las hornacinas que albergaban en sus orígenes las esculturas de Augusto y Agripa y que fueron transferidas al nuevo edificio. Corona el conjunto un frontón colocado sobre la inscripción dedicada a Agripa. No hay rastro de la decoración del águila con la corona en bronce que probablemente continuaría adornándolo.



Detalle de la columnata del pórtico. Roma 2013

Detalle de los capiteles corintios. Foto propiedad de Francisco Javier Díaz Benito. Roma 2014

Techumbre del pórtico. Roma 2011

Detalle del pavimento del pórtico. Foto propiedad de Francisco Javier Díaz Benito. Roma 2014

            A continuación del pórtico se abre la inmensa rotonda de 58 metros de diámetro externo cuyos muros tienen un espesor de 6 metros. En ella aún pueden verse las tres líneas de imposta que delimitan los tres sectores superpuestos que constituyen el muro, cuyos materiales de  relleno se van aligerando a la vez que se va ascendiendo en altura.


Vista exterior de la rotonda. Roma 2013

Interior
            La cella redonda, que presenta gran homogeneidad, mide 43,44 metros; la altura del edificio (incluyendo la cúpula) es exactamente igual que ese diámetro, de ahí que nada en el Panteón sea producto de la casualidad. Su elegancia se rige por equivalencias numérica.


Sólo cruzar el dintel y ya se divisa la inmensidad. Roma 2013

Interior de noche. Roma 2013

         Sus paredes están revestidas de vistosos mármoles en los que se abren tabernáculos posiblemente para albergar a las divinidades astrales (los cinco planetas conocidos más el sol y la luna). Con posterioridad los dioses paganos fueron reemplazados por santos cristianos. Estos altares, que alternan remates triangulares (3) con semicirculares (3) están enmarcados por dos columnas de pequeño tamaño, mientras que otras más monumentales separan cada altar. El ábside semicircular se sitúa frente a la puerta principal flanqueado por dos preciosas columnas de mármol violeta.


Ábside principal. Roma 2013

Foto propiedad de Francisco Javier Díaz Benito. Roma 1999

            El pavimento (en pórfido, granito y mármol) está decorado a base de cuadrados que alternan en su interior círculos o cuadrados más pequeños. Para atenuar los efectos de la lluvia el suelo es ligeramente convexo y tiene perforaciones estratégicas que absorben todo el agua que pueda penetrar por el óculo de la cúpula.


Detalle del pavimento. Roma 2013

            El panteón guarda en su interior la perfección espacial más absoluta. Su esquema longitudinal inscribe un círculo dentro de un cuadrado. Además, si se traza un triángulo equilátero uniendo el óculo con los ábsides laterales opuestos obtendríamos una pirámide. Todo ello aumenta la sensación de armonía.


Esquema geométrico del Panteón

Cúpula


Vista exterior de la cúpula

            No obstante, el verdadero milagro arquitectónico del Panteón lo encontramos al traspasar el dintel de entrada; en ese mismo instante inevitablemente los ojos se elevan al infinito y el alma se llena de la luz difusa que desde lo más alto penetra a través de la cúpula más hermosa jamás imaginada, la única capaz de llevarnos hasta las puertas del cielo.


Interior de la cúpula. Roma 2013

           La cúpula que se eleva a 22 metrosde altura, nunca fue superada en la antigüedad y sigue siendo una de las más grandes del mundo. El óculo mide 9 metros de diámetro. Está formada por 5 niveles de casetones trapezoidales dispuestos de forma concéntrica con 28 unidades cada uno. Se alza sin elementos de sujeción, todo el empuje de mampostería descansa en la estructura cilíndrica que forma el círculo de contención, que a pesar de la apariencia de robustez está realizado a base de materiales livianos. Esta pared circular está formada por dos espesores diferentes entre los que hay espacios ciegos e inaccesibles, de ahí la estabilidad de las paredes. Las capas horizontales, que dan forma a la cúpula, están realizadas con materiales muy ligeros: hormigón sobre mampostería de travertino y toba. Es una proeza técnica insuperable.


Interior de la cúpula a la luz del día. Roma 2011

Interior de la cúpula bajo el cielo nocturno. Roma 2013

        Los niveles representan la carrera de los cinco planetas entonces conocidos, iluminados por el sol en forma de óculo, que de alguna manera simboliza también al emperador que domina al mundo.


Reflejo maravilloso del óculo. Foto propiedad de Francisco Javier Díaz Benito. Roma 1999

            El exterior estaba revestido en bronce, retirado por los sucesivos papas para engrandecer la Roma cristiana.

Supervivencia del Edificio


Roma 2005

            El Panteón fue el primer templo romano convertido al culto cristiano. Durante el devenir de los siglos ha sufrido algunas alteraciones pero ninguna tan importante que le hiciera perder su genuino perfil. Hasta las puertas siguen siendo las originales, aunque bastante retocadas  pues se retiraron las placas de bronce de las vigas y los clavos para fundirlo para realizar el Baldaquino de Bernini para San Pedro del Vaticano o cañones para el Castel San’t Angelo. Una verdadera lástima que como ha ocurrido tantas veces en la historia del arte se destruyan cosas únicas para crear otras que se pueden ver en cualquier sitio. Los propios romanos no digirieron nada bien este expolio e hicieron circular el rumor que decía “los que no hicieron los bárbaros lo hicieron los Barberini”, en alusión al Papa Urbano VIII, gran mecenas de Bernini y que pertenecía a esa familia romana.
            Algo que nunca podré perdonar a Gian Lorenzo Bernini (quien pese a todo es mi escultor favorito) es la frialdad con la que fue capaz de desmantelar el Panteón, por el que el más grande de los artistas, el mismísimo Miguel Ángel Buonarroti sentía una devoción casi religiosa. No con eso, se atrevió a construir dos espantosos campanarios sobre el sagrado edificio; los campanarios suscitaron tal aluvión de críticas que desde el principio se conocieron despreciativamente con el pseudónimo de “orejas de asno”. En 1883 fueron derribados devolviendo al Panteón su silueta incomparable. Una vez más los ángeles protegieron al edificio que no sufrió en todo este proceso daño alguno. Siglos antes se había retirado también el bronce que cubría la cúpula y la decoración de capiteles y tímpano.


El Panteón con los campanarios de Bernini en una foto del siglo XIX 

            En el siglo XV, su interior fue enriquecido con frescos y en él se excavaron sepulturas en las que aun hoy descansan los restos de importantes artistas, como Anibal Caracci o Rafael Sanzio e incluso los del unificador de Italia, Víctor Manuel II.
            Un hecho curioso sucede cada domingo de Pentecostés en el Panteón: cinco bomberos arrojan desde lo alto del óculo miles de pétalos de rosas para celebrar la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, en un ritual que se remonta a la Edad Media. El rito, que se había perdido con el paso de los siglos, se recuperó en 1995. 


Lluvia de pétalos en el Panteón

Huella a través de los siglos

            La influencia del Panteón en la historia de la arquitectura no tiene precedentes. Su modelo (pórtico clásico coronado por cúpula) es quizás el más copiado del mundo.
            Los dos grandes arquitectos del renacimiento, Filippo Brunelleschi y Miguel Ángel Buonarroti lo estudiaron con detenimiento antes de levantar sus respectivas cúpulas en Santa María dei Fiori en Florencia y en San Pedro del Vaticano. Ninguno de los dos fue capaz de entender el misterio que hacía que la cúpula siguiera en pie e inalterable. Y los dos, cuyas cúpulas se cuentan entre las más famosas del mundo afirmaron que podían hacer las suyas más grandes, más modernas pero nunca más hermosas.
            Con posterioridad, Andrea Palladio difundió ampliamente el modelo a través de sus villas, siendo especialmente famosa Villa Rotonda en las cercanías de Vicenza. Esta propagación se incrementó en el Neoclasicismo tal y como se aprecia  entre otros muchos en el Panteón de Soufflot en París, en el templo de Possagno de Antonio Canova, en la rotonda del Museo Británico, en la de la Universidad de Virginia diseñada por Thomas Jefferson o en el mismísimo Capitolio de Washington.


Villa Rotonda. Andrea Palladio. 1566. Vicenza


Panteón. Soufflot. 1790. París
Fuente: «Pantéon (Francia)» de Taken and edited by M.Romero Schmidtke - Enciclopedia Libre en español. Disponible bajo la licencia CC BY-SA 3.0 vía Wikimedia Commons - https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Pant%C3%A9on_(Francia).jpg#/media/File:Pant%C3%A9on_(Francia).jpg 



Templo Canoviano. Antonio Cánova. 1830. Possagno
Fuente: "Tempio Canoviano 1" por Furio Imperiale - Lavoro personale. Licenciado sob CC BY-SA 3.0, via Wikimedia Commons - https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Tempio_Canoviano_1.jpg#/media/File:Tempio_Canoviano_1.jpg 


Iglesia della Madre di Dio. 1830. Turín 2014

            Igualmente la alternancia de formas geométricas del interior sirvió de prototipo para numerosas fachadas del Renacimiento como la del Palacio Farnesio.


Palacio Farnesio. Antonio Sangallo el joven. 1545-89. Roma

“Angelico e non umano”
Miguel Ángel Buonarotti. Siglo XVI

“Ay su belleza al claro de luna”
Chateubriand. Siglo XIX


Roma 2013

“El más bello recuerdo de la antigüedad es sin lugar a dudas el Panteón. Este templo ha sufrido tan poco, que aparenta estar igual que en la época de los romanos”.
Stendhal. Siglo XIX

“Este templo abierto y secreto estaba concebido como reloj de sol. Las horas girarían en redondo en el centro de este suelo abrillantado con tanto esmero; el disco de luz descansaría en él como una rodela de oro; la lluvia formaría un charco puro; la plegaría se escaparía como el humo hacia ese vacío en donde situamos a los dioses”.
Margarite Yourcenar. "Memorias de Adriano". 1950

“Mientras el Coliseo me estremece por su soterrada violencia, el Panteón me transmite una sensación de serenidad. Cruzas su puerta y ya eres dueño de la gran sala, por más que haya mucha gente alrededor. Te rodean decenas de personas, pero sientes que estás solo. Los seres humanos vivimos siempre acompañados por un sentimiento de temor, desde que nacemos hasta que morimos. Pero existen algunos lugares en donde este sentimiento se diluye. Quizás porque son espacios sabiamente construidos. El Panteón es uno de ellos…, ese agujero de la cúpula abierto al cielo, a la lluvia, al aire, a la nieve, por donde uno puede sentir la presencia de los dioses amables y olvidar, por un momento, los desastres de la existencia y el miedo a la muerte”.
Javier Reverte. “Un otoño romano”. 2014

Zaragoza (Caesar Augusta)

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Copia del Augusto de Prima Porta en Zaragoza

En su tercera visita a Hispania, tras pacificar el país, Augusto fundó sobre una ciudad ibérica ya romanizada (Salduie) la que sería una de las más importantes colonias hispana, Caesar Augusta (Zaragoza), siendo la única en todo el Imperio que ostentó su nombre completo. Se piensa que la fecha de la fundación fue en el año 14 a.C., quizás coincidiendo con el cumpleaños del emperador (el 23 de septiembre). Por ello, fue declarada colonia inmune lo que le suponía la exención de determinados tributos así como el derecho a acuñar monedas. En la fundación participaron legionarios supervivientes de las guerras cántabras.
Caesar Augusta asumió desde el primer momento el papel de cabecera regional e incluso rigió un Convento Jurídico (órgano menor con funciones administrativas y judiciales que resolvía cuestiones que no podían ser solventadas en la gestión municipal). Al mismo tiempo, gracias a su puerto fluvial, se convirtió en un gran foco comercial, gozando incluso de capitalidad religiosa, con derecho a un culto propio.
La ciudad tenía el esquema propio de las colonias romanas: plano hipodámico con un cardo y un decumano. En ella se construyeron todos los edificios característicos de las urbes romanas.
No son muchos los restos que quedan de la época de Augusto, aunque sí de años posteriores. Es curioso como la ciudad romana se refleja aún en la disposición de las calles de Zaragoza.

  • Muralla romana


             Construida entre el siglo I y el siglo III de nuestra, medía 3.000 metros y constaba de 120 torres. El trazado debió tener una altura de 10 metros y 4 de espesor.
            De época augustea se conservan restos de opus caementicius adosados a la parte posterior del muro de sillería.
            En 1933 fue declarado monumento nacional.


  • Foro

Restos del Foro de Caesar Augusta

Estaba situado en las postrimerías del Puerto Fluvial siendo el lugar donde confluía la vida social, civil, religiosa política y sobre todo económica y mercantil.
Se empezó a construir bajo el Principado de Augusto, pero fue Tiberio quien lo acabó.
De la época de Augusto se conservan un mercado, una cloaca y tuberías de agua potable.
Probablemente había otro Foro en el lugar tradicional (intersección de cardo y decumano) aunque no se han encontrado restos.


Reconstrucción del Templo del Foro de Caesar Augusta (debajo de lo que hoy sería la Seo)

  • Puerto Fluvial

Maqueta del puerto fluvial

            Se convirtió en el tercero más importante de Hispania, tras el de Logroño y Tortosa,
            A finales del siglo I d.C. se completó con la construcción de un mercado. Las edificaciones portuarias se extendían a la orilla derecha del Ebro y estaban situadas en el ángulo nordeste del Foro con el que se conectaba a través de unas escaleras.

  • Termas


            En funcionamiento desde el sigo I a.C., se ubica entre el teatro (de época de Tiberio) y el Foro. Se han conservado restos de las letrinas y de una Natalio (piscina al aire libre)de época de Claudio.

La Galia romana

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Además de Nimes (que según mi opinión conserva los más bellos ejemplos del arte romano en Francia) existen otras ciudades en el país galo donde la presencia de Roma y de Augusto han dejado honda huella como demuestran los importantes vestigios de la Edad de Oro que aún se alzan en su suelo. Intentaré hacer una selección de los más importantes.

  • Vienne (Iulia Viennensis)

            Convertida en colonia romana en 50 a.C. por Julio César, conserva en buen estado un templo dedicado a Augusto.


         Finalizado en 15 d.C., el templo estaba consagrado a Augusto y Roma. El emperador, muy reacio a que se le rindiese culto en la capital del Imperio, era más permisivo a la hora de permitirlo en las provincias, aunque siempre uniendo su nombre al de la diosa Roma (conciente de que era una forma de estar presente en la vida de los ciudadanos de tan vasto territorio que no podían verlo ni tener contacto con él). De todas formas este templo se inauguró un año después de su muerte. Cuando Livia fue divinizada en tiempos de Claudio, también se dedicó a ella.
            Es un hermano pequeño de la Maison Carréede Nimes. Inspirado igualmente en los principios vitruvianos, es hexástilo, pseuperíptero y de orden corintio. Se eleva sobre un alto podio desde el que dominaba el Foro romano. Tiene una longitud de 14,25 metros x 27 metrosde ancho. Su altura es de 17,36 metros. A la cella (reconstruida) se accedía a través de una escalera frontal.

Detalle

           En la Edad Mediafue convertido en iglesia cristiana, pasando durante la Revolución Francesaa ser un lugar de culto a la Razón. Posteriormente ha sido tribunal, museo y biblioteca hasta que Prosper Merimée lo restauró en 1852.

  • Arlés (Iulia Arelate Sextanorum)

Reconstrucción de Arlés

            Es otra localidad de gran raigambre romana. Conserva restos de un teatro de época augustea comenzado en los años de su fundación (40-30 a.C) y finalizado en el 12 a.C., por tanto es uno de los primeros teatros en piedra edificados por los romanos. Tiene el esquema típico de los teatros latino con caveao graderío, orchestra, proscenio (escenario) y scenae frons (frente escénico). Tenía cabida para 10.000 espectadores.

Teatro

            El frente escénico estaba sostenido en tres niveles con columnas corintias y adornado con una rica decoración, lo que testimonia la importancia de la colonia. Probablemente tenía una especie de cornisa que lo protegía de las inclemencias del tiempo.

Detalle del Teatro

            El teatro estuvo funcionando hasta principios del siglo V d.C., siendo usado a partir de entonces como cantera. Redescubierto en 1828 fue reconstruido aunque sólo se conservan dos columnas del escenario y parte del graderío.

Venus de Arlés. Siglo I a.C, París. Museo del Louvre
Fuente:  "Venus of Arles Louvre Ma439 n01" by Marie-Lan Nguyen - Own work. Licensed under CC BY 2.5 via Wikimedia Commons - https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Venus_of_Arles_Louvre_Ma439_n01.jpg#/media/File:Venus_of_Arles_Louvre_Ma439_n01.jpg

            En él se encontraron importantes esculturas como la Venus de Arlés, hoy en el Museo del Louvre y la de Augusto heroizado, que deja constancia del profundo calado del culto a Diuvs Augustus elevado a los altares tras su muerte.

Augusto heroizado. Siglo I d.C. Arlés. Musée Departemental Arles Antique

            Igualmente de época augustea son los criptopórticos del Foro (construcciones subterráneas que constituían un granero para almacenar el trigo), realizados entre el 30-20 a.C., en los mismos años que el Foro propiamente dicho que constaba de cuatro pórticos monumentales unidos por galerías cubiertas, conservándose sólo dos fragmentos.
            Igualmente cuenta con un anfiteatro famoso pero de finales del siglo I d.C.

  • Orange (Iulia Firma Secundarum Arausio)
            Fue fundada por los veteranos de la Legio III Gallica de Julio César. Tuvo una gran expansión durante el principado de Augusto, quien construyó el teatro, uno de los mejores conservados del mundo romano.


Teatro de Orange

            El escenario aún se mantiene en pie casi en su totalidad conservando sus medidas originales (103 metrosde ancho por 37 de alto). Preside desde una hornacina central la escultura de Augusto.
            A partir del siglo IV cayó en desuso y fue usado como cantera hasta que en el siglo XIX, nuevamente Prosper Merimée inició su restauración.
            En 2006 se le añadió una techumbre de cristal y vidrio para proteger el muro antiguo del escenario.



            El otro importante monumento de ésta época es el Arco de triunfo en honor de Augusto, construido a partir del año 10, aunque también contiene inscripciones dedicadas a su sucesor, Tiberio. Es uno de los arcos de tres vamos más antiguos que han llegado hasta nuestros días. El arco central es mayor que los laterales. Cada fachada presenta columnas corintias adosadas. Está decorado con relieves de escenas militares, incluyendo batallas navales.


Arco de Orange
            Tanto el arco como el teatro fueron nombrados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1981.

  • Autun (Augustodonum)
            La ciudad (cuyo nombre latino significa “La Fortaleza de Augusto”) fue fundada por el mismo emperador en las inmediaciones de Bribacte, capital de los eduos, más o menos con los mismos objetivos que otras colonias augusteas: asegurar el control de la zona e imponer la romanización a los pueblos rebeldes circundantes. Se convirtió en la residencia del prefecto de la Galia.


Porte d'Arroux

            De la época de Augusto se conservan dos de las puertas de acceso a la ciudad: la Porte d’Arroux (que marcaba el inicio el extremo norte del cardo máximo) y la Porte de Saint André (señalaba el extremo este del decumano máximo). Ambas presentan dos vanos grandes para el tránsito de vehículos y 2 pequeños para el de los peatones.


Porte de Saint André

            Las murallas (igualmente del siglo I a.C.) conserva gran parte de su recorrido (que abarcaba unos 6 kms) y de sus 53 torreones.


Murallas romanas de Autun
Fuente:  « Autun remparts » par Christophe.Finot — Travail personnel. Sous licence CC BY-SA 1.0 via Wikimedia Commons - https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Autun_remparts.jpg#/media/File:Autun_remparts.jpg


  • Lyon (Lugdunum)
            Fue fundada en 43 a.C. por Lucio Munacio Planco (lugarteniente de Julio César). Agripa la convirtió en el punto de partida de las principales vías de la Galia, siendo nombrada en 27 a.C. como capital del país galo.
            En 12 a.C., el hijo menor de Livia, Druso mandó construir allí un templo en honor de Augusto y Roma, decorado con bellísimas esculturas traídas de toda la Galia. Junto a él (iniciado en 19 a.C.) se construyó el anfiteatro, en sus inicios con cabida sólo para 1.800 personas hasta que Adriano lo amplió aumentando la capacidad a 20.000.
            El teatro, uno de los más antiguos de la Galia, fue construido en 15 a.C. Albergaba unos 10.000 espectadores. Construido junto a la colina de Fourvière, igualmente fue ampliado en tiempos de Adriano.


Teatro de Lyon
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