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Campania y Augusto

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 Augusto estuvo siempre muy vinculado a esta región, donde poseía varias villas, como la de Nola, en la que murió su padre y, casualmente, él mismo, 65 años después. Además, promovió la construcción de numerosos edificios públicos.
 Pompeya, Nápoles, Boscotrecase o Capua aún conservan importantes vestigios de época augustea. En Capri, a pesar de ser la isla favorita del primer emperador, apenas quedan restos de su obra, pues el más importante monumento de época imperial es Villa Jovi, mandada construir por Tiberio.

  • Nápoles

En una de las zonas más bellas de la capital de la actual Campania se encuentra el Parque Arqueológico de Pausilypon, reabierto al público en 2009, que engloba los restos del complejo monumental mandado edificar por Publio Vedio Polión, quien tras la batalla de Accio (en 31 a.C.), decidió trasladarse a esta región donde mandó construir una villa, un teatro, un odeón, un ninfeo y un complejo termal.

       Gruta de Sejano
            A pesar de llevar el nombre del prefecto del pretorio de Tiberio, su construcción fue ordenada por Marco Vipsanio Agripa con la intención de conectar las villas señoriales de la zona con los puertos de Puteoli y Cumas.
           La imponente galería se extiende a través de 770 metros con un trazado rectilíneo. En su pared sur presenta unas oquedades que miran a la bahía por las que entra la luz.

La Villa de Publio Vedio


Restos de la Villa de Pausilypon

            A través de la gruta de Sejano se accedía al complejo arqueológico edificado por Publio Vedio Polión dominado por la exquisita Villa de Pausilypon, enclavada en un paisaje idílico desde el que se podía contemplar Nápoles, la Bahía de Sorrento, el Vesubio y Capri.
            Aún hoy son visibles algunas de sus estancias (varias conservan incluso restos de pintaras murales) mientras que gran parte de ella se encuentra bajo el mar, en el conocido como Parque Sumergido de Gaiola, donde se pueden realizar inmersiones.


Villa y teatro de Pausilypon

            A su muerte (acaecida en 15 a.C.), Polión legó la villa a Augusto, quien la habitó en ocasiones  al igual que sus descendientes.
            Junto a la casa se alzan los restos del teatro (con capacidad para 2.000 personas) y del odeón.


Teatro

Parque arqueológico con el odeón en primer plano

            En dirección a Marechiaro, se encuentra el ninfeo, hoy conocido como Palacio del Espíritu.

  • Pompeya

            Aunque la mayoría de los restos de la ciudad sepultada por el Vesubio en 79 d.C. se remontan a su transformación en colonia en 80 a.C. algunos edificios están vinculados a la figura del primer emperador romano.


Edificio de Eumaquia


Reconstrucción del Edificio de Eumaquia

Ubicado en el Foro de Pompeya, fue construido por la sacerdotisa Eumaquia quien lo consagró a la Concordia Augusta, identificación de la emperatriz Livia.


Inscripción dedicatoria

        Su fachada de acceso orientada hacia el Foro presenta un doble orden de columnas corintias y un bellísimo portal rectangular de mármol decorado con espirales de hojas de acanto, siguiendo la estela de la ornamentación del Ara Pacis Augustae. A través de él se ingresaba en un inmenso patio. En uno de los muros del mismo se abrían tres ábsides semicirculares, en el central de los cuales se halla una escultura de Livia. También se encontró en las excavaciones la estatua de Eumaquia.


Portal


Detalle de la decoración del Portal


Interior
Fuente: Di Mentnafunangann - Opera propria, CC BY-SA 3.0,


Eutamaquia. Nápoles. Museo Arqueológico


Templo de la Fortuna Augusta



Reconstrucción del  Templo de la Fortuna Augusta

Datado entre los años 13 y 2 a.C., este edificio estaba destinado al culto al emperador. Fue  mandado erigir por Marco Tulio, perteneciente a la misma rama familiar de Cicerón.



 Se ingresaba en él a través de dos rampas de cuatro escalones cada una para proseguir por una amplia escalinata. Presenta un pronaos presidido por cuatro columnas corintias.
Estaba recubierto de mármol y de placas de piedra caliza.

  • Villa de Agripa Póstumo en Boscotrecase


Planta de la villa

            Ubicada en una localidad a la periferia de Pompeya, era una de las residencias más lujosas de la zona. Fue mandada construir por Marco Vipsanio Agripa alrededor del año 20 a.C. A su muerte (acaecida en 12 a.C.) la dejó en herencia al menor de sus hijos, Agripa Póstumo, que nació meses después del fallecimiento de su progenitor. Julia, la viuda del gran general, se encargó de seguir con la culminación de los trabajos en la villa.
     Descubierta casualmente en 1903 durante las obras de construcción de la Circumvesuviana (trazado de la red viaria que une las ciudades del Vesubio), la villa se asemeja bastante en planta y decoración pictórica a la Casa de la Farnesina en Roma, que también pertenecía a la hija y el yerno de Augusto.
         Desgraciadamente la residencia fue nuevamente sepultada por la erupción del Vesubio de 1906, aunque los frescos ya habían sido extraídos de sus paredes y trasladados al Museo Arqueológico de Nápoles y al Museo Metropolitano de Nueva York.
          Era de gran tamaño, con un atrio central al que se abrían una serie de habitaciones y un gran peristilo situado al oeste donde se hallan las estancias más importantes de la casa,  que daban a una gran terraza con magníficas vistas de la bahía de Nápoles.
           El peristilo, rodeado de columnas por sus cuatro lados tenía un gran jardín central; sus paredes estaban decoradas en 2º estilo pompeyano con columnas pintadas que crean la sensación de un doble pórtico. La decoración pictórica de los cubículos anexos es la más interesante de toda la villa. Están realizadas en 3er estilo, que floreció en época de Augusto.

       Cubículo 15.- Sus paredes están pintadas en negro sobre un friso decorativo rojo sobre el que se apoyan finísimas columnas coronadas por candelabros, trípodes, elementos egiptizantes  y una estrecha cornisa que rodea toda la habitación.





          En la pared norte aparecen dos cisnes, símbolos de Apolo, dios protector de Augusto. Bajo ellos cuelgan dos medallones donde aparecen representadas dos mujeres, probablemente la emperatriz Livia y Julia la Mayor, dueña de la casa. Corona el conjunto una escena egiptizante simbolizando la anexión de Egipto por parte de Augusto tras la batalla de Accio.





               En cada panel central se representa un original paisaje. El pavimento de esta habitación es a base de mosaicos en blanco y negro.



 Cubículo 16.- También conocido como “habitación roja”. Se compone de diversos paneles rojos decorados con elegantes cenefas sobre un friso inferior negro. La parte superior está ornamentada con paneles que contienen estilizadas flores sobre fondo rojo. En los paneles centrales aparecen grandes escenas, con pinceladas que adelantan el impresionismo.








Cubículo 19.- No esta tan bien conservado como las anteriores. Presenta escenas mitológicas como la de Perseo y Andrómeda y la de Polifemo y Galatea. Sobre los paneles hay una zona amarilla con pequeñas placas similares a la de la habitación roja.


Perseo y Andrómeda


Polifemo y Galetea

Cubículo 20.- Debido a que aún no estaba excavada del todo cuando sobrevino la erupción de 1906 sólo se han conservado dos paneles blancos adornados con finas columnas y jarrones con preciosas flores. Por debajo, se representa un friso negro  decorado con una banda roja donde aparecen pájaros.





  • Villa de Augusto en Somma Vesubiana


        En la ladera del monte Somma, en la localidad de Starza della Regina, se encontraron en los años 30 restos de una villa, que algunos estudiosos han querido identificar con aquella en la que murió el primer emperador romano, debido a la cercanía de Nola, lugar de fallecimiento de Augusto como confirman las fuentes escritas. No obstante, a parte del carácter monumental del edificio, nada sostiene esta teoría.
            En aquel momento las excavaciones tuvieron que pararse por falta de fondos, no obstante se reanudaron en 2002 gracias a inversiones japonesas. En la actualidad han salido a la luz 6 estancias y numerosas esculturas, algunas de carácter dionisiaco.

Escultura de Dionisos. Nola. Museo Arqueológico

            Las estancias son de gran tamaño. La mayor presenta una columnata en uno de sus lados, dos paredes con nichos, una arcada sostenida por pilares y una pared decorada con temas asociados al dios del vino Dionisos.
            Hacia el valle, encontramos un área aterrazada, que se conecta con la sala principal a través de dos escalones. En ella se abre un gran ábside que aún conservan frescos de Nereidas y Tritones.










            Desde allí se accede a otra habitación, igualmente con un gran ábside y con pavimento de mosaicos decorados con motivos geométricos y delfines que saltan entre las olas.



  • Capua

Esta ciudad es famosa por ser el lugar donde el famoso gladiador Espartaco inició la revuelta en 73 a.C. que puso contra las cuerdas al poder romano durante dos años.


De época augustea se conserva el anfiteatro, erigido en el siglo I d.C. sustituyendo al anterior que se considera el primer anfiteatro del mundo romano. Con posterioridad remodelado por Adriano y por Antonino Pío fue la sede de la primera escuela de gladiadores.
Era el segundo anfiteatro del mundo romano, con capacidad para 40.000 espectadores. El exterior estaba constituido por 80 arcadas dóricas sobre 4 pisos (de los que hoy sólo quedan dos). Probablemente el Coliseo se inspiró en su esquema arquitectónico.

Restos las arcadas exteriores
Fuente: Di Dom De Felice e Carla Nunziata - Opera propria, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=8583111

            El interior está mejor conservado y existían corredores subterráneos bajo la arena.

El ocaso de un emperador

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Cabeza de Augusto encontrada en Lora de Río. Siglo I a.C. Sevilla. Museo Arqueológico

Los últimos años de vida de Augusto fueron complicados. A la difícil situación en Germania se unieron en el año 12 d.C. una serie de inundaciones que afectaron a las principales fiestas mermando los ánimos de un pueblo romano, que vivía con temor la incertidumbre de un mundo sin el hombre que había regido su destino durante más de 40 años y que había traído la paz y prosperidad al acabar con las guerras civiles.
Esta sensación se agravó cuando al Príncipe empezó a notársele seriamente los signos de una edad tan avanzada para la época (74 años). Así, Germánico leyó un discurso en el Senado en el que Augusto pedía a los senadores que no volvieran a saludarlo y despedirlo formalmente en sus apariciones públicas por el Foro. También pedía que fueran a visitarlo con menos frecuencia y solicitaba su perdón por no ser capaz ya de cenar en sus casas tan a menudo como antes. Augusto para aliviar su carga de trabajo empezó a realizar las tareas desde su casa, recibiendo a asambleas algunas veces reclinado en un sofá. Para facilitar su toma de decisiones modificó el consilium princeps; a partir de ahora este órgano, que servía de interlocutor entre el Senado y el emperador, en vez de estar formado por senadores elegidos por sorteo cada seis meses lo compondrían hombres nombrados por Augusto de forma permanente. Al mismo tiempo delegó más competencias en Tiberio y sus descendientes.

Augusto (Peter O’Toole) trabaja en el diván de su casa. Fotograma de la miniserie Augusto, el primer emperador, 2004.

Esto tuvo algunas consecuencias negativas, pues por primera vez tras los desastres naturales antes mencionados se quemaron folletos llamando a la sedición y se castigó a sus autores. Al mismo tiempo, un conocido abogado, Casio Severo fue desterrado a Creta a causa de sus escritos republicanos. En este tipo de represalias se adivina seriamente la influencia de Tiberio pues Augusto nunca había prestado atención  a las críticas. “No debes tomarte a pecho si alguien habla mal de mí. Podemos estar satisfechos si conseguimos que la gente se reprima a la hora de emitir comentarios hirientes”, dijo en una ocasión a su hijastro. El Principado de Augusto se había caracterizado por la aceptación de la libertad de expresión, derecho que desaparecería durante el gobierno de Tiberio, en el que los procesos por lesa majestad estarían a la orden del día. Todo esto aumentaba la zozobra del pueblo y el miedo a lo que vendría después de Augusto.
          No obstante, el Príncipe siguió controlando una gran cantidad de trabajo y tomando decisiones importantes. Por ejemplo el impuesto del 5% sobre las herencias para mantener el Tesoro militar se había manifestado como muy impopular por lo que el Senado declaró que aceptaría cualquier impuesto menos ese. Dando una vez más muestra de su gran astucia, Augusto pidió a los senadores que presentaran propuestas válidas para financiar de manera estable el mantenimiento de las legiones. Después de estudiar varios proyectos nada prácticos decidió proponer uno sobre la propiedad, a sabiendas que éste resultaría aún más alarmante. Al final los senadores aceptaron de buen grado el antiguo impuesto. Augusto no había perdido facultades a la hora de imponer su voluntad aparentando que eran los demás quienes tomaban una decisión.

Italia Augustea

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  • Lecce (Lupiae)

               Una breve estancia de Octavio en esta ciudad, cuando aún era triunviro, le aseguró la fidelidad de la aristocracia local por lo que ya siendo Augusto favoreció a Lecce más que a otras urbes de la zona, promoviendo la construcción de importantes edificios públicos y de entretenimientos. Los dos que han llegado hasta la actualidad  en mejores condiciones son el teatro y el anfiteatro.


Teatro romano 

            El teatro seguía el esquema típico romano. Se conserva la cavea aunque muy restaurada y la orchestra a la que se accedía mediante una estrecha galería cubierta.
            Del anfiteatro sólo se ha excavado una tercera parte. Sostenido parcialmente sobre la roca y parcialmente sobre arcadas, tenía capacidad para 25.000 espectadores.

  • Grumentum nova

            Fue una antigua ciudad romana ubicada en la actual región de Basilicata. Aunque su urbanismo se remonta a época fundacional (siglo III a.C.) sus monumentos principales son de época de Augusto. El trazado de la ciudad se adapta a la orografía del terreno pues está situada a los pies de una colina.
       Convertida en un Parque Arqueológico, los principales edificios de esta época (aunque remodelados en época posterior) son el foro, el teatro y el anfiteatro.


Vista del teatro romano y del Foro de Grumentum

           Los vestigios del teatro revelan que constaba de las partes de este tipo de edificio. La cavea, queapoyaba sobre un muro sostenido por contrafuertes, se une a la escena por pasillos cubiertos. El exterior se constituía de una doble filas de arcos. La escena era cubierta y constaba de dos plantas.
El anfiteatro se situaba en la periferia de Grumentum. Tiene un trazado irregular porque su parte oeste se apoya sobre la colina y el resto es exento. Al principio el graderío era de madera y con posterioridad fue sustituido por otro de piedra.


Anfiteatro romano

            Al carecer de galerías subterráneas, la arena estaba rodeada por un pasillo donde se ubicaban las jaulas de las fieras.

  • Fano (Colonia Iulia Fanestri)

            Las primeras referencias históricas que se tienen de ella son del año 49 a.C., cuando Julio César la conquistó junto a Pesaro y Ancona, dando inició así a la guerra civil contra Pompeyo. Augusto estableció allí una colonia y construyó una muralla de la que quedan algunos restos. No obstante el monumento romano más importante de Fano es el Arco de Augusto, datado en 9 d.C.


Arco de Fano

            El arco era la principal puerta de acceso a la ciudad y el símbolo de Fano. Con tres vanos (uno grande central y dos pequeños laterales), la inscripción deja claro quien fue su autor: “El emperador César Augusto, hijo del Dios (Julio César), Pontifex Maximus, Cónsul 13 veces, con potestad tribunicia 30 veces, aclamado Imperator 26 veces, Padre de la Patria, ofrece estas murallas”.
            El ático del arco fue destruido en 1463 cuando Sigesmondo Malatesta asedió la ciudad. No obstante, el bajorrelieve renacentista que se conserva en el muro de la vecina Iglesia de San Michele nos lo muestra como era originalmente, con siete ventanas en forma de arquillo entre columnas corintias.



Bajorrelieve en la Iglesia de San Michele

  • Rímini (Ariminum)

            Obtuvo el reconocimiento de la ciudadanía romana en el año 90 a.C. debido a su apoyo a Cayo Mario en las guerras civiles. En el 49 a.C., tras cruzar el Rubicón, Julio César arengó a sus legiones desde el Foro de Rímini, pronunciando la famosa frase “Alea iacta est” (la suerte está echada).
            En los primeros años de la edad imperial Augusto, Tiberio y Adriano favorecieron a la colonia con importantes construcciones siendo las más significativas el Arco de Augusto, el Puente de Tiberio y el anfiteatro.



Arco de Augusto en Rímini

            De época augustea sólo se conserva el arco, consagrado en honor del primer emperador el 27 a.C. Es el arco romano más antiguo que se mantiene en pie, siendo la puerta de entrada que unía a Rímini a través de la Via Flaminia con la capital del Imperio.
            El estilo del arco es sobrio. Tiene un gran vano central flanqueado por dos semicolumnas de orden corintio. En él aparecen representaciones de dioses del Olimpo romano, incluidos la diosa Roma y un toro, símbolo de la fortaleza de la Caput Mundi. Originariamente estaba coronado por una gran escultura en bronce de Augusto subido a una cuadriga. Las almenas que coronan el monumento son medievales.


Detalle del Arco de Rímini

  • Susa (Segusium)

           Ubicada en las cercanías de Turín, la ciudad de Susa tuvo gran importancia durante el Principado de Augusto, como testimonian los importantes restos de monumentos de esta época, siendo el más importante el Arco de Augusto, construido entre los años 9 y 8 a.C. para conmemorar la alianza entre algunas poblaciones alpinas y el primer emperador romano en el año 13 a.C. El propio Augusto, de regreso de uno de sus viajes a las Galias hizo una parada en Segusium para inaugurar el monumento.


Arco de Susa
Fuente: Di Duvilar (Lorenzo Rossetti) - photo taken by Duvilar (Lorenzo Rossetti), CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1138377

            El arco, uno de los mejores conservados del mundo, cuenta con un solo vano con bóveda de cañón con casetones. Las arquivoltas están sostenidas por 4 pilastras corintias. Asimismo, en las esquinas, 4 columnas corintias sostienen la parte superior del arco.
Entre el arquitrabe y la cornisa se muestra el impresionante friso decorado con bajorrelieves que narran en diferentes escenas la sucesión acontecimientos políticos que dieron lugar a la alianza. En el ático se grabó la inscripción conmemorativa.


Detalle del bajorrelieve del friso

Preparando el último viaje

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Augusto togado. Cabeza del siglo I a.C. Madrid. Museo Nacional del Prado


         Durante su larga vida, Augusto sintió el aliento de Tanatos sobre él en más de una ocasión. Los acontecimientos derivados de la inmensa responsabilidad que recayó sobre sus hombros, apenas adolescentes, tras el asesinato de Julio César y su precaria salud estuvieron a punto de causarle la muerte en más de una ocasión. Sin embargo, las Parcas habían trazado para el frágil muchacho de Velletri un destino diferente: perpetuar la eternidad de Roma poniendo al mismo tiempo los cimientos de Europa.
No obstante, una vez pasados los 70 años, el primer emperador romano sabía que le quedaba poco tiempo. Por ello, meticuloso y práctico como había sido toda su vida, sin dramatizar, no quiso dejar ningún cabo suelto antes de su partida. De ahí que preparara algunos documentos de su puño y letra dando instrucciones incluso para su funeral.
Uno de éstos era un breviarium imperii, donde recogía importantes asuntos de Estado, como las legiones distribuidas en los distintos lugares del Imperio, las reservas del erario público o los datos de la cuenta para gasto personal. Incluso señalaba los nombres de los esclavos-secretarios o libertos que podían ayudar en caso necesario.
Igualmente, Augusto revisó en estos años finales de su vida su propio testamento, un dossier complejo de varios tomos que custodiaban como era la tradición las Vírgenes Vestales.


Casa de las Vestales. Roma 2013

Escribió también un documento dirigido a Tiberio y al Pueblo Romano en el que les aconsejaba que mantuviesen las fronteras del Imperio que él había consolidado. Esta indicación, compartida por la mayoría de los emperadores (salvo excepciones como Trajano) se manifestó algo contradictoria porque si bien como el propio Augusto refirió en más de una ocasión, es más difícil gobernar que conquistar, la caída del Imperio romano de Occidente se produjo por la invasión de los pueblos germanos no romanizados.
Con la finalidad de perpetuar su obra terminó de rubricar sus Res Gestae Divi Augusti (llamadas así de manera póstuma por orden de Tiberio) indicando que fueran grabadas en dos columnas de bronce a la entrada de su Mausoleo, mandado construir cuando sólo contaba con 30 años. Dispuso también que varias copias, algunas en griego, fueran enviadas a varios puntos del Imperio. Las Res Gestae son unas memorias, en las que sin mentir, omite los hechos más polémicos de su vida y demuestran una vez más la genialidad de Augusto como político y su capacidad para difundir su imagen a las masas.



Texto original de las Res Gestae Divi Augusti hallado en Ankara

Para facilitar la transición de un gobierno a otro, el emperador reforzó en el año 13, la Comisión permanente que se encargaba de agilizar los asuntos del Senado. Los cónsules siguieron siendo miembros de la misma, mientras que el resto de miembros fueron reemplazados por los cónsules designados para años venideros, además de Tiberio, su hijo Druso y Germánico.
Acabadas todas estas gestiones poco más se sabe de los últimos meses del emperador; se tiene constancia de su participación en algunos actos oficiales, como la purificación del Pueblo Romano (acaecida en el año 14) que tuvo lugar en el Campo de Marte. Hay quien apunta que también realizó una visita a su nieto Agripa Póstumo arrepentido de haberlo desterrado y reconsiderando la posición de aquel en la sucesión. Toda esta historia alimentada por Tácito parece muy improbable pues nada indican el resto de fuentes al respecto; a ello se une la cláusula estipulada en su testamento ordenando que ni su nieto ni las dos Julia fueran enterrados en su Mausoleo.

El final del camino

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“Aunque era evidente que las facultades de Augusto eran cada vez menores y que no le quedaban muchos años de vida, Roma no pudo acostumbrarse a la idea de su muerte. Es una comparación ociosa decir que la ciudad se sintió como un niño cuando pierde a su padre. Haya sido el padre un valiente o un cobarde, un hombre justo o injusto, generoso o tacaño, eso tiene poca importancia: ha sido el padre del niño, y ningún tío o hermano mayor puede ocupar su lugar. Porque el Gobierno de Augusto había sido prolongado y un hombre tenía que haber pasado ya de la mediana edad para recordar el tiempo en que Augusto no gobernara”.
            Robert Graves. Yo, Claudio. XIV


Augusto. Siglo I d.C. París. Museo del Louvre
Foto de Bill Storage y Laura Maish

Según las fuentes antiguas múltiples prodigios anunciaron durante los últimos meses de la vida de Augusto que un gran cambio se estaba gestando en el devenir del mundo romano. Algunos son de dudosa credibilidad mientra que otros corresponden a las mismas interpretaciones hechas por el emperador a circunstancias que tuvieron lugar en realidad.
Uno de los más famosos es el hecho que ocurrió cuando celebraba en el Campo de Marte la ceremonia de purificación del censo; un águila revoleteó insistentemente en torno a él posándose después en la letra A del nombre de Agripa del Panteón. Entonces, Augusto mandó a Tiberio formular los votos para el siguiente año pues él se negó a leer algo que no podría cumplir. También es significativo que por aquellos días un rayo cayó sobre la inscripción de una estatua suya haciendo desaparecer la C, de Caesar, lo que se tomó como que no le quedaban más de 100 días de vida. Igualmente se interpretó que sería deificado porque el resto de la palabra, aesar, significaba dios en etrusco.
Iniciado el verano, el emperador decidió acompañar a Tiberio (que partía hacia Iliria) hasta Benevento. Días antes de salir, como en los tribunales no dejaban de importunarle con un proceso tras otro, exclamó que aunque Roma se empeñara no podría retenerlo por  más tiempo. Posteriormente esto también se consideró una premonición.
Partió de noche (en contra de su costumbre) para aprovechar el viento a favor, y así fue como contrajo su enfermedad que comenzó con una diarrea. Cuando se recuperó siguió navegando hacia Campania deteniéndose algunos días en su villa de Capri. Cuando navegaba por el Golfo de Pozzuoli, los pasajeros de un navío alejandrino, se engalanaron para la ocasión y quemaron incienso al paso del emperador expresándole sus mejores votos y alabanzas asegurando que por él vivían, por él podían navegar y por él disfrutar de su libertad y de sus bienes (en alusión a los beneficios de la Pax Augusta). Este gesto causó honda emoción en el anciano Príncipe que mejoró considerablemente.

Una de las Villas de Augusto en Pausilypon (Nápoles)

En Capri pasó 4 agradables jornadas en las que no se privó de ninguna diversión. A pesar de no estar recuperado del todo, se dirigió hacia Nápoles donde asistió a una competición de gimnasia quinquenal organizada en su honor y acompañó a Tiberio hasta Benevento. A su regreso, una recaída le obligó a detenerse en su villa de Nola, e inmediatamente envío llamar a Tiberio. Aunque los historiadores discrepan parece que Tiberio llegó a tiempo de ver por última vez a su padrastro quien tuvo con él una larga conversación privada.
Su último día en este mundo preguntó repetidamente si había revuelo a causa de su estado al mismo tiempo que pidió un espejo para arreglarse el cabello. Delante de sus amigos les preguntó si había representado bien la farsa que era la vida. “Si la comedia os ha gustado, concededle vuestro aplauso y, todos a una, despedidnos con alegría” (Suetonio. Vida de Augusto. Libro II, 99. 1).
Sus últimas palabras fueron para Livia “conserva mientras vivas el recuerdo de nuestra unión” expirando así en brazos de su gran amor (Suetonio. Vida de Augusto. Libro II, 99. 1-2). Tuvo una muerte dulce y sin dolor, como siempre había deseado. Eran las 14:30 horas del día 19 de agosto del año 14 d.C. Faltaba un mes para que cumpliera 77 años.

Augusto (Peter O’toole) muere ante Livia (Chalotte Rampling) y Tiberio.  Fotograma de la miniserie Augusto, el primer emperador, 2004.

 Estuvo lúcido hasta el final, permitiéndose sólo un pequeño desvarío instantes antes del  último suspiro cuando atemorizado gritó que lo arrastraban 40 jóvenes. Esto también fue tomado como un presagio pues fueron precisamente ese número de pretorianos quienes llevaron su féretro hasta las puertas de la ciudad. Murió en la misma habitación que su padre lo había hecho 65 años antes.
            Y al mismo tiempo que se extinguía lentamente la frágil luz que mantenía con vida al Padre de la Patria, Roma comenzó a estremecerse, sintiéndose perdida y desorientada por primera vez desde el final de las guerras civiles; tal y como relataba Robert Graves, la Ciudad Eterna se sentía incapaz de aceptar un horizonte sin el que desde hacía más de 44 años había sido su Augusto, la sagrada estrella que guiaba sus  pasos. Entonces la urbe más poderosa de la tierra lloró, sin que nada ni nadie pudiera ya aliviar su desconsuelo. Y sus lágrimas se convirtieron en un mar donde confluyeron como ríos las de todos los puntos del Imperio que él había revestido de grandeza.

Funeral de Estado

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Aunque al mundo romano le costara asimilarlo, Augusto había muerto y el tiempo se detuvo. Probablemente Livia retrasó algo el anuncio del fallecimiento para consolidar la posición de Tiberio y controlar la situación a fin de que no se produjeran disturbios


Livia como sacerdotisa. Siglo I d.C. Roma. Museos Vaticano

        Nada más difundirse oficialmente la noticia el cuerpo sin vida del emperador fue preparado para realizar su último viaje hacia la ciudad que había sido la razón de su vida. Para evitar el calor del mes de agosto, el traslado se hacía de noche dejándolo reposar de día dentro de alguna fresca basílica o templo de las ciudades en las que paraba, edificio que permanecía abierto para que los ciudadanos de cada colonia pudieran rendirle un último homenaje. Y éstos acudieron en masa dando grandes muestras de veneración y respeto. Augusto, independientemente de su autoridad y de las decisiones difíciles que tuvo que tomar en ocasiones, era muy querido por la mayoría, que no recordaba ya otra forma de gobierno y que sentía pavor de volver a nuevas guerras civiles que pusieran fin a la prosperidad reinante. Cada noche los principales líderes de cada ciudad eran los encargados de transportar el féretro hasta la siguiente parada. Así hasta llegar a Bovilla, donde un grupo importante de ecuestres transportaron el cuerpo hasta el mismo vestíbulo de su casa en el Palatino. Y por delante de él pasó Roma entera para honrar al que era considerado como el segundo fundador de la ciudad del Tíber.

Asistentes a un funeral. Detalle de un sarcófago de época tardorromana

Mientras, aunque la actividad política se encontraba en suspense, el Senado deliberaba sobre la mejor manera de honorarlo.
El funeral (celebrado probablemente a principios de septiembre) comenzó como todos los de los nobles romanos con una reunión en el Foro. Acompañaban el cortejo las máscaras funerarias de todos los antepasados de  Augusto, a las que se unieron las imágenes de otros grandes hombres que habían dado su vida por Roma, incluida la del rival de César, Cneo Pompeyo, pues se estaba enterrando al más grande de  los romanos después de Rómulo, al hombre que había traído los beneficios de la paz al más vasto Imperio conocido y que había embellecido a Roma hasta el punto de poder hacer sombra tanto a Atenas como a Alejandría. La única imagen ausente fue la de Julio César, debido a su categoría de dios. No obstante, para que su recuerdo estuviera presente, Tiberio, vestido totalmente de luto, pronunció el primer discurso fúnebre desde la rostra del templo del divino Julio en el Foro. Su hijo, Druso el menor, pronunció una segunda oración funeraria desde la ancestral rostra del Foro. La procesión encabezada por los senadores y los magistrados electos se encaminó a continuación hasta el Campo de Marte siendo una marcha triunfal entre los bellísimos edificios legados por el llorado emperador.
      El cuerpo de Augusto (debido a su edad y a las altas temperaturas de final del verano) iba dentro  de un ataúd cerrado coronado por una imagen suya en cera ataviado de general que lo representaba en el apogeo de su belleza. También enriquecieron el cortejo una imagen suya en oro traída por los senadores desde la Curia Julia y otra llevada en un carro.

En el Campo de Marte el féretro fue depositado en la pira funeraria. Acto seguido los sacerdotes hicieron una procesión alrededor del túmulo; tras ellos desfilaron los guardias pretorianos, muchos de los cuales arrojaron sus condecoraciones igual que habían hecho los soldados de César en su funeral, aunque el de Augusto fue mucho más organizado. Los centuriones de los pretorianos fueron los encargados de arrojar las antorchas que hicieron prender la madera perfectamente colocada. En ese momento se soltó un águila que voló hacia los cielos simbolizando el ascenso del alma del Príncipe.

El alma de Augusto asciende a los cielos. Gran Camafeo de Francia. Detalle. 19 d.C. París. Gabinete de las medallas

Durante los cinco días que estuvo ardiendo la pira, Livia, a pesar de su avanzada edad, permaneció allí viendo consumir en primera fila los restos de su compañero de vida. Cuando el fuego se extinguió hombres descalzos y sin cinturón recogieron las cenizas y restos de huesos y los introdujeron en una urna que fue depositada en el interior del Mausoleo. Al cerrarse las puertas del mismo, se cerraba el siglo de oro, la época más gloriosa de Roma. Y un profundo  silencio lo embargó todo.

Mausoleo de Augusto. Roma 2005

Estado de la restauración del Mausoleo de Augusto

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Mausoleo de Augusto. Roma 1998

             Aunque Roma se volcó durante las celebraciones del bimilenario de la muerte de su emperador más querido durante 2014, la gran decepción del año fue el no poder honrarlo debidamente aquel 19 de agosto con una ofrenda en su magnífico Mausoleo ya restaurado. Así y todo, el Mausoleo se abrió ese día, pero debido a su mal estado de conservación, la rotura de una tubería enturbió el evento.
            Al menos el bimilenario sirvió para que Roma pusiera como su primera prioridad los trabajos que van a devolver a la ciudad y a todos los amantes de la arqueología, uno de los más impresionantes edificios de la antigüedad. Así, el pasado 15 de octubre el entonces alcalde de Roma Ignazio Marino anunció que las obras empezarían la presente primavera.
           Pero como siempre en estos casos, problemas de última hora siguen demorando el inicio de la restauración. En diciembre se convocó el concurso público para adjudicar las obras pero cuando abrieron los sobres con las ofertas, más de un cuarto de éstas presentaban presupuestos excesivamente bajos. Por ello, hubo de crearse una comisión de investigación, pues no se podía adjudicar un proyecto de tal envergadura a quien no pudiera garantizar la calidad de los materiales poniendo en riesgo la calidad de la intervención.
           Durante este tiempo el monumento ha estado en medio incluso de litigios políticos, pues la invitación del ministro de cultura italiano Dario Francheschini a financiar la restauración de Palmira ha desencadenado la ira en la capital donde Virginia Raggi, candidata a la alcaldía de Roma por el partido rival al Partido Democrático (que es el que gobierna en Italia), ha declarado que antes que en Palmira hay que pensar en el Mausoleo de Augusto pues el centro histórico de Roma también es Patrimonio de la UNESCO y, por tanto, tiene que estar igualmente tutelado y protegido.



Proyecto restauración Piazza Augusto Imperatore

          El pasado mes de marzo parece que por fin se ha firmado la aprobación del proyecto, incluyéndolo en el elenco anual del programa trienal de trabajos públicos durante 2016-2018 en Roma. El inicio de las obras parece inminente.
          Por ello, y en vista de que aún el monumento tardará en abrirse al público, durante todos los sábados del presente mes de junio el mausoleo abrirá las puertas de manera extraordinaria a grupos de 30 personas con visitas guiadas reservadas previamente.
          Esperemos que esta sea la definitiva y que la próxima vez que visite la Ciudad Eterna pueda volver a rendir homenaje a Augusto en su última morada, o al menos contemplar el avance de tan anhelada obra de restauración.

http://www.lastampa.it/2013/09/26/multimedia/italia/i-monumenti-fantasma-la-prima-puntata-NnA1n1V1w3lkCu2CvPoROL/pagina.html

El Testamento de Augusto

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Durante el traslado del cuerpo de Augusto y las exequias solemnes las cuestiones de gobierno estuvieron paradas. No obstante, el Senado se reunió días después del funeral para leer el testamento del difunto emperador, custodiado por las Vestales.


Reconstrucción de la Casa de las Vestales en el Foro Romano

“Como el destino me arrebató cruelmente a mis hijos Cayo y Lucio, Tiberio heredará dos tercios de mis propiedades”. (Suetonio. Vida de Tiberio. 23). Así comenzaba el testamento de Augusto, dejando nuevamente claro que Tiberio nunca fue la opción preferida por él para heredar su legado, sino la única que le quedó. El tercio restante lo heredó Livia. Augusto tenía una gran fortuna personal que heredó de sus padres y de Julio César. A ella se añadieron con los años todas las propiedades y riquezas que le legaban aquellos que lo incluían en sus testamentos y que él muchas veces invirtió en el Estado.



Tiberio. Siglo I d.C. Londres. Museo Británico

Como segundos herederos les dejaba un tercio a Druso el menor (hijo de Tiberio) y el resto a Germánico y sus hijos. A continuación nombraba a muchos parientes y amigos.
          Igualmente donaba al pueblo romano 40 millones de sestercios (1 sestercio equivale aproximadamente a 1,33 €), a las tribus 3,5 millones, a cada soldado pretoriano 1000 sestercios, a cada miembro de las cohortes urbanas 500 y a cada legionario 300. Ordenaba pagar esta suma al contado, pues la había tenido siempre en reserva en su tesoro particular. Fijaba el plazo de un año para pagar todo. Así, una vez más, desde la tumba, el Padre de la Patria seguía velando por su pueblo.
            En el testamento prohibía expresamente que se enterraran a las dos Julia (su hija y su nieta desterradas) en su mausoleo cuando muriesen.


Livia. Siglo I d.C. Londres. Museo Británico

            No obstante, la cláusula más sorprendente fue aquella en la que adoptaba en el seno de la gens Julia a su viuda Livia, que desde ese mismo momento pasó a llamarse Julia Augusta. Aunque no sabemos con certeza a que obedeció tal decisión, parece que Augusto quiso reconocer la gran aportación de Livia como su consejera durante todos los años del Principado. Del mismo modo, recelando de Tiberio, seguramente quiso preservar la posición de su mujer frente a él, demostrándole una vez más públicamente el inmenso amor que le profesaba.

En el trono de Júpiter

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Augusto divinizado. Siglo I d.C. Madrid. Museo Nacional del Prado


       Entre los muchos honores que el Senado tributó a Augusto, destaca el de su deificación aprobada el 17 de septiembre, casi un mes después de su fallecimiento. Días previos un antiguo pretor, Numerio Ático,  juró que durante la ceremonia de cremación del cuerpo del difunto emperador había visto ascender su alma hacia las regiones celestes. Livia lo recompensó con 1.000.000 de sestercios.
Independientemente del indudable oportunismo de esta apocalíptica visión, el acto consolidó lo que ya sería una tendencia entre los gobernantes romanos iniciada tras la muerte de Julio César, que desde hacía más de 50 años era venerado como el Divino Julio.


Apoteosis de Augusto. Siglo I d.C.  Rávena. San Vitale. Museo Nacional

No obstante, el dilema de su propio culto fue una gran preocupación de Augusto durante toda su vida. Los pueblos orientales habituados a adorar a sus reyes comenzaron a tributar durante el período republicano honores divinos a los procónsules de la potencia que los había sometido. Cuando emergió la figura de Augusto como única cabeza visible del Imperio romano, que además había traído la paz y que se convirtió en un personaje cercano y amable, entre estos pueblos nació un sentimiento incontenible de respeto y gratitud que se materializó en el deseo de tributar honores divinos al emperador. En Italia y Roma surgieron los mismos sentimientos aunque menos fervorosos, pues ya tras la derrota de Sexto Pompeyo (que con sus actos de piratería obstaculizaba el comercio del grano) muchas ciudades italianas colocaron una estatua de Augusto junto a las de sus dioses en los templos.
No obstante, las clases superiores romanas siempre habían sentido repulsa a tributar culto a uno de los suyos. Quizás por ello o porque realmente le desagradaba seguir una costumbre tan poco romana, lo cierto es que Augusto siempre fue reacio a la hora de aceptar honores divinos. En consecuencia sólo aceptó recibir culto en las provincias por parte de los ciudadanos no romanos y siempre que su imagen estuviera acompañada de la diosa Roma. Sin embargo, a ciudadanos romanos que habitaban en esas misma regiones, les prohibió rendirle culto alegando que los romanos sólo debían plegarse ante la diosa Roma y el divino Julio. Estas prácticas fueron instituidas en la mayoría de las provincias orientales. Egipto constituía una excepción, pues Augusto desde el primer momento de la conquista del país del Nilo se convirtió en faraón, y como aquellos era considerado como un dios en vida, algo a lo que no podía negarse si quería contar con el favor de la población de tan legendaria civilización.


Augusto y Roma. Detalle de la Gema Augustea. siglo I d.C, Viena. Kunsthistorisches Museum

A pesar de sus reservas, el Príncipe era consciente del gran valor que tenía el culto imperial como clave para fomentar la lealtad de las provincias tanto a Roma como a él mismo. Además era una manera de estar presente cotidianamente en la vida de los ciudadanos de tan vasto imperio. Por este motivo, también fomentó su culto junto al de Roma en la zona occidental en las provincias más conflictivas. En Italia aunque Augusto era más severo en lo referente a la difusión del culto a su persona, también surgieron templos en ciudades como Puteoli y Pompeya. El único lugar en lo que jamás aceptó su deificación en vida fue en la propia Roma,  accediendo únicamente a que las clases más bajas rindieran culto al Geniusde Augusto en los lares-santuarios de cada distrito, que acabaron conociéndose como Lares Augusti. Cualquier manifestación de devoción divina de culto a su persona estaba totalmente prohibida en la capital del imperio.


Altar de lares con el genius de Augusto flanqueado por Cayo y por su hija Julia como Venus. Copia del Siglo II d.C. Florencia. Galleria degli Ufizzi

           No obstante, tras su muerte el divino Augusto se convirtió en uno de los dioses más venerados del panteón romano, cuyo culto estuvo vigente hasta la caída del imperio de Occidente en el siglo V d.C. Tanto Tiberio como el Senado vieron la ventaja de darle al pueblo la tranquilidad de que su llorado emperador seguiría velando por ellos desde las regiones etéreas, junto a Júpiter Optimo Máximo. Tiberio saldría doblemente reforzado pues ahora se convertía en hijo del divino Augusto.

Eterno Coliseo

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"Mientras exista el Coliseo existirá Roma; si cae el Coliseo caerá Roma... y si cae Roma caerá el mundo"
Antiguo proverbio romano


      



          Una obsesión me perseguía desde mi más tierna infancia, cuando siendo sólo una niña fantaseaba entre las galerías del anfiteatro de Mérida o de Itálica sintiendo crecer en lo más profundo de mi ser el germen de una gran pasión por la arqueología romana. En medio de mis sueños, una imagen se repetía una y otra vez, aquella del más legendario anfiteatro del mundo. Mi anhelo de llegar hasta él se materializó por primera vez en agosto de 1996 cuando contaba con 21 años, y entonces entendí que toda una vida merecía la pena sólo por sentir lo que yo sentí aquel día.
Aún cuando rechazo cualquier tipo de violencia y sé que no me hubiera gustado asistir en la antigüedad a los espectáculos que tenían lugar sobre su arena, ningún lugar en el mundo logra sobrecogerme ni emocionarme más. El Coliseo es Roma y perdiéndome entre su majestad llegó a la absoluta convicción de que nada como él expresa el sueño de eternidad de una ciudad que nació para ser inmortal.



Cada vez que viajo hasta Roma reservo un hotel lo más cercano posible a él pues vaya a donde vaya, y a la hora que sea, cada día de estancia debo dedicar aunque sólo sean unos instantes a contemplarlo, ya sea de noche, al amanecer, cuando el sol más aprieta o bajo la lluvia. Y para empaparme de él cuando estoy lejos, su incomparable silueta preside el salón de mi casa, atrapada en una preciosa acuarela pintada en exclusiva para mí. Así, no me permito dejar de mirarlo ni un solo día de mi vida aunque nos separen más de 2.000 kilómetros.
Si bien el Coliseo se inauguró 65 años después de la muerte del divino Augusto, la culminación de la limpieza y restauración, que han mantenido semiocultas parcialmente las maravillosas arcada de su fachada durante tres largos años, merece que le dedique unas palabras, pues el Coliseo no es sólo el monumento más importante de Italia sino que es el  símbolo más sublime de la civilización romana y un legado de toda la humanidad. Nunca, desde aquellos primeros juegos inaugurales de 79 d.C., habían resplandecido tanto los mármoles travertinos que cubren esta joya arquitectónica, sencillamente perfecta en sus 19.000 m2de extensión.



La restauración, que ha costado 25 millones de euros, sufragados en su totalidad por el empresario italiano Diego Della Valle, dueño de Tod´s, fue presentada el pasado 1 de julio. Las labores continuarán aún durante dos años más en el interior, donde se pretende cubrir en su totalidad la arena para poder organizar sobre ella eventos culturales. Aunque el Coliseo fue concebido para ofrecer espectáculo, este proyecto no me convence en absoluto, por lo que prefiero posicionarme con los críticos del mismo pues como ellos pienso que es someter a mayor riesgo a una estructura sumamente frágil. Pero en este mundo ya sabemos que el marketing y la manera de incrementar los ingresos priman por encima de todo. Cómo si no fuera suficiente ser uno de los monumentos más visitados del mundo con sus casi 6.000.000 de visitantes al año que dejan en las arcas romanas unos 33 millones de euros anuales

La religión en tiempos de Augusto

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Augusto Pontifex Maximus. Siglo I d.C. Museo de las Termas. Roma 2013

          A finales de la República las clases inferiores romanas seguían venerando a los dioses tradicionales mientras que las clases superiores se volvían cada vez más agnósticas y se volcaban en la filosofía antes que en la religión. En este sentido el estoicismo fue la corriente que tuvo mayor aceptación. No obstante, las escuelas filosóficas no excluían la existencia de los dioses.


Escuela de Atenas. Rafael Sanzio. 1509. Roma. Museos Vaticano. Stanza della Signatura

Si embargo, en los convulsos últimos años de la etapa republicana, el gobierno romano inmerso en numerosos conflictos políticos descuidó las prácticas religiosas. Nadie prestaba atención a los templos, cada vez más deteriorados. A esto se sumó la desazón provocada por la sucesión de guerras civiles que hizo nacer la fuerte creencia popular de que los dioses estaban enojados. Horacio expresó muy bien este sentimiento en su Oda III: “Aunque tú, romano, no tienes la culpa, habrás de pagar por las faltas de tus antepasados hasta que reconstruyas los templos y los desmoronados santuarios de los dioses, y sus estatuas, manchadas por el negro humo. Los descuidados dioses han cubierto de males a la enlutada Italia”.
Seguramente Augusto compartió ese sentimiento por lo que abanderó la resurrección de los antiguos cultos y edificios religiosos. En sus Res Gestae Divi Augusti se jactaba de haber restaurado 82 templos. Y no sólo, sino que construyó otros nuevos entre los que destacan el Templo de Marte Vengador, el Templo de Apolo Palatino y el maravilloso Panteón de Agripa.


Panteón de Agripa. Siglo II d.C. Roma 2011

Para cubrir las vacantes de vestales tuvo que admitir, aún a su pesar, a jóvenes hijas de libertos, debido a la falta de candidatas entre las familias nobles. También recuperó el complicado cargo de flamen dialisvacante desde los tiempos de Sila.
Así y todo, los cultos extranjeros siguieron teniendo gran aceptación en la ciudad del Tíber. Aunque Augusto observaba con recelo a la mayoría de ellos, él mismo estaba iniciado en el de Eleusis. Sin embargo, no aprobaba las prácticas druídicas que incluían sacrificios humanos prohibiendo a los ciudadanos romanos participar en ellas. También le desagradaba enormemente la religión egipcia, aún incluso cuando en el país del Nilo él mismo era venerado como un dios. Tomó medidas contra el culto a Isis y Serapis, prohibiendo su adoración dentro del pomerium sagrado. Aún así como siguieron teniendo gran éxito, Agripa en el 21 a.C. los prohibió en el radio de una milla más.

Templo de Isis. Pompeya 2013

No obstante con los judíos Augusto se mostró benévolo pues les permitió practicar su culto sin impedimento alguno, e incluso enviar dinero a Jerusalén al mismo tiempo que castigaba como sacrilegio el hurto o daño a sus objetos sagrados. Al final de su vida parece que el emperador retiro su favor al pueblo judío cuando Herodes cayó en desgracia, si bien nada parece indicar que perdiera sus privilegios religiosos.

Demografía y Economía en la edad augustea

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Una abarrotada calle de la Antigua Roma


      En tiempos de Augusto la población del Imperio romano era de 55 millones de habitantes, de los cuales entre 8 y 10 vivían en Italia en una superficie de 3,3 millones Km2. Respecto a la actualidad la densidad de población era muy baja, es decir 17 habitantes por Km2 (En el año 2016 la densidad de población de Europa es de 32 habitantes por Km2).
Esta baja densidad es debido a las elevadas tasas de natalidad y mortalidad y a que la edad media de vida se situaba en torno a los 20 años. En la misma familia imperial hemos podido constatar este dato ya que tanto Marcelo como Druso el Mayor, Germánico, Cayo y Lucio Césares murieron cuando tenían entre 19 y 35 años. A ellos se unen los pequeños que no llegaron ni siquiera a la vida adulta: el hijo de Julia la mayor y Tiberio, 3 de los hijos de Germánico y Agripina la mayor, entre otros).
De esta población, sólo una décima parte vivían en las ciudades, asentada principalmente en las 4 grandes urbes (Roma, Alejandría, Cartago y Antioquia) que aglomeraban más de 3.000.000 de habitantes.


Rutas comerciales en el Alto Imperio.
Fuente: Di Adhavoc - Opera propria, CC BY-SA 3.0, 
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=11913010

En cuanto a la economía, su éxito en estos primeros años del Imperio se basaba exclusivamente en la conquista militar, que aportaba inmensas tierras confiscadas, riquezas en moneda, esclavos y toneladas de oro.
Debido a ello, según cálculos aproximados el producto interior bruto del imperio en época de Augusto rondaba los 20.000 millones de sestercios (casi 30.000 millones de euros). Los ingresos anuales del emperador podían alcanzar los 15 millones mientras que los ingresos globales de los senadores llegaban a los 100 millones. Sin embargo sólo el 3% de la población gozaba del 25% de las riquezas producidas.
Italia, centro del Imperio, gozaba de una situación privilegiada pues gracias a las nuevas conquistas de Augusto pudieron disponer de nuevos distribuidores de grano, así como ampliar los mercados para sus propias exportaciones de aceite y vino.

Nuevamente Agosto

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              Una vez más nos encontramos en el mes que el Senadodedicó a mi querido emperador. Mes de vacaciones por excelencia, el mismo Augusto se encontraría en estas fechas abandonando la calurosísima Roma en dirección a Capri o a cualquiera de sus maravillosas villas en el sur de Italia.

Isla de Capri

              Es curiosa su relación con la Isla de Capri, mucho más bonita y menos siniestra que la que uniría a su sucesor Tiberio con este idílico enclave. Cuenta Suetonio que durante el año 29 a.C. cuando el aún conocido como César Octavio volvía de Oriente como único dueño del mundo romano tras derrotar a Marco Antonio y Cleopatra, desembarcó en Capri. Durante el tiempo que permaneció allí una encina antiquísima comenzó a dar signos de vida. Augusto interpretó este hecho como un augurio favorable por lo que arrebató la isla a Nápoles a cambio de la más fértil y grande Ischia, poniendo Capri bajo dominio de Roma. “Al ver, en la Isla de Capri, que las ramas de una viejísima encina, que ya se inclinaban lánguidas hacía el suelo, reverdecían a su llegada, se alegró tanto que cambió con la ciudad de Nápoles esta isla por la de Ischia” (Suetonio. Vida de Augusto. 92).
              Así Capri se convirtió en la residencia imperial durante el período estival y, en consecuencia, en el centro del mundo. Como Augusto era un trabajador infatigable incapaz de reposar por mucho tiempo, se dedicó a reunir fósiles y armas prehistóricas dispersos por la isla creando en su villa el primer museo de la historia. También realizó la nueva organización jurídica administrativa de Capri y el establecimiento de las primeras fábricas imperiales, comenzando la fama y esplendor de este lugar único.

Villa Jovis o villa de Tiberio. Siglo I a.C. Capri
Fuente: http://www.ambitalia.com.uy/capri/que-hacer-en-capri.php

              Así y todo, Augusto bautizó a la Isla como Apragopolis, la ciudad del dolce far niente (del dulce no hacer nada) debido a la desidia en que caían los nobles que se retiraban allí (Suetonio. Vida de Augusto. 98,4).
              Ahora yo también me voy de vacaciones. En septiembre volveremos con muchas más reseñas sobre el más grande emperador romano y sus sucesores. Feliz mes de Agosto!.

Italia mía

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La abandonada. Sandro Botticelli. 1500. Roma. Colección Rospigliosi


       Italia ha vuelto a temblar, dejando nuevamente un escenario apocalíptico de destrucción y muerte. Esta vez a sólo a 140 kilómetros de Roma, que ha sentido la intensidad de la onda sísmica en sus propias entrañas. 20 segundos han bastado para sumir a Amatrice, Accumoli, Norcia, Pescara del Tronto entre otras localidades en la más atroz de las pesadillas. Otro 24 de agosto…como aquel del 79 d.C. en el que el Vesubio arrasó Pompeya y todos las localidades situadas en sus laderas. Funesta casualidad para un territorio muy maltratado por los fenómenos de la naturaleza.
Lo he dicho en muchas ocasiones y no dudo en repetirlo, cada vez que cae un trozo de Italia, se rompe un trozo de mi corazón. Siento el dolor de Italia como si fuera mío pues a ningún lugar me siento tan unida como a esa tierra que siempre me lo ha dado todo. 
Porque Italia no es sólo un país, es la historia y el arte en estado puro, es la alegría y belleza de sus gentes que siempre me hacen sentir como en casa, es un perfil de paisajes incomparables desde los Alpes hasta los acantilados de Capri donde el cielo se funde con el mar en un infinito matiz de pinceladas etéreas, es Florencia bajo la nieve avistada desde el Piazzale Michelangelo, es Milán adivinándose entre las miles de agujas del Duomo, es Venecia mecida por una góndola, es un atardecer eterno a los pies del Capitolio donde el tiempo se detiene para ver languidecer el día sobre el Coliseo. Es el sueño de Augusto, que la concibió como la antesala perfecta para su ciudad de mármol.
Italia es en definitiva la materialización de la belleza más absoluta pero a la vez amarga, pues en ella radica su infinita fragilidad. Sus idílicos pueblecitos que encierran como ningunos el sabor de una historia milenaria están construidos con materiales muy antiguos y vulnerables a las ondas asesinas lo que ha ocasionado miles de muertes sólo en el último siglo, casi 600 en los últimos 7 años; un panorama desolador que ha arruinado a su vez mucho del patrimonio histórico artístico más impresionante del mundo. Sin embargo, los edificios pueden volver a reconstruirse, las vidas humanas rotas, no.
Imposible añadir nada más…mi corazón y mis lágrimas están con el pueblo italiano. Siempre.
Ante tanta desolación el único resquicio para la esperanza me lo trae el recuerdo de la primera estrofa del himno nacional italiano: “Fratelli d’Italia, l’Italia s`è desta, dell' elmo di Scipio s'è cinta la testa”. ("Hermanos de Italia, Italia se levanta, del yelmo de Escipión se corona la cabeza”). Italia siempre se ha levantado y, aunque ahora esté de rodillas, lo volverá a hacer porque por sus venas corre la misma fuerza y determinación que hace casi 2800 empujó a una pequeña ciudad de pastores de la orilla del Tiber a dominar un mundo que aún hoy es deudor de su legado.



"Quando le luci  si spegneranno
nel profondo dell’anima,
sentirai che la tua vita ascapperà via.

Ma il bello dei sogni eterni
è che non fisniscono mai.

Così un giorno non troppo lontano
le lacrime si asciugeranno
e il sole tornerá a splendere su di te…
non avrai più paura, soltanto la speranza
di un domani"

Festival de Teatro Clásico de Mérida

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Teatro romano. Mérida 2016

           El pasado fin de semana me desplacé una vez más a Mérida para asistir por primera vez al Festival Internacional de Teatro Clásico. Era algo que quería hacer desde hace tiempo pero por circunstancias diversas no había podido materializar hasta ahora. Igualmente, y debido a vicisitudes varias he debido posponerlo durante todo el verano hasta el día de la clausura de la 62 Edición.
La obra en sí dedicada al emperador Marco Aurelio era lo de menos. Lo impresionante para mí fue contemplar en directo como volvía a la vida el teatro romano que más me gusta de los que se conservan. Me emocioné muchísimo al ver su espectacular fachada iluminada en contraste con la espectral oscuridad del graderío, acariciada en todo momento por un cielo tachonado de estrellas.


Teatro romano. Mérida 2016

Un espectáculo único. Mi agradecimiento a Augusto y Agripa por habernos regalado semejante joya y haberla concebido tan bella y, a la vez, tan duradera para que aún hoy pueda realizar la misma función para la que fue concebida, al menos durante los meses de julio y agosto de cada año.
El Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida es el más antiguo de los que se celebran en España. Su primera edición tuvo lugar en 1933, sin embargo debido a la inestabilidad de España en los años sucesivos, no se retomó hasta 1953. Actualmente es una referencia en toda España para este tipo de representaciones.


Marco Aurelio de Agustín Muñoz Sanz. Mérida 2016

El ejército en tiempos de Augusto

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Uno de los grandes logros de Augusto fue el haber creado un ejército profesional y permanente, como culminación de una iniciativa comenzada ya en los tiempos de la República y perseguida por Julio César. En relación a esto cabe reseñar que en los orígenes las legiones se formaban para una determinada guerra y se disolvían una vez acabada ésta. No obstante, los hombres se reenganchaban en cada ocasión hasta llegar algunos a muy avanzada edad.


Legionario en tiempos de Augusto
Fuente: Di Antoine Glédel - Opera propria, CC BY-SA 3.0,

Después de la batalla de Accio (acaecida en 31 a.C), Augusto conservó 28 de las 50 legiones que tenía bajo su mando (reuniendo las suyas propias y las de Marco Antonio). Estas 28 se convirtieron en cuerpos estables, que se reforzaban cada vez que disminuía el número de individuos.
Las legiones se numeraban del I al XXII, pero cuatro números estaban duplicados (la IV, la V, la VI y la X); además la número III aparecía triplicada, lo que indica que Augusto tenía en Accio dos legiones con ese número (una tomada de Lépido seguramente en 36 a.C. y la tercera la que heredó de Antonio tras la derrota de éste). No obstante, todas tenían además nombres que las identificaban, por ejemplo la IV Macedónica, la III Augusta o la X Gémina.
Desde el principio se estableció un período de servicio. Primero fue de 16 años y a partir de 6 d.C., de 20 años. Esta ampliación fue una medida para intentar solucionar el grave problema de las pagas de licenciamiento. Desde que Cayo Mario a finales del siglo I a. C. comenzara a reclutar legionarios entre los campesinos sin posesiones, éstos comenzaron a demandar tierras en compensación cuando se licenciasen. El Senado siempre se opuso a ello, siendo los generales los encargados de intentar satisfacer dichas demandas lo que abría graves crisis cada finalización de un conflicto bélico.



Aguila legionaria en un relieve funerario. Siglo I d.C. Brescia. Museo di Santa Giulia
Fuente: De Giovanni Dall'Orto. - Trabajo propio, Attribution,

Por su parte, la paga de licenciamiento de cada legionario fue fijada en 3.000 denarios en 5 d.C., lo que equivalía a más de 13 años de paga de un soldado (anualmente percibía unos 225 denarios destinado a cubrir todos los gastos del soldado, desde manutención a equipamiento). Durante los primeros 30 años de su Principado, Augusto pagó de su propio dinero el enorme gasto de establecer a los veteranos, lo que políticamente le resultaba muy ventajoso pues los soldados sabían que su bienestar dependía del emperador y de ahí que su lealtad fuera incondicional. Sin embargo, la carga financiera a soportar era demasiado grande incluso para el dueño del mundo por lo que acabó transfiriéndola al Estado, creando una Tesorería especial soportada por nuevos impuestos. De alguna manera el mundo romano y, en especial, Augusto fueron el precursor de las pensiones de jubilación.
Estas mejoras, y salvo desastres bélicos puntuales como el de Varo hicieron innecesario el reclutamiento  forzoso de efectivos. Las legiones de Augusto estaban formadas casi exclusivamente por voluntarios, generalmente hijos de veteranos.
En cuanto a la procedencia de los solidados, las legiones occidentales estaban formadas prácticamente al completo por hombres reclutados en Italia o puntualmente en alguna de las provincias mediterráneas. Todos debían ser ciudadanos romanos. Al contrario, en Oriente era muy habitual que las legiones estuvieran integradas por individuos oriundos de la zona donde ésta estuviera acantonada. 



Disposición de una legión manipular en el campo de batalla
Fuente: De Filipo - Derivative work. Translation of Image:Romerska maniplar.png, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2690513

A fin de incrementar el número de voluntarios Augusto  confirió a los soldados algunos privilegios legales sin precedentes, cono el peculium castrense (suponía la independencia económica del soldado a pesar de que aún viviera su progenitor, lo que iba en contra de la autoridad legendaria del Pater Familiae) y el testamentum militare (el testamento de un soldado tenía validez a pesar de que contuviera errores técnicos, siempre que se dedujera claramente su intención).
No obstante, otra de las medidas de Augusto fue menos popular, la prohibición de que los soldados contrajeran matrimonio y la anulación del mismo en caso de que ya estuvieran casados. Sin embargo no afectó al reclutamiento pues los soldados se seguían casando aunque sus hijos eran considerados ilegítimos. Realmente aunque no fue la intención del emperador esto incrementó los alistamientos para conseguir la ciudadanía romana por parte de estos hijos bastardos. La verdadera motivación de Augusto alejando a mujeres y niños de  los campamentos miliares fue conseguir una mayor efectividad.
              Otra de las grandes creaciones de Augusto fue la de la Guardia Pretoriana como cuerpo permanente. En la urbe permanecían también las cohortes urbanas y las cohortes de voluntarios y de reclutas de libre nacimiento y liberto, que surgieron después de la derrota de Varo en el Bosque de Teutoburgo y que también se convirtieron en fuerzas estables.


Guardia pretoriano en época de Augusto. Siglo I d.C. Berlín. Museo de Pérgamo.
Fuente: De Albert Krantz - Trabajo propio, Dominio público, 


              Igualmente, el emperador que jamás dejaba nada al azar, creo una caballería permanente. Éste ala había sido siempre el más débil de los ejércitos romanos por lo que se habían compuesto desde finales de la República por contingentes extranjeros enviados por reyes clientes o ciudades libres o reclutados en las provincias; siempre para una guerra concreta y disueltas cuando ésta finalizaba. Estas tropas en tiempos de Augusto eran dirigidas por tribunos y perfectos ecuestres, aunque en ocasiones lo hacían por sus propios jefes locales.
              Otra gran innovación del primer emperador en cuanto a la estructura militar del Imperio fue la creación de dos flotas permanente con bases en Rávena y Miseno. Éstas eran mandadas por prefectos ecuestres, por lo general ex tribunos de las legiones. Los marineros eran principalmente hombres libres de las provincias, sobre todo egipcios para la flota de Miseno y dálmatas para la de Rávena. Sin embargo los capitanes eran siempre libertos o esclavos de Augusto. Este también creó algunas flotas menores en las provincias.


Flota romana en la batalla de Accio. Relieves Medinaceli. Siglo I d.C. Córdoba. Colección de la duquesa de Cardona

             En general el ejército se mantenía satisfecho con las condiciones de Augusto, a pesar de lo cual se generaron motines a su muerte, siendo el principal motivo de queja el prolongado tiempo de servicio, por lo que Germánico (el nieto adoptivo del emperador del Príncipe) lo rebajó a 16, algo que Tiberio volvió a anular con posterioridad sin que se dieran nuevos motines.

La guardia pretoriana

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Guardia pretoriana. Relieve de la columna de Trajano. 114 d.C. Roma.


          La guardia pretoriana era la unidad de élite del ejército romano. Aunque ya existía en tiempos de la República como escolta de algunos líderes militares, fue creada de manera permanente por Augusto en torno al año 27 a.C. a partir 9 cohortes, formada cada una por 480 hombres más unos 100 jinetes llamados equites pretoriani. Se encargaban principalmente de custodiar al emperador, tanto dentro de la ciudad de Roma como en los viajes que éste realizaba. En el siglo II d.C. se aumentó a mil el número de integrantes de cada cohorte.
Los guardias pretorianos tenían muchas más ventajas que el resto de los legionarios de ahí que muchos quisieran ingresar en sus filas. No sólo el sueldo era superior (a finales del gobierno de Augusto un pretoriano cobraba 3.000 sestercios frente a los 900 que cobrara un legionario) sino que ingresaban numerosos donativos extraordinarios tanto cuando se nombraba un nuevo emperador como por campañas victoriosas o celebraciones especiales. Por ejemplo, en su testamento Augusto legó 1.000 sestercios a cada pretoriano frente a los 300 que dejó a cada legionario.


Recreación de un pretoriano del Siglo I
Fuente: De Greatbeagle - Trabajo propio, CC BY 3.0, 

Además, al estar acuartelados en Roma los pretorianos no tenían que pagar el suministro de trigo, que sí se detraía del estipendio del legionario. Igualmente, a los pretorianos se les proporcionaban sus armas y al cuerpo de caballería, incluso los caballos y el alimento para éstos, sin coste alguno. También los años de servicio eran menores, 16 en lugar de 20, y gozaban de ventajas judiciales tales como derecho a ser juzgados dentro de su campamento y el derecho de juicios más rápidos cuando eran ellos los demandantes. Asimismo, al jubilarse recibían tierras libres de impuestos o una cantidad de dinero que en el año 6 d.C. Augusto estipuló en 20.000 sestercios.


Estela funeraria del pretoriano Pomponio Próculo. L’Aquila. Museo Nacional de los Abruzzo

Sin embargo, al igual que los legionarios los pretorianos debían ingresar una parte de su sueldo en las arcas de la unidad, así como la mitad de los donativos recibidos, que posteriormente se le devolvían cuando se licenciaban. Del mismo modo tenían prohibido el matrimonio legal durante los años de servicio.
Los candidatos a guardia pretoriano debían ser ciudadanos romanos entre 17 y 20 años, ostentar una buena forma física y una altura mínima de 1,75 metros, aunque era imprescindible una buena carta de recomendación. Hasta el siglo II d.C. los reclutas procedían principalmente de la parte central y septentrional de Italia, de Hispania, Macedonia y Nórico. A partir del siglo III los pretorianos se reclutaban entre los soldados de las legiones acantonadas en las fronteras del Imperio.



Guardia pretoriana. Relieves del arco de Claudio. Siglo I d.C. París. Museo del Louvre

A su mando estaban normalmente dos prefectos del pretorio, que pertenecían generalmente al orden de los caballeros, con gran experiencia militar. Esta figura llegó a acumular mucha influencia y poder, convirtiéndose en ocasiones en los principales consejeros del emperador, como Lucio Elio Sejano con Tiberio o Sexto Afranio Burro primero y Cayo Ofonio Tigelino después con Nerón. Del mismo modo se convirtieron a veces en figuras determinante a la hora de nombrar un nuevo emperador como el caso de Nevio Sutorio Macrón que ayudó a Calígula en su ascenso al poder o el famosísimo caso de Claudio investido emperador por la guardia pretoriana a pesar de la oposición del Senado que ansiaba regresar a la República.
Los pretorianos vivían en el Castra Praetoria, que en tiempos de Tiberio, en el 23 d.C. se trasladó a uno de los lugares más altos del noreste de Roma en las cercanías del monte Viminal. Estaba rodeado por murallas de 3,5 metros de altura jalonadas por torres con una capacidad para 12.000 hombres. Delante del campamento había un campo de entrenamiento que servía también para ceremonias religiosas y desfiles militares.



 Porta Praetoria. Restos de la Castra Praetoria. Siglo I d.C. Roma
Fuente: De No machine-readable author provided. Joris assumed (based on copyright claims). - No machine-readable source provided. Own work assumed (based on copyright claims)., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=768457

Una vez superado el entrenamiento, el pretoriano tendría que asumir las múltiples funciones derivadas de su puesto. La principal de éstas era la protección del emperador tanto en su palacio como en sus desplazamientos. Cada día una cohorte con sus centuriones y tribuno al mando se dirigía hasta el Palatino. Durante el servicio en Palacio los pretorianos vestían una toga, en cuyos pliegues llevaba una daga oculta. También acompañaban al César en sus desplazamientos fuera de Roma, incluso de enviaba un destacamento que fuera por delante para explorar la ruta. Acompañaban incluso al emperador en su viaje fúnebre. Por ejemplo, el cuerpo de Augusto fue trasladado hasta las puertas de Roma por 40 pretorianos.
No obstante, la guardia pretoriana era también una verdadera fuerza militar. El emperador cuando entraba en campaña les ordenaba acompañarlo o enviaba un destacamento para guiar sus pasos.
De los vestigios arqueológicos se desprende que el equipamiento de los pretorianos era similar al del resto de legionarios si bien llevaban motivos específicos en sus escudos como el rayo alado, la luna, las estrellas o el escorpión, signo zodiacal de Tiberio. Sus portaestandartes llevaban enseñas con las efigies de los diferentes emperadores y eran cubiertos por una piel de león.


Estandarte de la guardia pretoriana

Política Financiera del Principado

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Augusto reorganizó la administración financiera del imperio Romano. En las Res Gestae Divi Augusti aporta abundante información sobre cuánto gastó en fines públicos, puntualizando que en muchas ocasiones usó su propio dinero para ello. En su autobiografía asegura que además de los numerossos edificios que mandó construir, de los juegos que patrocinó y de las donaciones realizadas para ayudar a ciudades que habían sido devastadas por el fuego o terremotos, gastó 2.400 millones de sestercios (unos 3.000 millones de euros) en la plebe romana, en el licenciamiento de soldados y en ingresos al tesoro. Hay que recordar que su inmensa riqueza personal provenía de lo heredado de la gens Octavia junto a la de su padre adoptivo, César. A ello se suman los cuantiosos legados y herencias donados a su nombre por hombres ricos. Del mismo modo creó el ficus Caesaris (un tesoro público controlado exclusivamente por el emperador.

Augusto como magistrado. Siglo I d.C. París. Museo del Louvre

Sus Reformas económicas tuvieron una gran influencia sobre el éxito posterior del Imperio. Además de fijar un sueldo estable para los soldados asignó igualmente un salario para los senadores y también para el resto de magistrados, creando de alguna manera una administración pública dependiente del Estado.
Hizo que una gran parte del territorio del Imperio romano pasase a estar bajo control e imposición directa de Roma. La medida aumentó considerablemente los ingresos que Roma percibía de los territorios conquistados regularizando el flujo entre la capital y las provincias. Por otro lado pretendía que las riquezas fueran equitativamente repartidas con las provincias, para que éstas pudieran sentirse parte del Imperio y no población sometida.
Por otro lado, abolió los antiguos impuestos: el stipendium (contribución fija y arbitraria), el diezmo y los derechos de pastoreo. Creo otros nuevos como el aerarium militare (para afrontar el licenciamiento de los soldados).
 Los tributos en época de Augusto iban en función del censo de población, con cuotas fijas para cada provincia en función del número de habitantes. Los ciudadanos de Roma e Italia pagaban impuestos indirectos, mientras que las provincias pagaban impuestos directos. Había dos impuestos: el tributum capitis (pagado en algunas provincias por todos los adultos, y otras sólo por los varones) y el tributus soli (impuesto sobre las tierras y otros bienes materiales).
Otra reforma importante fue la abolición del sistema privado de recolección de impuestos que ejercían los publicanos (contratistas privados que habían llegado a acumular suficiente poder para influir en política) que sería reemplazado por un sistema público de carácter funcionarial de recaudadores de impuestos. Los publicanos se quedaban con todo lo que pudieran recaudar por encima de lo establecido, por lo que al eliminarlos Augusto creó un sistema más justo y regularizado, aunque siguieron existiendo otros impuestos como los derechos de aduana, más imprevisibles.
A su vez, en las provincias adjudicó un sueldo fijo a los gobernadores para evitar los abusos.

Rutas comerciales en la Antigua Roma

Del mismo modo, promovió el renacimiento del comercio y de la industria a través de la unificación del área mediterránea, acabando por completo con la piratería y mejorando la seguridad a lo largo de las fronteras y en las provincias. A ello contribuyó también la creación de una red viaria con un gran nivel de manutención pues su cuidado era llevado a cabo por generales que debían restaurarla con la plata de su botín, lo que dio lugar al origen de los curatores viarum, repartidos por Italia y en las provincias.
Asimismo, instauró nuevos puertos comerciales y novedosas infraestructuras en los mismo como faros, muelles, etc. Financió también excavación de canales y exploraciones a tierras lejanas, a veces de carácter militar y otras veces comercial. 
Igualmente, entre los años 23 y 15 a.C. reorganizó el sistema monetario, fijando la distribución de la moneda áurea en 25 denarios de plata y en 100 sestercios, lo que permaneció casi inalterable durante dos siglos.


Áureo de época de Augusto

Resulta incierto confirmar si Augusto rendía cuentas de las asignaciones recibidas. Constitucionalmente no tenía obligación de hacerlo, pero si damos fe a las palabras de Suetonio probablemente lo haría: "Cayo (Calígula) publicaba las cuentas que Augusto solía hacer públicas, pero que Tiberio dejó de hacer conocer" (Vida de Calígula, 16,1).

La Administración de justicia

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Augusto no introdujo grandes cambios en el sistema judicial. Desde los tiempos de la República, los crímenes cometidos en la península italiana se juzgaban en tribunales públicos de Roma, presididos por pretores o ex ediles; el magistrado que regía estos tribunales llamaba iudes quaestionisy el veredicto era pronunciado por jurados de iudices.
      Desde el año 70 a.C., los jurados provenían de tres sectores: los senadores, los equites (ciudadanos nacido libres y poseían un capital superior a 400.000 sestercios, y los tribuni aerarii, con un capital más bajo. Este tercer grupo fue abolido por Julio César. Augusto se empeñó mucho en confeccionar las listas oficiales de los que debían participar en los jurados, encontrándose con grandes dificultades para ello. Por ese motivo, tuvo que modificar el requisito de edad bajándola desde 35 años a 30. Augusto no ejercía un control directo sobre los tribunales salvo el voto Minerva que se le adjudicó en 30 a.C. y que le permitía perdonar a quienes los tribunales habían condenado.
El Príncipe creó dos nuevos tribunales criminales compuestos por los cónsules, el Senado y el propio Augusto. Uno era el consular y otro el imperial. Éstos eran de jurisdicción voluntaria, es decir, el acusador solicitaba a los cónsules o al emperador que aceptaran las causas, y tanto Augusto como los cónsules podían negarse a ello. Este tribunal se dedicaba a juzgar delitos políticos, crímenes comunes llevados a cabo por senadores y las esposas de éstos. El tribunal imperial tenía un campo de acción más amplio.
Augusto también instauró otro tribunal criminal menor: el tribunal del prefecto de la ciudad que se ocupaba de delitos menores, en los que se veían afectados casi siempre ciudadanos humildes, extranjeros y esclavos.
Durante la República la pena de muerte había sido eliminada para los ciudadanos que cuando cometían crímenes capitales eran enviados al destierro a una ciudad extranjera, sin perder sus propiedades. En 12 d.C., Augusto recrudeció las penas; a los desterrados no se les permitía exiliarse en una ciudad en tierra firme ni en ninguna isla a menos de 50 millas de la costa, salvo Cos, Lesbos, Rodas y Cerdeña.


Augusto pretor, impàrte justicia. Siglo I a.c. París. Museo del Louvre

En las provincias la jurisdicción criminal era ejercida por el gobernador que actuaba con su consilium; el gobernador no podía aplicar un castigo capital a un ciudadano romano, sino que tenía que remitirlo a Roma. En 6 a.C. encontramos también tribunales compuestos por jurados, lo mismo que los iudicia publica creados para administrar una justicia mejor para los ciudadanos de la provincia.
       Por su parte, la justicia civil en Italia, salvo los de importancia menor juzgados por los magistrados de la ciudad, eran tratados primero por el pretor urbano de Roma, quien después de discutir el caso con los litigantes o su abogado redactaba una fórmula en la que definía los puntos legales y nombraba a uno o varios ciudadanos privados para juzgar la causa y dictar sentencia. En las provincias era el gobernador el que aceptaba la causa siguiendo el mismo procedimiento que en Italia. 



Reconstrucción de la Basílica Julia, lugar donde administraba justicia. Siglo I a.C. Roma.

       El propio Augusto ejerció jurisdicción civil en primera instancia. Parece que los que llegaban a él eran personas que no podían obtener solución de los edictos del pretor.
 Augusto también introdujo algunas novedades en relación al nombramiento de jueces, capacitados tanto para actuar en los jurados criminales como en los civiles. En 4 d.C., el emperador creó una cuarta decuria con un requisito de capital menor para juzgar causas más  insignificantes.
       En cuanto a las formas de apelación, existía una muy arcaica: el litigante podía alegar ante el tribuno de la plebe. o ante un magistrado de igual o superior puesto. En las provincias la única forma de alegar era solicitar la revocatio Romae. Y es en esta parcela en la que encontramos la modificación más importante que Augusto introdujo en el sistema judicial: a partir de ahora podía apelarse no sólo ante los magistrados, sino ante los iudices privati, tanto en Italia como en las provincias. La mayoría de alegaciones se hacían ante el propio Príncipe, aunque cuando llegaron a aumentar considerablemente, tuvo que delegar en otros. Augusto consiguió así remediar muchas injusticias y modificar muchas sentencias erróneas.

Política Social

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                En 18 a.C., Augusto implantó sus leyes para proteger y fomentar el matrimonio, pilar de la sociedad romana, la lex Iulia de maritandis ordinibus, modificada posteriormente por la lex Papia Poppaea, ya analizadas en reseñas anteriores. Ambas tuvieron un éxito relativo.


Matrimonio entre dos ciudadanos romanos. Museo de Capodimonte

         Otro problema social era la excesiva manumisión de esclavos a través de testamentos, lo que supuso un número muy elevado de libertos en el cuerpo de ciudadanos romanos. La legislación al respecto no la propuso Augusto, sino los cónsules Fufio Gémino y Canidio Galo. La lex Fufia Caninia limitaba la manumisión testamentaria que solía ser muy injusta, pues el testador podía dar muestras de su generosidad sin que le costara nada. A partir de ahora para evitar que se sobrepasara el límite legal, en el testamento debían figurar los nombres de los esclavos.
              En cuanto a la otra forma de manumisión, la llamada inter vivos, estipulaba que ningún ciudadano menor de 20 años podía ser manumitido. Otra cláusula de la ley regulaba que todo esclavo estigmatizado por antecedentes criminales o que hubiera sido gladiador cuando era manumitido era incluido en un grupo diferente de libertos, los peregrini dediticii, los cuales se veían privados de la ciudadanía romana.

Esclavos en un mosaico romano. Siglo II d.C. Dougga. Túnez
Fuente: De Pascal Radigue - Trabajo propio, CC BY 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=4966082

              Como demuestran muchas anécdotas proporcionadas por sus biógrafos, Augusto no era especialmente racista, pero toda esta situación le preocupaba pues no deseaba una afluencia masiva de antiguos esclavos y provincianos dentro del estrato social destinado a los ciudadanos romanos.
            Pues Augusto, al igual que la mayoría de romanos de clase alta, creía en una sociedad estratificada según el nacimiento y la fortuna, y con un limitado grado de movilidad social. Los grupos sociales a grandes rasgos eran tres:
  • Senadores.-  Su función consistía en guiar el Estado, gobernar las provincias y liderar el ejército. Augusto fue el primero en imponer un requisito de propiedad para acceder al Senado y en sancionar oficialmente el principio hereditario, permitiendo a los hijos de los senadores vestir la banda  púrpura  en sus togas y asistir a las diferentes sesiones.

Procesión de senadores en el Ara Pacis Augustae. 13-9 a.C. Roma 2011

  • Orden equestre.- Los requisitos para pertenecer a este grupo eran: haber nacido libre, propiedad mínima de 400.000 sestercios y tener menos de 45 años. Augusto amplío este estrato social de 1.800 integrantes a alrededor de 5.000 y parece que le confirió cierto matiz militar.
                    Augusto empleó a los equites en puestos militares superiores y civiles que él mismo creó, aunque en general se consideraba al orden ecuestre como una clase de hombres de negocios y financistas.

Equites en una batalla. Detalle de Sarcófago. Siglo II d.C. Roma. Museo Nazionale Romano
Fuente:  De Desconocido - User:Folegandros (2010), CC BY-SA 3.0,

  • La Plebe.- En el último grupo social también había una jerarquía entre los nacidos libres y los libertos. Éstos últimos no podían acceder ni al Senado ni al orden ecuestre ni al servicio militar. Augusto mantuvo estas restricciones. Sí los incluyo dentro del cuerpo de vigiles y sólo los alistó en cohortes especiales durante la rebelión panonia y tras el desastre de Varo. Les puso limitaciones en el acceso a cargos públicos y también les impidió el derecho al voto. Sin embargo, no se oponía a que los libertos acaudalados conquistaran cierta relevancia social. Incluso instituyo en muchas ciudades italianas los serviri Augustales (junta anual de libertos encargada del culto de los Lares Augusti).
    Augusto distinguía en Roma dos tipos de plebe: la plebe romana (aquellos que tenían derecho a percibir gratuitamente el suministro de trigo), cuyo número ascendía a 200.000 individuos durante el Principado y la plebe urbana (unas 320.000 personas). Quizás se refiera Augusto al total de habitantes de extracción social baja que habitaban en la gran urbe.
    El emperador trataba a la plebe romana con la indulgencia desdeñosa propia de cualquier romano de clase alta. Sin embargo, no intentó con ella emular las políticas radicales de César (que envío a más de 80.000 personas a las colonias ultramar) sino que la mantuvo tranquila mediante juegos y distribuciones de dinero. El famoso Panem et circenses.

Retrato de panadero y su esposa. 20-30 d.C. Hallado en Pompeya. Nápoles. Museo Archeologico Nazionale

              Los ciudadanos de Italia por su parte florecieron mucho durante el Principado. Los campesinos, que durante siglos habían mostrado grandes signos de hostilidad, se calmaron con Augusto, pues éste creo numerosas colonias de veteranos en las provincias, siendo la mayoría de aquellos campesinos italianos sin tierras. Por otro lado el emperador favoreció muy poco la agricultura. Todo lo que hizo en este terreno fue manejar los negocios teniendo en cuenta más los intereses de los agricultores y mercaderes que los del pueblo. A esto se debe probablemente el hecho de que ordenase al praefectus annonae que comprara trigo italiano, aún cuando fuera más caro que el trigo de las provincias.
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